Pablo Moctezuma Barragán.
Según narran Carmen Lugo y Gracia Molina en su libro Mujeres en la Historia, Leonarda, fue una mujer del pueblo que nació en Monterrey en 1833. Su padre era un artesano a quien le gustaba mucho el campo y tenía la costumbre de llevar a sus hijos a pasear por todos los rincones de la región, disfrutando escalar, cruzar ríos y bosques donde probablemente jugaban a las escondidillas. De modo que desde pequeña se familiarizo con las rutas, escondrijos, accidentes geográficos de su región. Desde niña Leonarda y sus hermanos nadaban en las cascadas del Chipilin, recorrían la Sierra Mauricio, la Nogalera, el Cañón de las Adjuntas, o Potrero Redondo. Además, su papá les contaba historias y leyendas de la región por lo que en ella nació el amor a su tierra.
Un negro día, el 7 de julio de 1846 tropas invasoras estadounidenses ocupan las ciudades mexicanas de Monterrey y San Francisco, e inicia la ocupación estadounidense de California. Leonarda que era una niña de 13 años se indignó, como sucedió con toda su familia y su comunidad por la ocupación de los Yankis de su querida tierra mexicana.
Desde entonces se dio cuenta del peligro que representaban los invasores sobre México. Luego con dolor contempló cómo el gobierno traidor de Santa Anna colaboraba con Estados Unidos para que nos robaran más de la mitad de nuestro territorio. Años más tarde un 24 de junio de 1853. La Mesilla una región de 76.845 km² del actual sur de Arizona y el suroeste de Nuevo México fue vendida por el traidor López de Santa Anna a los gringos en un tratado firmado con el presidente estadounidense Franklin Pierce. Leonarda creció sufriendo estas agresiones contra México y deseando poder hacer algo para ayudar a su país.
Mientras tanto la joven creció, se enamoró y se casó, iniciando una nueva vida, pero lamentablemente queda viuda muy pronto y se ve obligada a buscarse la vida, a trabajar, en una sociedad en la que las mujeres que lo hacían no eran bien vistas. Ella trabajaba duro para salir adelante.
Pero llegó otro golpe del extranjero, la Invasión Francesa. El 29 de agosto de 1864 las fuerzas francesas toman Monterrey de 1864 para imponer el “Segundo Imperio Mexicano”. Durante dos años se luchó en la región que se llenó de sangre y lágrimas y de notables ejemplos de patriótico valor de parte de mexicanas y mexicanos. Hasta el año 1866 la plaza seguía ocupada por los franceses.
Leonarda quería colaborar en la lucha contra el ocupante entonces se presentó con el teniente coronel Antonio García que participaba en el Ejército Republicano quien, dado el conocimiento que tenía la joven de la región le encomendó servir como correo de los soldados mexicanos que defendían la región. Así Leonarda le hacía llegar importante información a los generales republicanos Francisco Garza Treviño, Tomás O Arce y Braulio García. Como ella estaba familiarizada con la geografía regional se movía con cuidado por rutas muy escogidas, incansable para hacer llegar los mensajes que hábilmente escondía en sus vestidos o en la carga que aparentaba transportar. Ella era muy hábil y cumplía puntualmente su cometido. Conforme fue acumulando experiencia y con gran audacia llevaba armas, parque, medicinas y la más valiosa información, sin importarle que arriesgaba su vida. Hábilmente supo llevar adelante su labor clandestina.
Pero llegó el día en que fue capturado un correo, quien después de ser torturado delató a Leonarda. La buscaron con rabia y determinación hasta que dieron con ella y la detuvieron. La amenazaron de muerte si no delataba a los patriotas. Simularon que iban a fusilarla, pero Leonarda se mantuvo firme y enfrentó las amenazas con gran dignidad y valentía. No les dijo una sola palabra a sus captores, ni les dio información alguna. No pudieron doblegarla.
La lucha llegó a su final en julio de 1867, el invasor Maximiliano y los conservadores traidores Miramón y Mejía fueron pasados por las armas. El pueblo mexicano se supo liberar bajo la hábil y tenaz conducción de Benito Juárez García. Una vez restaurada la República el Congreso de Nuevo León reconoce los méritos de Leonarda y le otorga una pensión, además de rendirle tributo y reconocimiento. Leonarda tuvo una vida difícil y murió joven a los 45 años de edad de 1878, pero su recuerdo sigue vivo, como un ejemplo de lo que las mexicanas pueden hacer por su país y por su gente.
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