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ÁNGELA PERALTA,  MEXICANA DE EXCEPCIÓN 


Pablo Moctezuma Barragán

Ángela nació en Tlalpan, cuando era un hermoso y tradicional pueblo, el 6 de julio de 1945. Su padre Manuel Peralta se distinguió en la lucha contra el invasor norteamericano en Molino del Rey el 8 de septiembre de 1847, combatiendo a los yankis con enorme valor, cuando la niña tenía dos años. En su familia fue educada en el amor a México. 

ÁNGELA PERALTA,

Su enorme fuerza de voluntad le abrió muchas puertas. En México para la mujer del siglo XIX era muy difícil salir adelante. Los obstáculos eran inmensos. Pero una mujer con la voluntad de Ángela Peralta Casteria, supo salir adelante, explotar su talento y llegar a ser una cantante soprano de fama nacional y mundial. En Europa la llamaban “El Cenzontle Mexicano” y en Italia era conocida como “Angelica di voce e di nome” (una Ángela por su voz y por su nombre). Todavía no llegaba a los 20 años y ya había conquistado los principales escenarios de la vieja Europa. 

Comenzó a estudiar solfeo a los cinco años, con su profesor Manuel Barragán y cuando tenía seis años escuchó cantar la famosa soprano alemana Henrietta Sontag que vino a presentarse a México a la niña le gustó tanto que comenzó a imitar a la diva y poco a poco comenzó a gustar a todos y a causar admiración. Se llegó a enterar la soprano y enojada exigió conocer a su imitadora para sorprenderse mucho al ver su edad y como incluso la imitaba hasta en sus gestos teatrales. La alemana le pronosticó a la pequeña niña mexicana que iba a ser una cantante de nivel mundial y recomendó que la llevaran a estudiar a Italia. 

Alentada desde niña se empeñó en educarse, en efecto a los quince años ya hablaba italiano y francés y, por otro lado, buscó cantar en público cada que tenía oportunidad. Convenció a su papá a que la mandaran a clases de canto y estudió con el destacado maestro Agustín Balderas. A los ocho años fue muy aclamada cuando cantó la cavatina Belisario de Gaetano Donizetti. Luego siguió estudiando en el Conservatorio Nacional de Música de México. A los quince años debutó cantando “El Trovador de Verdi” en el Teatro Nacional, con tanto éxito sus resonancias llegaron a Europa donde se interesaron en invitarla por aquellas tierras a cantar en sus funciones de ópera. 

La jovencita de 17 años se fue a Europa donde realizó una larga gira hasta que el 13 de mayo de 1862 debutó en la Scala de Milán donde impactó tanto que con las ovaciones su público la obligó 32 veces a salir a escena. El público la recibía de pie y los aplausos duraban minutos actuó en Roma, Turín, Florencia, Bolonia, Lisboa, Alejandría, Génova, Nápoles, San Petersburgo, Madrid, Barcelona y El Cairo durante 1863, 1864 y gran parte de 1865.  Se hizo de fama ganándose el título del “Ruiseñor Mexicano” y se decía que llegó a ser la mejor cantante del mundo. Tenía grandes ofertas y jugosos contratos en Europa, pero ella sacrificando fama y dinero prefirió regresar a su querido México lindo, donde su triunfo provocó gran interés por la ópera, aún entre las clases populares, siempre ávidas de cultura. 

Regresó a su país en 1865. Y en México se le recibió con indescriptible entusiasmo, las multitudes la aclamaban desde Veracruz hasta México, a lo largo de 400 kilómetros. En Texcoco la recibieron con arcos de flores y desengancharon su carroza, para luego ser empujado su transporte por el pueblo hasta el centro de la ciudad. Mucha gente la siguió desde Veracruz y en la Ciudad de México se le recibió como una heroína y fue acogida con frenesí no solo por los músicos, también por la población en general. Entre su repertorio favorito cantó La sonámbula, I Puritani de Bellini, Martha de Friedrich von Flotow, Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini, Lucia di Lammermoor, La fille du régiment, L'elisir d'amore de Gaetano Donizetti, Il trovatore y La Traviata de Giuseppe Verdi. La temporada continuó hasta abril de 1866. 


Fue celebrada la veinteañera por el presidente Benito Juárez y la cantante llegó a cantar I Puritani de Vincenzo Bellini «a beneficio de la guerra contra los invasores» en el puerto de Veracruz. Interesada por llegar a diversos rincones de su Patria realizó presentaciones en Guanajuato, León, San Francisco del Rincón. En Guadalajara inauguró el Teatro Degollado y de ahí se dirigió a Veracruz a apoyar a los republicanos, luego de que por sus compromisos artísticos se vio obligada a cantar en el Teatro Imperial con la presencia del invasor Maximiliano y su ambiciosa esposa Carlota. Lamentable, eran gajes de su oficio y de la agenda artística que tenía la joven e inexperta soprano. 

