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COMO SE FORJÓ UNA LEONA

Pablo Moctezuma Barragán Leona nació en la Ciudad de México, en pleno dominio español durante la colonia. Todavía la mujer era marginada, el país saqueado e imperaban las tradiciones de opresión nacional, social y de género. Pero como fue hija única del matrimonio de sus padres recibió toda la atención, no había un hermano varón que ejerciera el “mayorazgo” y así aprendió a mandarse sola, algo inusual en la época.


Leona Vicario

Nació en “pañales de seda” puesto que su padre, Gaspar Martín Vicario fue un rico comerciante. Su origen español y situación de privilegio, así como, su trabajo tenaz le permitió enriquecerse y ganar posiciones. Se ufanaba de haber alcanzado los cargos de familiar de número del Santo Oficio de la Inquisición, regidor honorario de la “nobilísima ciudad de México” cónsul del Tribunal de Mercaderes y conjuez de alzadas del Tribunal de Minería y así, se convirtió en un prominente potentado. Como español tuvo todas las oportunidades y privilegios que aprovechó debidamente. Aunque los “honores” que recibió Don Gaspar en realidad significaban los de ser delator, informante y participe de una red de espionaje al servicio del tétrico Santo Oficio pues ese es lo que hacían los “familiares de la Inquisición”. Esta actividad además los protegía de ser perseguidos por la temible Inquisición y les traía un beneficio económico, a cambio de servir permanentemente a la siniestra institución. Esta posición implicaba, además, el reconocimiento por parte de la Corona de su “limpieza de sangre” como decían a quienes no tenía sangre indígena, negra o mestiza sino únicamente peninsular. El racismo que impusieron los colonizadores era brutal. Además, tenían privilegios como el de portar armas. El padre de Leona, como Cónsul del Tribunal de Mercaderes, participó y fomentó el monopolio del comercio interior y exterior del virreinato, formaba parte de un cuerpo que daba prioridad a la mercancía importada de España, tenía todo el control y hasta podían recurrir a la fuerza pública para imponer sus decisiones, podían también excluir comerciantes que no aprobaban o que no tuviesen la fortuna suficiente para pertenecer a la élite. De hecho, despreciaban a los pequeños comerciantes. Además, muchas veces negociaban entre ellos para mantener los precios altos. Este monopolio español implicaba la prohibición del comercio con Latinoamérica, aunque eran virreinatos españoles, pero la Corona quería que todos fueran dependientes directamente del Imperio Español. Y como conjuez de alzadas del Tribunal de Minería Gaspar Martín pertenecía a la élite minera y sabía de los descubrimientos, propiedades, problemas de las minas y juzgaban los crímenes y las rebeliones de los trabajadores mineros. Los desobedientes podían recibir penas como la mutilación y la cárcel. De modo que, debido a las actividades de su padre, Leona pudo conocer a fondo el funcionamiento de la administración colonial, constatar la enorme explotación de gente y recursos, así como, de las artimañas del mal gobierno para dominar la situación. Contemplo como se favorecía a España y a su gente y se impedía un desarrollo sano de nuestra nación. Desde niña tuvo acceso en las pláticas familiares a información privilegiada, lo que en su espíritu sensible la llevo a juzgar a fondo la situación de su país y de su gente. Su madre Camila Fernández nació en Toluca, provenía de una familia de Texcoco que presumía descender de Ixtlixochitl. Deberían de haberse avergonzado porque ese personaje traicionó a su pueblo y a su familia pues, se unió a Hernán Cortés, convirtiéndose en un personaje nefasto durante la invasión española. Leona como niña despierta, curiosa e hija única de padres ilustrados recibió una educación muy esmerada, que ella aprovechó con gran inteligencia, curiosidad y afán de aprender de todo, a diferencia de la aplastante mayoría de las mujeres de su época que vivían en la ignorancia. Las niñas “bien nacidas” como Leona, eran educadas para coser y bordar, aprendían a cantar y a bailar en las fiestas de sociedad “para pescar un buen marido”, sabían de repostería, aprendían a leer para estudiar devotamente el catecismo y recitar sus oraciones día y noche todos los días. Como niña rica “para lucir en sociedad” pudo aprender latín, inglés y francés lo que en un espíritu como el de Leona se convirtió en un arma que le abrió paso en medio de la obscuridad que la rodeaba. La inquieta niña aprendió muy chica a escribir y su papá le puso profesores de matemáticas y filosofía. Además, era muy creativa, estudió dibujo y pintura con un afamado