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EJERCER NUESTRA SOBERANÍA

Alejandra Ávila


Si decimos que la soberanía la tiene el pueblo, es porque el pueblo manda; ¡tan simple como eso!

En 1813 Don José María Morelos lo explicó de una manera sencilla, clara y además hermosa: en su famoso texto Los Sentimientos de la Nación escribió:


Como el gobierno no se instituye por intereses particulares de ninguna familia, de ningún hombre o clase de hombre, sino que se crea para la protección y seguridad general de todas los y las ciudadanas unidas voluntariamente en sociedad, ésta tiene derecho a establecer el gobierno que más le convenga, alterarlo, modificarlo o abolirlo totalmente cuando su felicidad lo requiera. Por consiguiente, la soberanía reside originariamente en el pueblo.

La idea de que el pueblo es el soberano apareció también en la Constitución liberal de 1857. Don Francisco Zarco, un famoso periodista que participó en la creación de ese documento, dijo una vez: Todos los poderes derivan del pueblo. Con esta frase clara y directa expresó qué significa la soberanía popular.

Durante la Revolución Mexicana, la Constitución de 1917 confirmó esta idea. Allí dice:

La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de gobierno.

Como mexicanos uno de nuestros principales objetivos es fortalecer la participación ciudadana. Ser ciudadanos responsables, ser conscientes de la realidad que nos envuelve e ir conociendo los problemas de nuestro entorno cercano (colonia, etc.), para de esta forma conocer cuáles son las actividades en las que podemos participar y en cuáles podemos exigir la participación del gobierno o involucrados. Integrarse a organizaciones o grupos que también estén interesados y trabajen en el tema que se quiere resolver, conocerlos, organizarse con ellos, e impulsar agendas que compartan, creando alianzas.

Con el objetivo de participar activamente. Sí, hay que exigir a las autoridades, vigilar que estén haciendo su trabajo y no quitar el dedo del renglón. Pero no hay que pretender que ellas resuelvan todo, es mejor trabajar en coordinación, reconocerlas cuando se comprometen y sí, denunciarlas y presionarlas cuando no cumplen.

Un ejemplo es Cuba que, por una estrategia en el combate por Soberanía, los trabajadores del campo y la ciudad son dueños de los grandes medios de producción y los jóvenes sanos y educados en una nueva y vibrante cultura que pone por delante la dignidad y la soberanía.

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