Elena Poniatowska
La Jornada. 26 de abril de 2020
Con su pelo largo hasta la cintura y su rostro de niña inteligente y hacendosa, Carmen Boullosa es la más reconocida de las escritoras mexicanas. Autora de novelas traducidas al alemán y al inglés, y a varios otros idiomas, es también poeta y creadora de obras de teatro y ensayos que se publican en revistas políticas y literarias. Recuerdo entre sus libros de poesía el tomo de Ingobernable, publicado en 1979 por la UNAM, y La patria insomne, en 2012.
También me atrapó su excelente novela Antes, que de inmediato se tradujo al alemán, al francés y al inglés. A Carmen Boullosa aún puedo visualizarla en Nueva York cuando los visité a ella y a su esposo, Mike Wallace (ganador del Pulitzer por Gotham, a History of New York City). (Hace menos de un lustro, escribieron a cuatro manos A Narcohistory How the United States and Mexico Jointly Created the Mexican Drug War.)
A Carmen la entrevisté en tiempos del desafuero contra Andrés Manuel López Obrador, el 7 de abril de 2005. No se me ha borrado el día que todos salimos al Zócalo a manifestarnos en contra de esa injusticia. Todavía vivía Chema José María Pérez Gay y todavía tenía Andrés Manuel, entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México, una pecera en la que nadaban dos pejelagartos que jamás he vuelto a ver.
En ese año visité a Carmen Boullosa, cuyo nombre aparecía en todos los vagones del Metro de Nueva York, porque después de ser traducida al inglés, al alemán y a muchos idiomas y de convertirse en la joven escritora mexicana más exitosa, había ganado la beca Guggenheim y un EMMY (al día de hoy hay más de 100 tesis de posgrado académico que estudian su obra en universidades extranjeras) y como daba clases en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (la pública, CUNY), la institución se promovía mostrando a las estrellas de su cuerpo académico.
Desafuero, balandronada impertinente e ilegal
En los años en que conversamos, se dio el proceso de desafuero, uno de los acontecimientos más célebres entre 2004 y 2005. Según las noticias, el jefe de Gobierno se había apropiado de una diminuta callecita con el nombre de Carlos Graef Hernández (científico nuclear, amigo del astrofísico Guillermo Haro). Haro aseguraba que la acusación no iba a llegar a ningún lado por absurda; era un pretexto de Fox en contra del que se perfilaba como candidato a la Presidencia: Andrés Manuel López Obrador.
Entonces, Carmen Boullosa me comentó: “Cuando empecé a oír que iban a desaforar a López Obrador me dio coraje. Leí todos los diarios mexicanos por e-mail, viajé a México muy a menudo a ver a mi hija María, interrogué a amigos y a alumnos. Yo no podía creer que a una balandronada impertinente e ilegal se le diera crédito, y que además tuviera seguidores. Tú sabes muy bien que no soy periodista y que no escribo cosas así, pero me empezó a dar coraje al grado de no poder dormir en la noche, cosa que siempre me sucede cuando escribo una novela. En Nueva York, Mike y yo tratamos con estadunidenses intelectuales que nos preguntaban: ¿Qué pasa en México? La verdad, como mexicana, me parecía inverosímil que fueran a desaforar al jefe de Gobierno sólo porque iba ganando puntos hacia la Presidencia de la República. Intenté explicarle a un público estadunidense, y sobre todo a mis alumnos en CUNY, lo que sucedía; escribí un artículo, se lo envié a Julia Preston, quien me hizo comentarios muy pertinentes, y se publicó en el New York Times.
En esa época, tanto a Carmen como a mí, nos disgustaba la construcción de los segundos pisos. Recuerdo que insistía yo en más líneas del Metro. Carmen coincidió: “Porque he vivido en Nueva York y sé la maravilla que es un transporte público eficaz, como el Metro, que además de llevar y traer a la gente nos mezcla a todos, elimina las clases sociales. Tú te subes al subway y estas a lado del más pobre y del más rico. Eso es esencial en cualquier sociedad, te da un sentido del otro, de la igualdad. En cuanto a los segundos pisos... no me gustan como proyectos sociales; no creo que privilegiar al auto sea lo mejor para la ciudad, como no lo es quitarle prioridad al transporte público. Mucho de lo que AMLO ha hecho incluso me hiere. En cambio, me pareció genial el Metrobús en Insurgentes.
