Ana Arenas

En las últimas semanas se han desarrollado grandes protestas en Honduras, que han paralizado escuelas y hospitales que han pretendido ser privatizados. La represión por parte del ejército, ordenada por el presidente Juan Orlando Hernández no se ha hecho esperar, contra los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y contra las diversas manifestaciones que se realizan en el país. Por otro lado la migración se ha disparado, al grado que la mitad de migrantes de centroamérica en México provienen de Honduras. Todo esto es fruto de una política que ha implementado Washington contra éste pueblo que se defiende.
En los años ochenta frente al triunfo sandinista en Nicaragua y la insurgencia revolucionaria en El Salvador y Guatemala los Estados Unidos se parapetaron en lo que Gregorio Selser llamó “la república alquilada”: Honduras, instalando sus bases militares como la de Puerto Castilla para convertir al país centroamericano en un centro contrainsurgente de cara a Centroamerica y el Caribe. La injerencia norteamericana desquició la vida económica, política y social del país, la alianza entre la Oligarquía local y el Ejército Norteamericano hundió a una sociedad que estaba paralizada por los golpes de Estado y los gobiernos militares como la del coronel Oswaldo López Arellano que derrocó al presidente progresista Villeda Morales en 1963. Los militares apoyaron el proyecto de participar en las intervenciones de EU desde su territorio donde se desarrollaba una guerra desde sus fronteras contra su vecina Nicaragua y el gobierno del FSLN atacado por la Contra que era apoyada desde Honduras.

El FMI y el Banco Mundial, controlados por Washington financiaron al gobierno Hondureño y de 1982 a 1986 entregaron gran cantidad de dólares a sus perros falderos. Para lavar la imagen de un gobierno de golpes de Estado apoyaron un proceso de “democratización” con gobiernos civiles, bajo claro control militar. Aplicaron la receta de la “democracia americana” del bipartidismo,siempre subordinado a los organismos financieros internacionales, a la CIA y al Pentágono. La Honduras, conocida como “república bananera” se desarrolló en medio de la pobreza, la desnutrición, la prostitución en torno a las bases militares gringas, la violencia y el narcotráfico. Cansados de tanta inequidad y sometimiento vino una reacción de cambio y llegó al poder un presidente demócrata Manuel Zelaya Rosales apoyado por las clases populares, los trabajadores del campo y la ciudad, los pueblos indígenas y sectores progresistas para lograr la soberanía y el desarrollo.
Pero Washington y el gobierno de Obama y Clinton no se podían quedar de manos cruzadas y promovieron un “golpe de Estado blando”, porque en los días que corren no pueden ser tan descarados logrando derrocar a Zelaya usando al Sistema Judicial y al Congreso a los que compraron.
En los últimos diez años la situación se ha deteriorado y el pueblo que no se ha dado por vencido sigue su lucha, en medio de un clima de represión, violencia extrema y descomposición social tal que lleva a cientos de miles a migrar al extranjero. Pero en Honduras la lucha sigue por la Soberanía Popular y Nacional.
El movimiento popular hondureño a desarrollado grandes luchas sindicales, campesinas, indígenas, estudiantiles y no aceptó el derrocamiento de Zelaya ni ha aceptado las políticas neoliberales y pro oligárquicas, las últimas movilizaciones así lo demuestran. Pese a la represión el pueblo de Honduras lucha por su futuro.
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