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Canadá: La agenda inoportuna del gobierno de Carney: Ruinoso presagio de invitar a Carlos III a pronunciar el discurso del trono


Imágen: TML. Traducción: La escencia de la democracia del rey y su orden constitucional es preservar el dictado de quienes  tienen el poder y el privilegio por encima del pueblo.
Imágen: TML. Traducción: La escencia de la democracia del rey y su orden constitucional es preservar el dictado de quienes  tienen el poder y el privilegio por encima del pueblo.

TML en las noticias 30 de mayo 2025


Invitar a Carlos III a pronunciar el Discurso del Trono el 27 de mayo para inaugurar oficialmente el 45º Parlamento fue un insulto al pueblo canadiense, a la nación quebequense y a los pueblos indígenas. No importa lo que piensen Mark Carney y los aduladores de la monarquía británica, la monarquía representa los crímenes del colonialismo británico en Canadá y en todo el Imperio Británico. Los canadienses rechazan el objetivo del estado anglo-canadiense constituido en 1867 por orden del Parlamento Imperial Británico, que permaneció sin cambios cuando la Constitución de 1867 fue "patriada" en 1982 y declaró la Constitución de 1982 sin la autorización de Quebec, que hasta el día de hoy se promociona como una "nación fundadora".


Cuando el Primer Ministro Mark Carney anunció a la prensa que su Rey aceptaba su invitación para visitar Canadá y leer el Discurso desde el Trono, lo calificó como "un honor histórico que coincide con el peso de los tiempos". La visita del Rey "subraya claramente la soberanía de nuestro país", añadió.


Ese fue su primer error, ya que no subraya nada de eso. La concepción imperialista angloamericana de la soberanía de Carney no se ajusta a las aspiraciones de los canadienses de que Canadá sea una república independiente que sea un baluarte de la paz, la libertad y la democracia tal como ellos la entienden. Alabar al rey como símbolo de la soberanía de Canadá fue el primer error de Carney y a partir de ahí todo será cuesta abajo. Hace que el contenido de su dominio según las premisas imperialistas angloamericanas sea el foco de atención en el próximo período, lo que no le irá bien ni a él ni a ninguno de sus compinches. En este sentido, este gesto de Carney es una señal de que se están acumulando nubarrones que los pueblos de Canadá, Quebec y los pueblos indígenas deben evitar a toda costa. [1]


Las instituciones de la democracia liberal impuestas por los colonialistas británicos están en crisis precisamente porque siguen marginando al pueblo. El único papel que las instituciones democráticas liberales asignan al pueblo es votar por los representantes de la persona del Estado a la que juran lealtad y luego ser espectadores, destinados a ser impotentes para efectuar el tipo de cambio que la sociedad requiere.


Sacar al Rey al Rey a abrir el Parlamento muestra cuán divorciado está Mark Carney de lo que el conjunto de relaciones entre humanos y humanos y entre humanos y naturaleza está revelando, que es la necesidad de empoderamiento del pueblo para resolver los problemas que enfrentan la economía y la humanidad. Se equivocan los que se creen superiores porque han usurpado posiciones de poder y privilegio para imponer las ideas dogmáticas que deseen.


El Discurso del Trono es el producto de las creencias dogmáticas de Carney, según las cuales las recetas económicas recicladas darán nueva vida a una economía asolada por la crisis. Sus valores civilizatorios no rejuvenecerán a la nación porque son fascistas y los canadienses nunca los aceptarán.


Nota


1. La concepción británica de la soberanía emana de la época medieval, según la cual el monarca fue ordenado por Dios para representarlo sobre su "pueblo elegido". Una vez que los poderes absolutos del rey fueron limitados por el Parlamento después de la Guerra Civil Inglesa en la década de 1660, la revolución democrática comenzó con un gobierno que consagró los derechos de propiedad en lugar del derecho divino y descartó el oscurantismo clerical medieval en favor de una perspectiva jurídica que imponía el estado de derecho consagrado en instituciones que,  sin embargo, permitieron que el Jefe de Estado y sus gobiernos ejercieran poderes de "reserva" y "prerrogativas". Se dice que la persona del estado encarna el poder supremo sobre todos los asuntos relacionados con la guerra y la paz.


Algunos países europeos se convirtieron en monarquías constitucionales, mientras que otros se constituyeron como repúblicas, pero en ambos el nombre de "el pueblo" se usa en vano, equiparado con el Estado-nación europeo constituido, no con los pueblos tal como se identifican en el curso de su lucha por afirmar su derecho a ser humanizando el entorno natural y social ellos mismos.


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