“En lo que se refiere al desafuero, lo que más me preocupa, Elena, es que lo han puesto a él en una situación en la que todos nos vemos obligados a defenderlo, y a los más los va a llevar a adorarlo.
Cualquier persona que ocupe un puesto en el gobierno necesita de nosotros los ciudadanos, el ojo crítico, no un ojo de adoración. Al poner a AMLO en esta situación de desaforado nos dejaron en la posición en la que todos estamos en el deber de defenderlo, y en el que hay la inclinación a adorarlo. No, no, no.
Era Coronavirus
–¿Y cómo ves la situación ahora?
–Estamos en una situación muy difícil, por las circunstancias globales y las nacionales. Enfocamos nuestra atención a lo que está pasando. El mundo –complejo de natural– se nos revela inesperado, además de cargar con nuestra propia inercia, nada fácil de remontar.
“¿Qué puedo decir? Que no quisiera estuviéramos en este presente. Sin duda nada quisiera yo más que ver con alegría una gestión de gobierno que hiciera lo que prometió: combatir la inequidad económica que ha hundido a México en diversas formas de violencia que lastran nuestro futuro, el de la nación entera. Ver mociones fiscales, inversión honesta del Estado, no limosnas: no son ‘los pobres’, sino los desposeídos por el sistema los que exigen atención. “Yo quería, además, como muchos queríamos, que una ristra de programas indujera a robustecer y hacer más numerosa la clase media. Que se favoreciera y se promovieran los centros de estudios superiores, que se protegieran los recursos para la investigación científica y de pensamiento – éstos son nuestro pulmón–, la infraestructura de los sistemas de salud al alcance de todos, el cuidado de nuestro patrimonio cultural, la defensa de las artes y los creadores –los músculos, los cerebros, la piel social y eficaz espada diplomática. La educación de todos. Que se pensara en el futuro.
“En breve: defender el bien común antes que ningún otro, el primero de todos, nuestra mayor bendición, nuestra madre y padre, la defensa del ecosistema, de nuestros recursos naturales. “Ya sé que nada se hace con vara mágica. Pero... encima, arriba y abajo de torpezas y malos pasos, cayó la pandemia, el coronavirus y la recesión que la acompaña. Una catástrofe. terrible, doliente, horrorosa, no hay adjetivos que nos la atrapen.
“En medio de esto, Elena, al rescatar tus archivos que propician esta entrevista surge un pasaje de nuestra historia reciente que ahora, en la siniestra Era Coronavirus, parece tan lejana. Nos regresa a ese momento en que se provocó el empequeñecimiento (por adoración) de la hoy figura presidencial, propiciando que con el tiempo se convirtiera en figura para idolatría, uno más en el desfile de santos.
No, no queremos santos: sino que tengan oídos, que sean estrategas, que estén alertas los ojos críticos, que los gobernantes tengan orejas, diseño de programas colectivos, pasos brillantes a un futuro complicado, sistema fiscal justo, Estado que invierte recursos de la Nación (y de fondos internacionales) para reactivar la economía en los momentos difíciles y (sobraba decirlo hace unos meses) un Estado laico.
De aquella entrevista se transcribió: “La respuesta popular en México habla de una sanidad social en México, extraordinaria. ¡Qué país somos!, nos llueve mierda encima tres veces al día, y reaccionamos con entereza espiritual, poder de organización, vitalidad, alegría, esperanza. Es una comunidad sin par, no hay otro como México. Y con este sentido de nación, con esta indudable identidad e inteligencia natural.
En la Era Coronavirus no sobra recordar cosillas del pasado. Explica, tal vez, ángulos de los monstruos del presente.
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