por Mouris Salloum George* Febrero, 2020
Resulta verosímil la versión de que el joven oficial, Zachary Taylor, cuando desde finales del siglo XVIII los Estados Unidos tenían puesta la mira expansionista sobre la Nueva España, fue en la primera década del siglo XIX el espía pionero en el septentrión mexicano.
Ya entrados en la vera Historia, en 1803, cuando se discutían los límites entre Louisiana y Texas, Fray Melchor de Talamantes advertía al virrey José de Iturrigaray sobre el inminente peligro en que se hallaba aquella lejana provincia: Si no se toman medidas inmediatas, Estados Unidos acabará por adueñarse de Texas. Esto creo que de todos modos sucederá, tarde o temprano.
El segundo espía, embozado bajo capa diplomática, fue Joel Robert Poinsett.
La profecía de Melchor de Talamantes se cumplió tres décadas después: Al México independiente le fue arrebatado el estado de Texas. Le seguiría la invasión de 1846-1847, por la que le fue mutilado a México la mitad de su territorio. Dos años después, Taylor despacharía como décimo presidente de los Estados Unidos.
La paranoia ataca a los que padecen crisis de conciencia
Está comprobado por la siquiatría que, sólo aquellos que tienen crisis de conciencia, caen atrapados por la paranoia: Le temen hasta a su propia sombra. Por eso apelan a todas las técnicas de espionaje. Hasta las más ruines.
A mitad del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial y metidos los Estados Unidos en la Guerra de Corea, la paranoia hizo presa a Washington: Veía espías hasta en la sopa. Fue la temporada del demencial macartismo: El fisgón cazando espías.
Gobiernos que cayeron como palomitas en las trampas de la CIA.
El espeluznante asunto nos los trae hoy a cuestión el corresponsal de La Jornada en Nueva York, David Brooks quien, con base en revelaciones de información desclasificada lograda por Washington Post, reporta que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y su par alemana BND, a partir de hace medio siglo, han espiado a más de 120 gobiernos, incluyendo al de México.
El hilo de la madeja tira hacia Europa: Aquellos gobiernos confiaban en una empresa suiza, Crypto AG, para mantener secretas las comunicaciones con sus espías, militares, diplomáticos y otros gobiernos, pero ninguno de esos gobiernos sabía que los dueños reales de aquella empresa eran la CIA y su par alemana.
“Fue el logro de inteligencia del siglo, concluye el informe de la CIA, y agrega que los gobiernos extranjeros pagaban buen dinero a los Estados Unidos y Alemania Occidental por el privilegio de tener sus comunicaciones más secretas, leídas al menos por dos (y hasta posiblemente hasta cinco o seis) países extranjeros”, escribe Brooks en su reseña en el diario mexicano.
Información secreta como recurso de chantaje
Con tamaños ingenios de espionaje, no se explica cómo el Departamento de Estado (USA) no ha podido evitar que el crimen organizado, que administra los tráficos de drogas, armas y personas, haya impuesto su imperio en todo el mundo. Invertimos la oración. Sólo se explica de una manera: Los Estados Unidos no son la solución al problema: Son el problema.
Desde los años sesenta, la CIA opera su estación en México. La Agencia Antinarcóticos (DEA) una década después. Conocen todos los entresijos el sistema político mexicano. ¿Será por eso que nos tienen cogidos del cogote? Es pregunta.
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