Rocío Luna
El martes 4 de agosto la capital del Líbano, Beirut, sufrió una gran explosión en el puerto de la ciudad provocado por la explosión de 2,750 toneladas de nitrato de amonio (material había sido almacenado sin las condiciones adecuadas en el puerto) que destruyó gran parte de Beirut provocando 160 muertos, 6000 heridos y 300 mil pobladores sin casa.
Esa explosión arrasó con edificios, destruyó vehículos y provocó enormes daños por toda la ciudad, que alberga a unos dos millones de personas, Marwan Abboud el gobernador de Beirut llegó a comparar la devastación con la causada por la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, de la que se cumplen este mes 75 años.
La explosión de este material ocurre en un país con un contexto ya delicado, agravado por su peor crisis económica desde el conflicto bélico. La situación hace visible las profundas divisiones en la sociedad libanesa, donde muchos ciudadanos acusan a la élite política dominante de acumular riqueza y dejar a un lado los intereses y la participación de la población para diseñar las amplias reformas necesarias para resolver los problemas del país.
Además, la pandemia de covid-19 ha puesto al sistema sanitario bajo una presión todavía mayor, a lo que se suma ahora la llegada de miles de heridos por la explosión a los hospitales de la capital.
Ahora bien, el Líbano ha vivido una larga guerra civil (1975-1990) y que se encuentra en una región de numerosos conflictos, por lo que no es extraño que una explosión como esta pueda estar asociada con actos terroristas, entre los posibles implicados han apuntado a Israel como el responsable de este ataque, debido al pasado de enfrentamiento bélico y con el que persisten las tensiones fronterizas. Incluso a principios de agosto el gobierno israelí afirmó que había desmantelado un intento del grupo radical libanés Hezbolá de infiltrarse en su territorio.
Analistas no descartan la idea de que fue el servicio secreto israelí, el Mossad, ya que tienen interés de culpar a Hezbolá de las explosiones e incendiar aún más una región donde confluyen los diferentes destacamentos de la resistencia árabe en Siria y de las protestas populares en Cisjordania y Gaza, asuntos que preocupan no poco a Tel Aviv.
Todo esto pasa poco antes de dar a conocer el veredicto del juicio organizado por el Tribunal Internacional de la Organización de las Naciones Unidas contra los supuestos instigadores y perpetradores del asesinato del exprimer ministro sunita Rafiq Hariri, muerto con un coche bomba que el 14 de febrero de 2005 que también causó el deceso de unas 20 personas entre transeúntes y guardaespaldas.
Entre las primeras declaraciones que se hicieron al ocurrir la explicación fue del presidente de Estado Unidos, Donald Trump, que aseguró en una rueda de prensa en la Casa Blanca que no descarta un ataque. Israel, que ha librado varias guerras con el Líbano, ha negado cualquier papel en lo ocurrido. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dijo por su parte que el origen no estaba claro aún, pero comparó la explosión con un bombardeo de 2005 que mató al ex primer ministro Rafik al-Hariri.
Al paso de las formulaciones, Sayyed Hassan Nasrallah, líder del poderoso grupo chiíta libanés Hezbolá, negó acusaciones que calificó como "preconcebidas" tanto en el país como en el extranjero, de que el grupo apoyado por Irán tenía armas almacenadas en el puerto.
Aunque ha tomado fuerza la hipótesis de negligencia por parte de las autoridades en el manejo de la peligrosa carga de nitrato de amonio que duró estacionada por seis años en el almacén 12 del puerto, el presidente decidió enfocar otro rumbo: la posibilidad de que una fuerza extranjera haya orquestado la tragedia.
Y entre todo esto el emotivo recibimiento a Macron al ir a Beirut puede verse como un abrazo al neocolonialismo francés (40 mil libaneses han firmado una petición online en menos de 24 horas para la vuelta de la ocupación francesa sobre el Líbano, según la BBC Árabe).
Al final de esto hay una factura que el Líbano no puede pagar por el colapso del sistema bancario y la devaluación de la libra libanesa además de haber incumplido ya una montaña de deudas, que superan el 150% de la producción económica. Por el momento, el Gobierno llama a las puertas del Fondo Monetario Internacional para un rescate.
El primer ministro de El Líbano, Hassan Diab, anunció este lunes 10 de agosto la dimisión de todo el gobierno en medio de la crisis provocada por la masiva explosión que devastó la capital del país la semana pasada. Cae en el Líbano el gobierno luego de grandes manifestaciones. Por la indolencia gubernamental.
Aprovechando la explosión en el puerto, Israel y EU buscan desestabilizar al país. Pasan los días y queda más claro que la explosión que destruyó parte del puerto de Beirut, consecuencia de un atentado o no, sí ha servido para poner en marcha plan de desestabilización.
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