Por Izcuauhtli Paz
El desierto del Sahara es el más extenso y cálido del mundo, se interna unos 1.610 km en el continente, de norte a sur, y tiene una anchura de este a oeste de 5.150 km aproximadamente. El área total del Sahara supera los 9,1 millones de km2, de los que sólo 207.200 km son oasis parcialmente fértiles. El Sahara es un símbolo de Libia y del mundo árabe. Esta en el norte de África, se extiende entre el océano Atlántico al oeste y el Mar Rojo al este.
Es una planicie de rocas antiguas, las rocas subyacentes son del precámbrico, el viejo esqueleto de África, siendo las rocas más antiguas de la tierra, sobre las que se han depositado enormes masas de areniscas y calizas, los sedimentos de los mares cretácicos. Pero enormes extensiones de arenas y areniscas no son de origen marino, pues el mar nunca cubrió la parte oriental del Sahara, por lo que su origen es el propio desierto.
Debido a las características de los desiertos, se presentan tormentas de arena un fenómeno que se produce cuando una gran cantidad de arena seca es levantada y sostenida en suspensión por acción del viento. El viento debe ser fuerte y de ascensión, tras varios días de calor intenso. La arena es levantada hasta capas altas de la atmósfera, y cae cuando se enfría lo suficiente. Las tormentas de polvo severas pueden reducir la visibilidad a cero. La sequía y el viento contribuyen a la aparición de tormentas de polvo.
Este fenómeno dura alrededor de una semana y puede recorrer más de 10 000 kilómetros.
Cada año cientos de millones de toneladas de polvo se recogen de los desiertos de África y se transportan a través del Océano Atlántico. Ese polvo ayuda a construir playas del Caribe y es el mayor fertilizante natural de los bosques, principalmente en la región amazónica, pues es rico en carbonatos, nitratos, calcio, magnesio, entre otros componentes.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas partículas combinadas con una masa de aire caliente con muy poca humedad, contiene compuestos químicos y biológicos como hongos, bacterias, virus, esporas, ácaros, pesticidas, lo que hace que pueda causar daños en el sistema respiratorio. Y afectar la calidad del aire en América del Norte y del Sur, lo cual llegaría a ser un problema en esta pandemia de COVID-19.
El color del cielo puede cambiar debido a este suceso durante los meses de junio y agosto. Con frecuencia en la primavera y principios del otoño. El Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED), indicó que principalmente en verano se mueve una masa de aire muy seca y cargada de polvo en el Atlántico, el Mar Caribe, Centroamérica y el Golfo de México.
Desde el fin de semana pasado las nubes de polvo provenientes del Sahara han llegado a varios países de Centro América y el Caribe, como Puerto Rico, Venezuela o Cuba, y en el transcurso de la semana llegaron a México.
El órgano dependiente de la Coordinación Nacional de Protección Civil explicó que este suceso que ocurre cada año tiene un efecto directo en la cantidad de nubosidad y lluvias que se presentan, y en la Ciudad de México podrían generar mala calidad del aire.
Este año a diferencia de los demás este suceso es de suma importancia ya que puede afectar las vías respiratorias, causar alergias, sumado al COVID-19 hay que tener las medidas preventivas necesarias, el uso de careta, lentes protectores, no tocarse los ojos con las manos, utilizar ropa bien cubierta, cubrir alimentos y depósitos de agua, muy importante quedarse en casa en la medida de lo posible salir solo si es necesario. Las personas más vulnerables son adultos mayores, mujeres embarazadas, niños, personas con padecimientos respiratorios como EPOC, asma o COVID-19 padecimiento en el que habría que extremar precauciones.
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