En 1867 partió de nuevo a Europa, y se presentó en Italia y España. En Madrid, contrajo matrimonio con su primo hermano y literato Eugenio Castera lo cual significó su declive pues su marido la sujetó en casa donde se dedicó a componer pequeñas piezas.  

Después de cuatro años y medio, regresó a la Ciudad de México el 6 de mayo de 1871. Ahí estrenó la ópera Guatemotzin de Aniceto Ortega de Villar el 13 de septiembre de 1871. Luego de la derrota de la invasión francesa, el Teatro Nacional de México había recuperado su nombre, porque el usurpador Maximiliano le había nombrado Teatro del Imperio. El gran intelectual Justo Sierra, impresionado por su voz le dedicó un poema.  

De 1872 a 1874 estuvo de regreso al Viejo continente, apareciendo otra vez en Italia donde era muy bien acogida. Luego emprendió una tercera gira por Europa. En París tuvo que dedicarse a cuidar a su marido Castera que al parecer tenía una enfermedad mental, muriendo él en marzo de sea año.

Peralta regresó a México en 1877. Después de un periodo de luto se dedicó a organizar el estreno del Requiem de Giuseppe Verdi y de la ópera Gino Corsini de Melesio Morales. Se enamoró de su administrador el escritor Julián Montiel y Duarte, quien publicó su álbum Musical de Ángela Peralta, que contiene 15 composiciones de ella. Luego de muchos galanteos, se hicieron amantes lo que causó un gran escándalo en la sociedad puritana del siglo XIX. 

Tenía ofertas en Europa y pudo haber optado por firmar contratos millonarios, o simplemente gozar de la fama y el dinero que ya tenía. Pero Ángela ansiaba hacer gozar a su público mexicano, recorrer su país, promover la ópera entre el pueblo llano, se cuenta que en una ocasión un anciano se le acerca y le dice: “Luego de escucharla, puedo morir en paz”. Esa noche, el anciano muere plácidamente en cama. Había oído cantar a Ángela Peralta, El Ruiseñor Mexicano, y su espíritu se había colmado. Optó María de los Ángeles Manuela Tranquilina Cirila Efrena Peralta Castera -que era su nombre completo - por realizar una gira en el interior de México. Viajó por el norte de la República mexicana. Se presentó en Querétaro, Celaya, Aguascalientes, Zacatecas, Guanajuato, San Luis Potosí y Morelia, en el Teatro Progreso de Monterrey, en Saltillo, Durango y La Paz. Al llegar a Mazatlán cantó Il trovatore y Aída, pero trágicamente fue víctima de una epidemia de fiebre amarilla.

En Mazatlán había una epidemia de gripe que había afectado a toda la población llegando a estar 4000 personas en cama a la vez. Luego de que dos buques provenientes de Panamá trajeron la fiebre amarilla que a mediados de agosto hizo estragos en el Puerto. A pesar de que Ángela podía haber suspendido la gira. Llegó a Mazatlán el 22 de agosto y cumplió su primera presentación, pero fue presa de la epidemia de la fiebre amarilla. De su compañía de 80 miembros murieron 74. Junto a Ángela Peralta murió el director Sr. Pedro Chávez Aparicio, el Tenor Absoluto Sr. Fausto Belloti, el Tenor Primero Sr. Pánfilo Cabrera, el contador Sr. Agrícola Armendáriz. Del coro murieron Sofía González de Corona, Sra. Petra Escalante, Sra. Jovita Salinas, Sr. Félix López, Sr. Enrique Ruiz y Campa, y el Sr. José Loreto. Afortunadamente uno de los sobrevivientes fue Juventino Rosas. 

Agonizando en el cuarto número 10 del Hotel Iturbide donde murió, contrajo nupcias in articulo mortis con Julián Montiel y Duarte, falleció el 30 de agosto de 1883 a la edad de 38 años. Sus restos mortales fueron trasladados a la Rotonda de los “Hombres” Ilustres en abril de 1937. La rotonda ahora se llama Rotonda de las Personas Ilustres, así se siente más cómoda Ángela. Es de tomar muy en cuenta que Ángela, en vez de quedarse en Europa a gozar de fama, riqueza y gloria, optó por entregarle a México su arte y su vida. 


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