Miriam Zavala (Primera parte)
En el siguiente ensayo, se abordará la problemática cuestión de la violencia, sus motivaciones, sus circunstancias y sus características; para lo cual se retomarán algunos teóricos que reflexionaron en algún momento sobre el tema; así mismo, usaremos de ejemplo al estado de Guanajuato situado en México, debido a que hoy es uno los estados más violentos del país e incluso algunas de sus ciudades ocupan un nivel alto entre las ciudades más peligrosas del mundo. También se intentará abordar como es que el capitalismo, en su faceta salvaje (neoliberalismo) y el gobierno de derecha panista (Partido Acción Nacional) en el estado son algunas de las causantes más importantes de la violencia en la entidad.

Para nuestro cometido, será vital incluir una pequeña definición que nos parece pertinente: “Violencia es el ejercicio intencional de la fuerza por un sujeto (individual o colectivo) contra otro (también individual o colectivo) para imponer su voluntad al causarle determinados daños o sufrimientos [...] Daña físicamente. Pero no solo corpóreamente, sino también psíquicamente, como sujeto moral al alterar o destruir la autonomía y libertad”[1].
¿Porque un sujeto (individual o colectivo) pretende destruir la libertad y autonomía de otro? ¿Quiénes son los que ejecutan esa fuerza intencional contra otro sujeto? ¿Tienen justificaciones? ¿Acudimos a la deshumanización de la humanidad? ¿De dónde surge la falta de empatía?.
La violencia aparece (retomando a Durkheim) cuando el carácter morral-normativo es infringido. Como señala el autor mencionado, vemos que lo que esencialmente separa al mundo social, del mundo natural es el carácter moral-normativo que se desarrolla dentro de la sociedad misma[2], dicho carácter, se alcanza a partir de consensos llevados a cabo por grupos humanos ubicados en variados contextos históricos y espaciales, y que son transmitidos a las nuevas generaciones, (a través de la endoculturación) que sin embargo los modifica, de acuerdo a las nuevas circunstancias. El continuo consenso dentro de los colectivos sociales debería traducirse en un constante orden, que según Giddens es un vago sinónimo de patrón (repetición constante) o la antítesis del caos[3].
Sin embargo, existe una tendencia a lo largo de la historia humana a quebrantar ese supuesto orden, que se traduciría, según Parsons en la integración entre propósitos y valores como resolución a los problemas[4] Evidentemente, esa reconciliación ha resultado en la mayoría de los casos, imposible. Pero ¿Qué es lo que la vuelve, incluso impensable?
Al intentar responder tal pregunta, consideramos que el problema es multifactorial y resultaría complicado en demasía enumerar las infinitas razones de esta relación aparentemente, tan incompatible. Sin embargo, sostenemos que, en la actualidad, tiene que ver con los conflictos de clase que surgen dentro de una sociedad; en ese sentido encontramos también, que donde impera la desigualdad, las escasas oportunidades, la marginalidad, la explotación, la impunidad y la pobreza extrema no se encontrara dentro de sí, ningún tipo de consenso. También habría que agregar la falta de democracia en los distintos pueblos que permanecen al margen de las decisiones concernientes a su entorno y que a su vez, quedan en manos de políticos corruptos con claros objetivos personales , que defenderán por encima de todo a la clase alta que los patrocina, lo que significa, un abandono total o parcial de los sectores más vulnerables de la sociedad, que serán cada vez más orillados a actuar de forma violenta, al verse ellos violentados por el poder político y económico.
Pero no es solo el abandono el que vuelve posible el quebrantamiento de la paz de un pueblo, es también toda la maquinaria ideológica que es echada andar de manera mediática sobre cuál es el mejor destino a seguir, y hemos comprado la idea (sobre todo estadounidense) de que el triunfo y el bienestar tienen que ver con la capacidad de consumo y de poder adquisitivo, la circulación mercantil como escenario de la mejor vida posible para los seres es presentada como una de las más grandes mentiras a la humanidad. Es entonces, ¿el interés por generar ganancias económicas lo que motiva a quienes transgreden el carácter moral-normativo?. Parece ser que, tanto del lado de los gobernadores como de los gobernados, es la causa (aunque no la única) más sobresaliente.
Así como los consensos, la moral comienza a resultar muy subjetiva, ya que se promueve al individuo por encima de la comunidad y comienza a imperar una moral de carácter individual; en el mismo sentido, las normas, que en el neoliberalismo serán impuestas por un diminuto grupo de políticos y grandes empresarios, se encontrarán como ilegítimas, por representar solo a un grupo y a sus intereses económicos. Es así como surge el conflicto y la violencia, a partir de la falta de consensos, de la nueva moral “subjetiva” y de la poca legitimidad que adquiere el sistema reglamentario coercitivo.
