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ECUADOR. DISPERSIÓN EN LAS ELECCIONES.

Alejandra Ávila

El 7 de febrero, Ecuador elegirá al sucesor de Lenín Moreno, un gobierno marcado por su sometimiento a Washington, al Fondo Monetario Internacional, por la incompetencia y la corrupción. Las encuestas muestran que tres opciones pueden llegar a la segunda vuelta: el correísmo, representado por el joven Andrés Arauz, que promete un futuro ya vivido en el pasado; el empresario Guillermo Lasso, con un discurso neoliberal; y el dirigente indígena Yaku Pérez, que de manera sorpresiva tercia entre los otros dos con un discurso ambientalista y de referencias ancestrales.


Ni la pandemia ni la crisis económica han sido obstáculo para quienes quieren gobernar este pequeño país del sur de América durante los próximos cuatro años. Las aspiraciones presidenciales son un disparate: 16 candidaturas admitidas. La campaña para las elecciones de febrero de 2021 será en condiciones peculiares: sin tarima ni multitudes o grandes concentraciones por la emergencia sanitaria y en un escenario de descontento social, corrupción y hastío, caldo de cultivo para la demagogia y el populismo. Todo indica que las redes sociales serán el caballo de la batalla en estas elecciones y que los candidatos echarán mano de ejércitos de trolls, las noticias falsas, cadenas de desprestigio y descalificación, memes y cadenas de mensajes por WhatsApp. Se prevé mucha campaña sucia y menos debate de ideas y propuestas para sacar adelante al país.

La dispersión ha sido la marca dominante en el sistema político que legó la implosión del partido Alianza País, una vez que la descollante figura de Rafael Correa abandonara el país y dejará tras de sí luego del feroz ataque de Lenin Moreno, un reguero de denuncias, juicios y condenas por corrupción, para acabar con el correismo.

Cunde la fragmentación, la coalición de izquierdas opositoras al gobierno de Correa, que presentó dos candidaturas unitarias en 2013 y 2017, se encuentra ahora dispersa en cinco candidaturas diferentes: Gustavo Larrea, por Democracia Sí; Paúl Carrasco, por Juntos Podemos; Xavier Hervas, por Izquierda Democrática; Yaku Pérez, por Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik; y César Montúfar, apoyado por el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE). El mismo panorama de dispersión se constata entre los pedazos que todavía se mueven del antiguo Alianza País: al menos cuatro candidaturas encabezadas o promovidas por antiguos funcionarios del correísmo. En ese marco de dispersión política, es claro que hay una poderosa tendencia que apuesta por recuperar la antigua polarización. Quienes la empujan son precisamente quienes se beneficiaron de ella al presentarse como los «polos» de la oposición binaria dominante. Es decir, los dos candidatos que encabezan las encuestas: el ex ministro Andrés Araúz por Unión por la Esperanza, y el banquero Guillermo Lasso por el partido Creando Oportunidades en alianza con el Partido Social Cristiano (PSC). La fuerza social subyacente que impulsa esta tendencia a revitalizar la antigua polarización es un ambiente económico y social crítico. La crisis económica y fiscal, las políticas de ajuste y austeridad, el desplome económico y sanitario agudizado por la pandemia de covid-19 y profundizado por las políticas neoliberales, la sujeción a Washington, la incompetencia y la corrupción del gobierno de Lenín Moreno son todos factores que despiertan una intensa indignación social.

Lasso, neoliberal y pro grandes corporaciones, se presenta a sí mismo como el portaestandarte de un modelo empresarial alternativo al «estatismo correísta». Nada nuevo bajo el sol. Puras promesas que son un espejismo: Iniciativa privada, reducción de impuestos, inversión extranjera que entrará a raudales por la confianza en un gobierno serio y Estado mínimo. Y el extractivismo a todo lo que da pues el petróleo y la minería se presentan esta vez como el corazón de la recuperación prometida, aderezada para “taparle el ojo al macho”, con créditos subsidiados para pequeñas empresas agrícolas al 1% de interés y 30 años plazo. El resultado publicitado de semejante receta engañosa es dos millones de nuevos empleos en lugar del millón que se propagandizó en las elecciones pasadas con las mismas medidas.

