Angélica Enciso L. La Jornada 22 de mayo de 2023
El país importa residuos peligrosos para reciclaje –la mayor parte de EU–, los cuales contaminan recursos naturales y comunidades. Foto La Jornada
La apertura comercial de hace casi tres décadas llevó al país a un proceso de industrialización que arrojó un gran volumen de residuos peligrosos a basureros municipales, ríos y barrancos, y convirtió a por lo menos a 40 regiones en “infiernos ambientales”, indican fuentes académicas y organizaciones ecologistas.
En contraste, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) reconoce que ignora la proporción de esta basura tóxica, pues 98 por ciento de las 5 millones de unidades económicas del país no reportan sus emisiones.
El investigador Andrés Barreda, de la Facultad de Economía de la UNAM, refiere que hay alrededor de 40 “infiernos” o regiones de emergencia ambiental que padecen problemas de contaminación, descargas de emisiones sólidas, líquidas y al aire, en corredores turísticos e industriales y agroindustriales.
Entre ellos está la contaminación de los ríos Lerma y Tula, en Hidalgo, donde funcionan plantas cementeras, una refinería y una termoeléctrica; los corredores agroindustriales del Alto Santiago, Querétaro-San Juan del Río, Tlaxcala y Puebla; el agroindustrial del centro oriental de Puebla, y el complejo petroquímico de Coatzacoalcos, Nanchital, Minatitlán, Cosoleacaque y Jaltipán, que termina en la franja petrolera de Tabasco.
El país importa residuos peligrosos para reciclar, sobre todo de Estados Unidos. En los últimos años ha crecido la entrada de materiales plásticos de ese país, luego de que China dejó de hacer esas compras en 2018, tras ser el receptor de basura plástica durante décadas.
Los datos de generación de residuos peligrosos de la Semarnat tienen acentuadas variaciones. En 2000 reportó 5.4 millones de toneladas anuales, mientras entre 2004 y 2011 el nivel bajó drásticamente a 237 mil. En 2017, informó un incremento de 2.4 millones de toneladas.
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Incertidumbre
“Sólo hay certeza de que no se sabe cuánto es”, señala la especialista Marisa Jacott, de Fronteras Comunes, organización no gubernamental que estudia la salud ambiental. “No puede haber menos de lo que había hace unos años, sólo porque son más las plantas industriales y los procesos que hay actualmente, por lo que a lo largo de los años cambian las cifras. Tampoco se puede decir si la infraestructura para el manejo de residuos peligrosos es suficiente, porque se desconocen los datos de cuánto se maneja”.
Tan sólo entre 2013 y 2018 (los datos oficiales más recientes) se importaron 6 millones 887 mil 252 toneladas de residuos peligrosos, 36 veces más que las 188 mil toneladas que México mandó al exterior en el mismo periodo.
En 2018, de las 910 mil 650 toneladas que el país importó, la mayor parte –898 mil 950– provinieron de Estados Unidos y 11 mil 700 de Canadá, refiere la Semarnat en el Diagnóstico básico para la gestión integral de los residuos de 2020.
Este comercio se da en medio de vacíos legales, falta de seguimiento de los residuos cuando cruzan la frontera mexicana y limitada vigilancia. Se sabe que se importan, pero se desconoce a dónde van y cuál es el destino final, indica Jacott.
Por ejemplo, entre 2018 y 2021 crecieron 121 por ciento las compras de desechos de plásticos, mezcla de residuos tóxicos y domiciliarios de Estados Unidos. Una vez que pasan las aduanas no hay registro de su destino, aunque se sabe que buena parte se utiliza como combustible en las plantas cementeras, que generan emisiones altamente contaminantes al aire, advierte la plataforma Colonialismo de la Basura Plástica en México.
Estados Unidos no es miembro del Convenio de Basilea de 1989, que regula el movimiento de desechos peligrosos y su eliminación, y el cual prevé que las importaciones sólo pueden hacerse desde los estados miembros.
En consecuencia, las importaciones de desechos peligrosos desde Estados Unidos son ilegales, indica la plataforma.
Existe un colonialismo de la basura, una forma de dominación y explotación e injusticia ambiental en países como México. Hay un movimiento transfronterizo de residuos peligrosos y plásticos de países desarrollados a otros que no lo son. “No son nuestros desechos; tenemos menos capacidad para reciclar y gestionarlos”, sostiene Jacott.
En tanto, Barreda destaca que desde 1994 México abrió las puertas a procesos contaminantes, como las megagranjas de puercos, la industria petroquímica y la automotriz, entre otros. Lo que se ha visto en este periodo es que crecieron represas y ríos con descargas fecales y químicas de las más grandes ciudades, señala.
Ríos y barrancas, dañados
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte “cuyo propósito era convertir al país en un paraíso exportador (industrial, agroindustrial y extractivo) e importador de mercancías destinadas al despilfarro urbano, transformó regiones enteras del territorio nacional en corredores urbano-industriales de libre superexplotación laboral y extracción ilimitada de recursos naturales”, agrega el especialista en la gaceta Contra-Tóxicos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
“No casualmente la mayor parte de los ríos y barrancas comenzaron a saturarse con todo tipo de descargas industriales, agroindustriales, extractivas o ligadas a diversos tipos de residuos urbanos. Mientras se levantaban por doquier colosales pirámides de diversos tipos de desechos municipales, hospitalarios o industriales”, indica el investigador.
Como parte de esos procesos, creció el uso de sustancias químicas en el país, uno de los mayores importadores, agrega y remite a revisar, entre otros, la actualización 2018-2020 del Inventario Nacional de Sustancias Químicas del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, donde se reconoce el alza en el uso de esos insumos: en 2009 había cinco mil 582, en 2013 eran nueve mil 489 y para 2020 fueron seis mil 144.
El reporte advierte que al marco regulatorio mexicano le falta fortalecer el manejo adecuado de los productos químicos para que se incorporen procesos homologados con otros países desarrollados, en especial con los socios comerciales.
El Estado manipuló los límites de carga tóxica tolerable en aguas, aires y suelos, advierte Barreda. “Los deterioros sanitarios ambientales hoy son inconmensurables y casi irreversibles en muchas regiones. Mientras, el dolor persiste y la paciencia de las comunidades afectadas y de algunos científicos que las han acompañado están a punto de agotarse”.
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