Asumiendo una postura materialista, no podemos hacer un análisis sobre la violencia, basado solamente en el mundo de las ideas, por eso, consideramos pertinente hablar sobre sujetos y circunstancias concretas que han hecho de Guanajuato, un lugar donde imperan las injusticias, la desigualdad, los conflictos de interés, la corrupción y en ese sentido, la violencia.
Guanajuato es uno de los 32 estados existentes en México, ubicado en lo que se ha denominado como “el bajío”. En la historia de México posrevolucionaria, se ha caracterizado por ser cuna de la ideología de ultra-derecha, que a su vez ha sumergido al pueblo guanajuatense en la pobreza, en la delictividad, en la constante inseguridad, en la ignorancia y ha generado una brecha abismal entre ricos y pobres; los gobiernos de la entidad se han caracterizado por sus corruptelas, su desmedida ambición, su evidente indiferencia ante las necesidades del pueblo guanajuatense, así como también, es propio de los contemporáneos gobiernos de Guanajuato el despotismo y la tiranía. Su apuesta para seguir perpetuando en el poder ha sido en pro de la desinformación, al engaño y de crear la idea de un bienestar, un orden y un progreso que a todas luces es falso y que ha sido el escenario de la violencia en la entidad.
Fue precisamente en la ciudad de León Guanajuato donde se erigió una de las organizaciones que tuvieron cabida en muchas partes del mundo entre el año de 1930 y 1950 y que se caracterizaron por ser nacionalistas, hispanistas, fascistas, anticomunistas y antisemitas; el movimiento sinarquista, era dirigido directa o indirectamente, por los católicos organizados, la jerarquía eclesiástico-católica mexicana y los sectores conservadores del Bajío. El Bajío y su gente eran, para el sinarquismo, los verdaderos mantenedores de la tradición patriota, hispana, nacionalista, católica y jerarquizada de la Nación mexicana, y por ello se querían estereotipar dichas características para la Nación en su conjunto[5] Pretendían en el fondo, mantener intocados los privilegios de la iglesia católica, haciendo notar su carácter contrarrevolucionario, al oponerse al Gobierno de Lázaro Cárdenas, que al fin materializaba las demandas emanadas de la revolución mexicana, como el reparto agrario, (solo por mencionar un ejemplo). Se posicionaron en favor de los terratenientes y de la naciente clase burguesa mexicana.
Pero las aspiraciones fascistas de derecha no encontraron descanso en organizaciones como el movimiento sinarquista, pues desde el 17 de septiembre de 1939 la ultra-derecha en México se planteó la toma absoluta del poder (aunque presuman ser “demócratas”), para favorecer y promover al capital privado, por encima de los intereses nacionales y del bienestar del pueblo. Es en ese sentido que surge el PAN (Partido Acción Nacional) con hombres como Manuel Gómez Morín a la cabeza, que hasta antes del gobierno de Lázaro Cárdenas, había sido parte del gabinete en todos los sexenios pos-revolucionarios y que en el cardenismo se organizaba con un grupo de banqueros, grandes capitalistas, terratenientes e intelectuales de derecha, contra el nuevo gobierno[6]
El PAN fungió en realidad como secuaz del PRI (Partido Revolucionario Institucional) a la hora de beneficiar a las grandes corporaciones en detrimento de los derechos humanos de las y los mexicanos. Nació oponiéndose a la expropiación petrolera y como reacción a la reforma agraria cardenista y a la conquista de derechos laborales de los trabajadores[7] Una vez, pasado el sexenio de Lázaro Cárdenas, volvieron a aliarse con el partido oficial (PRI) para seguir explotando y saqueando al pueblo de México. Fue hasta el año 2000 que “la alternancia” se hizo posible con el arribo del panista Vicente Fox a la presidencia de México, y que seguiría la misma lógica de despojo y explotación neoliberal, marcada por Washington. (Continuará)
[1]SÁNCHEZ, A. Ética y política. México, FCE/UNAM, 2004.
[2]Giddens, A. “Las nuevas reglas del método científico”, Argentina, Amorrortu editores, 1993, p. 95.
[3] Idem
[4] Idem
[5] Serrano A. “EL SINARQUISMO EN EL BAJÍO MEXICANO (1934-1951). HISTORIA DE UN MOVIMIENTO SOCIAL REGIONAL". México, UNAM. 1991
[6] Moctezuma, P. “En reversa, 75 años del PAN, origen y destino” México, Mexteki. 2014.
[7] Idem