Valentina Galeana
Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México se consideraba así misma y se recordó como chiapaneca ya que en ese Estado vivió su infancia interesándose por los pueblos originarios de la zona. Cabe resaltar que fue la primera feminista entre las escritoras mexicanas que con vigor y precisión aunada con una sensualidad se convirtió en una de las primeras mujeres que, a través de la escritura, se hizo visible dentro de la cultura machista, su familia perdió buena parte de sus tierras en Chiapas por el reparto agrario promovido por el General Lázaro Cárdenas tiempo después se mudaron a la Ciudad de México.
Rosario estudió filosofía y letras a nivel de maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México donde después enseñó, trabajó para el instituto chiapaneco de cultura y el instituto nacional indigenista. Nunca se limitó a labores administrativas siempre trato de impulsar la cultura entre otras actividades complementarias dirigió una compañía de teatro guiñol escribiendo los guiones.
Recibió una beca para dedicarse a la escritura en 1954, siempre se interesó por reflejar los problemas y el sentir de su pueblo, con el que se identificó profundamente, publica su primera novela tres años después, le dieron reconocimientos y premios internacionales, es una de las escritoras mexicanas más reconocidas a nivel nacional e internacional. Combinó su labor creadora con la promoción cultural, la docencia, el periodismo, y la diplomacia incursionó con éxito en la novela, el cuento, la poesía y la dramaturgia. Obras como Balùn, Canàn, Oficio de Tinieblas, Álbum de Familia.
La autora cultivó con empeño y rigor la escritura creativa y periodística dejó un sinnúmero de colaboraciones en periódicos y revistas. En su época no recibió la atención que merecía, sin embargo, después de su muerte los estudios sobre su obra, el reconocimiento de sus ideas y compromisos, el interés de los lectores por sus libros siempre va en ascenso.
Rosario Castellanos falleció el 7 de agosto de 1974 con tan solo 49 años en Israel, donde se desempeñaba como Embajadora de México, fue electrocutada en lo que se presentó como un extraño accidente doméstico, pero bien pudo ser un asesinato puesto que daba su apoyo al pueblo palestino. Sus restos descansan en la Rotonda de las personas ilustres, escuelas y bibliotecas llevan su nombre.