MEXTEKI
La crisis del coronavirus detonó una gran crisis mundial que ya estaba a punto de estallar y venía gestándose desde 2018. Es sabido que en el capitalismo las crisis son recurrentes dada su naturaleza.
En las últimas décadas de capitalismo salvaje o neoliberal se desarrolló en un modelo basado en la total entrega a las corporaciones, al saqueo de los recursos humanos y naturales, a avasallar a todas las naciones y usar a los gobiernos para acumular ganancias a costa de servicios básicos como salud, educación, agua, transporte, etc.
Se impuso un modelo basado en la total apertura a la inversión extranjera, de acelerado endeudamiento, priorizando las exportaciones, dependiente del exterior hasta para las cadenas de producción. La conocida globalización que hace muy vulnerable a cada economía nacional ante los problemas de crisis en el exterior.
Ese modelo va a quedar exhibido y obsoleto luego de la actual crisis que va a ser profunda y duradera. Este sistema no se muestra ya capaz de subsistir por mucho tiempo, porque es un modelo que no se basa en un sano desarrollo integral de seres humanos y la naturaleza, sino en la destrucción de ambas en aras de la concentración de ganancias de las corporaciones. Es el momento en que la clase obrera y los pueblos redoblen su lucha por destruir este viejo y anacrónico sistema.
La alternativa es clara, no podemos depender de un mercado que siempre está en riesgo de colapsarse de sembrar el caos y la muerte, de un mercado que genera hambre y guerra, de un mercado que concentra la riqueza en unos cuantos y despoja a la mayoría. No podemos someternos al mercado, es este el que tiene que estar al servicio de las necesidades y el bienestar de la población. En el centro de todo debe estar el ser humano. La producción de bienes y servicios han de enfocarse al bienestar de la población y no a las ganancias de un puñado de corporaciones.
No podemos depender de los inversionistas, y menos de los inversionistas extranjeros que en unas horas vuelan y se retiran con sus riquezas, de inversionistas que chantajean para que se les otorguen todos los privilegios y ventajas, que exigen disponer del agua, las riquezas del suelo y subsuelo dejando devastación a cambio de unas pocas migajas. Que en lugar de invertir en la producción le apuestan siempre a la especulación y la ganancia fácil.
Es hora de cambiar de modelo a uno que se base en nuestros propios recursos, en desarrollar agricultura, servicios, industria de manera autosuficiente, es hora de luchar no sólo por la soberanía alimentaria y energética sino de la soberanía económica. Es hora de desarrollar integralmente la economía dejando el modo producción y la dependencia de un producto o una sola fuente de ingresos para el país, para impulsar una economía diversificada.
El desarrollo desigual entre ramas de la producción, entre regiones enteras, donde hay solo unos cuantos polos de desarrollo y zonas enteras marginadas, debe terminar. Es el momento de apostarle al desarrollo de cada localidad, cada municipio, cada región, al desarrollo nacional para estar parados en nuestros propios pies sin depender del exterior. Desde luego que el intercambio el mutuo beneficio entre todos los países del mundo es un complemento muy positivo al desarrollo interno, pero sin dependencias que están demostrando ser desastrosas. El factor de desarrollo principal debe ser el interno, el externo debe ser sólo el complemento.
Si aprovechamos nuestras materias primas y capacidad laboral para la industria propia, nuestra tierra y agua para la agricultura, desarrollamos nuestros propios servicios, producimos nuestra medicina, nuestras máquinas y herramientas, nuestros productos agroindustriales, sin que todo lo monopolicen las empresas extranjeras, si impulsamos nuestras propias fuentes de energía principalmente la renovable y administramos bien la no renovable. Si logramos que todos los mexicanos en condición de hacerlo trabajen y creen riqueza, que todos tengan oportunidades. Si desarrollamos nuestra propia tecnología, hacemos uso de nuestra capacidad técnica, y los talentos de millones de mexicanas y mexicanos, habrá un gran progreso.
Si en vez de corporaciones extranjeras que todo lo monopolizan se impulsan empresas estatales sociales al servicio de los productores nacionales y de los consumidores. Nuestra propia moneda en base a la plata (somos primer productor del mundo), nuestros bancos estatales y sociales que impulsen la producción, así como, los servicios y financien el desarrollo acompañadas por monedas locales, la economía puede tener una sólida base que no se vea tan afectada por acontecimientos en otros países.
Si todo el dinero que se paga para el servicio de la deuda y para el ipab- fobaproa se utiliza – luego de suspender pagos – para impulsar el desarrollo nacional y para fomentar la economía de las familias, localidades y municipios. Si se asigna dinero para que todos quienes estén en condiciones seamos productivos y se convierta en capital-semilla, para lograr que en cada lugar y región se impulse su vocación económica propia, y para diversificar nuestra economía produciendo las más variables mercancías y la sustitución de las importaciones que se pueden producir en nuestro suelo. Habrá bienestar para todos.
Si cambiamos nuestros hábitos de vida y consumo, centrándonos en lo mejor y más necesario, en actividades culturales y artísticas a todos los niveles, al cuidado prioritario del medio ambiente, a la alimentación sana, dándole la espalda al consumo superfluo y a la adquisición de mercancías banales, muchas de ellas extranjeras. Podremos tener una vida más armónica y satisfactoria.
El coronavirus que detonó la crisis económica y financiera muestra que el neoliberalismo que se estructuró sobre la base del individualismo, la marginación, la competencia salvaje, el autoritarismo, los privilegios, el verticalismo llevan a la destrucción, solo un modelo económico, político, social, cultural que lleve a la vida democrática o renovación democrática, a la integración social, al apoyo de todas y todos a cada uno y de cada uno a toda la sociedad puede construir las alternativas a la crisis. Y es claro que solo la soberanía y el socialismo pueden estructurar cabalmente ese nuevo modelo.
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