Andrés Aráuz es un joven funcionario de segunda línea, y de perfil técnico, del correísmo, casi desconocido hasta ahora. Precisamente por esas razones fue escogido: se puede presentar como «nuevo» y «fresco», al tiempo que reivindica sin atenuantes, ni la sombra de una autocrítica, a la revolución Ciudadana. El discurso de Aráuz pone el acento en que sus promesas son viables porque ya se vivieron en el gobierno de su mentor, que aparece, desde Bruselas, Bélgica, como la figura omnipresente de sus materiales de campaña. «Recuperar el futuro», el eslogan electoral, representa bien su mensaje: un futuro ya vivido en el pasado. Ha prometido que en la primera semana de gobierno entregará mil dólares a un millón de familias y que repatriará los capitales transferidos al extranjero, mientras su estrategia electoral lo presenta como el enemigo de todos los partidos, la prensa y los banqueros coligados en su contra. Una clara repetición de la fórmula ganadora de 2006. Todos son atacados como los cómplices de un gobierno descompuesto e inútil cuya bancarrota aparece como la mejor prueba de la bondad del pasado.


Y desde luego destaca la candidatura de Yaku Pérez, por Pachakutik, un líder indígena aspirando a la presidencia luego de octubre de 2019, fecha en la que el movimiento indígena demostró su fuerza y su capacidad de convocatoria en el paro nacional, surgen varios nombres para ir, por primera vez en la historia del país. Entre los protagonistas de las luchas de octubre aparecen Jaime Vargas, actual presidente de la CONAIE; Leonidas Iza, del Movimiento Indígena de Cotopaxi y Yaku Pérez, hasta hace poco prefecto del Azuay. Iza y Vargas, considerados más radicales e incluso identificados por el gobierno y los medios como “comunistas”, tenían aspiraciones presidenciales, sin embargo, Pachakutik, el partido que nace como brazo político del movimiento indígena y en el que hay fuerte presencia de otros actores no indígenas, optó por lanzar a Pérez a la Presidencia para llevar a cabo la “Minka por la vida”, es decir, el plan de gobierno presentado desde el llamado Parlamento de los Pueblos, llamado “Minka por la vida”. es una suerte de alternativa de «re-polarización» debido a la agenda económica, social y ambiental que impulsa. Re-polarización porque reordena las polaridades alrededor de otro polo, el movimiento indígena y sus aliados, en lugar de los dos tradicionales anteriores, el caudillismo correísta y el proyecto empresarial.

Propone aumentar impuestos directos a las grandes fortunas y grupos económicos. El protagonismo indiscutido de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) en ese levantamiento, de la cual Pérez fue dirigente hasta marzo de 2019, cuando fue elegido prefecto de la provincia del Azuay, en el sur andino, es lo que explica esta inédita oportunidad de una victoria electoral nacional de un candidato indígena. Pérez ha insistido en una estrategia de campaña basada en un discurso ambientalista, con acentos sentimentales, que insiste en la armonía y los valores ancestrales.

En su hoja de vida está su posición en defensa del agua y contra la minería en la provincia del Azuay, el haber sido presidente de ECUARUNARI y también el haber sido opositor de Correa. Él y su pareja, la periodista Manuela Picq franco-brasileña, fueron rostro visible de la represión en una manifestación en 2015. A Manuela Picq incluso le quitaron la visa y tuvo que salir del país. De su historia se ha hecho un documental.

Con 180 candidatos para cinco curules en Azuay… todo indica que, así como en las elecciones seccionales, salieron candidatos de bajo de las piedras, las elecciones para asambleístas parecen un botín para toda clase de aspirantes: 11 políticos, comunicadores, deportistas, gente de farándula e incluso delincuentes (la familia Bucaram, Daniel Salcedo, Daniel Mendoza —gentes, todas ellas, que están siendo procesadas por actos de corrupción en insumos médicos y manejo de hospitales públicos a cambio de favores legislativos en plena emergencia sanitaria por el Covid19— están entre los nombres que suenan y que se han hecho famosos por sacar provecho del Estado para engrosar sus cuentas corrientes en el exterior, sus mansiones y apartamentos en Miami o Panamá), aspirarán a ser parte de las papeletas electorales

Una sociedad incrédula, golpeada por la crisis y por la pandemia, harta de la corrupción y llena de demandas, además de una juventud indiferente y un país dividido en posiciones aparentemente irreconciliables, es la que irá a las urnas en febrero del 2021, casi caminando a tientas hacia el futuro. El pueblo ecuatoriano se ha destacado por sus luchas, por la movilización de los pueblos originarios y se prepara para nuevas jornadas, en las que logren la victoria de la democracia, la justicia, la paz y la lucha contra el extractivismo y neocolonialismo.

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