pintor novohispano de apellido Tirado. Había nacido el 10 de abril de 1789, año del triunfo de la Revolución Francesa. Nadie se imaginó que esa pequeña bebé iba a ser una revolucionaria activa, de primer orden. Le pusieron Leona sin imaginar que iba a ser una audaz guerrera toda su vida y que no se les pudo ocurrir un apelativo mejor para ella. Nadie imaginó que la niña que leía francés e inglés se iba a alimentar de la literatura subversiva de la época. En 1776 en Estados Unidos, país vecino, había expulsado a los colonizadores ingleses, derrocado la monarquía y establecido una República. La influencia de la Ilustración francesa y de la Independencia Norteamericana llegó hasta estas tierras, dándole ideas de libertad y soberanía a la generación de Leona. Fue apadrinada en su bautizo por el hermano de su mamá don Agustín Pomposo Fernández de San Salvador quien era un fiel vasallo del gobierno virreinal y conservador a lo largo de sus 85 años de vida. No sabía que su querida ahijada “le iba a sacar canas verdes” durante su agitada vida. Su padre tuvo un primer matrimonio, al morir su esposa dejó huérfanas a dos medias hermanas de Leona que se llamó María Luisa, quien se casó con un marqués: Antonio Guadalupe Vivanco. Su otra media hermana se llamó María Brígida y terminó enclaustrada en España en un convento de Carmelitas Descalzas.           Leona tuvo la desgracia de quedar huérfana en 1807, cuando apenas tenía 18 años y heredó toda su fortuna. Como era una mujer joven su tío Pomposo se convirtió en su tutor. En la colonia la mujer siempre tenía que estar sujeta al marido, al padre o a un tutor. Su tío 30 años mayor que ella era un abogado prestigiado, doctor en Cánones, profesor del Colegio de Abogados y en 1802 rector de la Real y Pontificia Universidad de México, puesto que ocupo tres veces. Además, Agustín Pomposo colaboró con la Real Audiencia de México y fue asesor del regimiento provincial en Nueva Galicia. En 1809 luego que los españoles le dieron golpe de Estado al virrey Iturrigaray para evitar que el Ayuntamiento asumiera la Soberanía, el virrey espurio Pedro de Garibay lo nombro alcalde de la Corte de la Audiencia, puesto que no aceptó y en 1812 fue vocal de la Junta de Censura y teniente de policía. Al entrar la Constitución de Cádiz fue nombrado juez de letras. De modo que el señor era uno de los más importantes funcionarios del régimen realista. Un individuo bien relacionado en las más altas cupulas de poder opresos y fiel servidor de éstas. Don Agustín Pomposo tuvo un hijo llamado Manuel y cuatro mujeres, vivía con su mamá y abuela materna de Leona, doña Isabel Montiel. Apoyó la causa realista como escritor de panfletos contra los insurgentes, entre ellos destacan: “Las fazañas de Hidalgo, Quixote de nuevo cuño, facedor de tuertos”, “La América en el trono español” y “Desengaños que a los insurgentes de Nueva España seducidos por los francmasones agentes de Napoléon, dirige la verdad de la religión católica y la experiencia”. Irónicamente en su familia y entorno crecía la rebeldía, en efecto, su hijo Manuel, su sobrina Leona Vicario y su discípulo Andrés Quintana Roo se fugaron para unirse a la causa independentista en 1812. Por el año de 1807 una epidemia de influenza afectó a toda América; causó una terrible mortandad y se llevó la vida de millares de personas en la Nueva España, entre ellos a la madre de Leona dejándola huérfana porque su padre había muerto antes. Doña Camila murió el 9 de septiembre de 1807 de esa enfermedad contagiosa, ella dispuso que al fallecer se quemaran muebles y ropa y que, Leona se cambiara a otra casa, para no tener riesgo de contagio. Un joven de unos 25 años, Octaviano Obregón la pretendía desde hace tiempo y Leona le correspondía a este galán. Antes de morir, doña Camila sentía que Octaviano podía ser un marido adecuado para su hija porque era un hombre de gran prestigio social, Oidor Honorario de la Real Audiencia, y su familia, oriunda de León, Guanajuato, se dedicaba con gran éxito a las empresas mineras. Pensaba que este joven “de mucho futuro” le convenía a Leona, por lo que le pidió a la pareja que firmaran unas capitulaciones matrimoniales, que era una promesa de matrimonio. Así sentía que dejaba a su hija protegida y bien cuidada. Por otra parte, sus medias hermanas ya tenían la vida resuelta, una de ellas casada con un marqués y la otra enclaustrada en un convento. Luego de la muerte de su mamá, buscaron Pomposo y ella una casa donde pudiesen vivir dos familias y ella se mudó con toda su servidumbre, de su casa en la calle del Ángel a la Calle Don Juan Manuel 19, hoy calle República del Uruguay, lugar donde encontraron una casa que dividieron en dos, así vivirían en espacios conjuntos ella y la familia de Don Agustín Pomposo, quien era el hermano mayor de su mamá y tutor de Leona. Ella, independiente como era vivía sola, pero al lado de su tío, abuela y primos. En esas condiciones la relación con su querido primo Manuel se estrechó mucho. Manuel y Leona eran sensibles a la realidad que vivía el pueblo. Leona como “buena cristiana” dedicó mucho de su esfuerzo en ayudar a personas vulnerables, A darles clases de religión y apoyarlos materialmente. Esta cercanía con personas muy pobres le abrió los ojos a la realidad que la rodeaba y a la situación de la mayoría del pueblo. Además, aprendió a comunicarse y relacionarse con la gente. Manuel y Leona sentían que vivían en una burbuja de lujos y querían romperla para acercarse a una sociedad que sufría. También por su parte, el novio, Octaviano, había desarrollado ideas patrióticas y sociales puesto que era hijo de Ignacio Obregón quien además de ser el hombre más rico de El Bajío, era de ideas avanzadas y rebeldes participando en las reuniones que empezaron a sostener los criollos para liberarse de España. Octaviano también despertó a las nuevas ideas. Corría el año 1808 que fue muy convulso y lleno de acontecimientos, mismos que Leona, Manuel y Octaviano seguían con pasión. La Francia de Napoleón invadió España y éste nombró “Rey” a su hermano José, muy conocido como “Pepe botellas” por borracho. Al crearse un vacío de poder en España, en sus colonias comenzó un movimiento para reconocer que en ausencia del “soberano”, la soberanía debería recaer en el pueblo. En la Ciudad de México, el Ayuntamiento proclamó la soberanía el 16 de julio de 1808 para contar con un gobierno autónomo siendo su promotor Francisco Primo Verdad, apoyado por Francisco Azcarate, Melchor Talamantes y otros. El virrey José Iturrigaray se mostró ambiguo ante el dilema que se presentaba y no reprimió a los soberanistas, por lo que los españoles comandados por Gabriel Yermo, durante la noche del 15 de septiembre lo sorprendieron en sus habitaciones, lo secuestraron y dieron un golpe de Estado, encarcelando a Primo Verdad, Talamantes y Azcárate. Fueron sacrificados, Primo de Verdad asesinado en el Palacio del Arzobispado y Talamentes juzgado y enviado a morir a la tétrica prisión de San Juan de Ulua. Estos acontecimientos cimbraron el mundo de la capital e impresionaron vivamente a Leona y Manuel, así como a la familia de Octaviano. Durante la crisis política el futuro suegro Don Ignacio apoyó al virrey José de Iturrigaray siendo herido el 15 de septiembre de 1808 durante el violento golpe que orquestó Yermo siendo herido gravemente en el ataque y golpe de estado orquestado por los hispanistas, muriendo a consecuencia de ello poco después en Guanajuato. Octaviano quedó desolado y furioso, él, sus correligionarios y todos sus once hermanos. Los españoles actuaron como fieras y a traición, esto inclinó a Leona, Octaviano y a Manuel a apoyar con mayor fuerza la causa de la Soberanía. En esos días tanto en casa de Agustín Pomposo, como en el entorno del novio y sus amigos y familias no se hablaba de otra cosa. Leona escucho los argumentos de ambos lados y se convenció que la razón estaba del lado de quienes buscaban libertad e independencia. A pesar de ello nunca rompió con su tío, a quien le tenía gran cariño y respeto, a pesar de la diferencia diametral de ideas. Octaviano siguió con su actividad de abogado, minero y militar también logrando obtener el rango de coronel. Estaba a punto de casarse con Leona Vicario. Sin embargo, sucedió algo extraordinario; en diciembre de 1810 Octaviano viajó a España pues fue nombrado diputado en representación de la provincia de Guanajuato a las Cortes de Cádiz, que se convocaron en medio de la revolución popular en España contra los invasores franceses. Participó Octaviano y perteneció a diversas comisiones. Murió pronto, en 1815 y el matrimonio nunca se consumó. Pero la semilla de la rebeldía ya había germinado en el corazón y la mente de los primos Leona y Manuel. Un mundo viejo moría, en medio de feroces convulsiones. Un futuro para México se abría, claramente a los ojos de la muchacha. Ella optó por la vida, no por la muerte, por su Patria, no por el Imperio colonial, por las ideas de libertad no por el obscurantismo patriarcal. Por la participación decidida de la mujer y no por su sometimiento.  Por la lucha arriesgada, no por la comodidad de sus privilegios. En esos momentos Leona se convirtió en mujer plena, se volvió una Leona dispuesta a combatir y a vencer.

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