La Columna Arthur González (Heraldo cubano)
24/06/2024
Artur González / Heraldo Cubano.- Desde Miami, un periodista de origen cubano que ha hecho carrera gracias a la Revolución, hizo un programa del 17 al 21 de junio del 2024, titulado “La Isla de los espías”, exhibido en la televisión de esa ciudad con el propósito de acusar a Cuba de sembrar el espionaje en Estados Unidos y constituir una “amenaza” a la seguridad nacional.
El periodista ocultó con premeditación, que Cuba ha sido el nido del espionaje yanqui, incluso mucho antes del triunfo de Fidel Castro en 1959 y es realmente la Isla más espiada del hemisferio occidental, algo que recoge la historia y no se puede negar.
Una carta del secretario de Estado yanqui, John Quincy Adams, fechada el 29 de abril de 1823, dirigida al agente Thomas Randall, enviado a La Habana con la misión de espiar para el gobierno de los Estados Unidos, dice entre otras interesantes cuestiones:
“Durante su estancia en la Isla de Cuba, usted comunicará privadamente en notas confidenciales a este Departamento, todas las informaciones que le sean dable obtener, respecto a la situación política de la Isla, a las miras de su Gobierno y a los sentimientos de sus habitantes […]”
Tampoco se dice una palabra que, en los años 50 del siglo XX, la Estación CIA en La Habana estaba integrada por más de 24 oficiales CIA, del FBI y la inteligencia militar, quienes que ocupaban diferentes cargos diplomáticos, permitiéndoles reclutar agentes en las diferentes esferas de la vida política, económica y militar cubana, para obtener informaciones de interés para Estados Unidos. Además, enviaron a varios oficiales como supuestos empresarios y comerciantes para moverse libremente en todo el país y conocer directamente la situación del entramado social.
Entre aquellos oficiales con cobertura no diplomática (NOC) estaba David A. Phillips, especialista en guerra psicológica que participó en 1954 en las actividades de la CIA contra Jacobo Árbenz en Guatemala. En 1958 fue enviado a Cuba para dirigir una campaña de guerra psicológica de desprestigio contra el movimiento revolucionario, desde una agencia de relaciones públicas. En 1961 ese oficial CIA orientó el asesinato a Fidel Castro.
La CIA utilizó ampliamente la colonia de ciudadanos estadounidenses en Cuba, entre ellos Edmund Moranskie, residente en La Habana desde antes de 1959, empresario de la distribuidora cinematográfica Columbia Pictures; Frank Clark Emmick, presidente del Club Americano y empresario de la firma COMARCU, dedicada a la exportación de mariscos, el ganadero Lawrence Kirby Lunt, Geraldine Shamma y Warren Payne, entre muchos.
En 1956 la CIA celebró en La Habana su reunión anual de los jefes de Estaciones de América Latina, porque Cuba la consideraban su neocolonia.
¿No sabe el periodista miamense que Allen Dulles, director de la CIA de 1953 a 1961, visitó la Isla y orientó crear el Buró para la Represión de Actividades Comunista (BRAC)? El secretario general de ese órgano fue el teniente coronel Mariano Faget Díaz, y los oficiales que lo integraron recibieron entrenamiento y medios de sus homólogos yanquis.
Lyman Kickpatrick, 1er inspector de la CIA, visitó la Isla en tres oportunidades para evaluar in situ la situación política de Cuba y el apoyo real del pueblo al movimiento contra el dictador Fulgencio Batista.
Los oficiales de la CIA y el FBI, Charles Wilson, John Watcher, Elton Vaughan, radicados en la Estación CIA en La Habana, colaboraban con los órganos represivos de la tiranía, e incluso portaban documentos como miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y del Buró de Investigaciones (BI).
William A. Morgan y John M. Spiritto, llegaron a Cuba en 1958 con la misión de integrar el Frente Nacional del Escambray y reclutar entre sus integrantes, como hicieron con Eloy Gutiérrez Menoyo y otros más. Por su parte, la Estación en La Habana orientó al oficial Robert Wichea, con fachada de vice cónsul en Santiago de Cuba, penetrar al movimiento 26 de Julio. En agosto de 1958 la CIA envió a la Sierra Maestra al oficial Frank Sturgis y al agente Pedro Díaz Lanz en una avioneta con armas, como justificación para acercarse a Fidel Castro.
Después del triunfo revolucionario, la Estación en La Habana desarrolló un amplio trabajo a nivel nacional y sus oficiales organizaron los primeros grupos contrarrevolucionarios, siendo sorprendidos y detenidos los oficiales del FBI, Edwin L. Sweet y William, G. Friedman, mientras entrenaban en una casa particular ubicada en el reparto Miramar, a varios elementos para la ejecución de acciones subversivas.
Los agregados militares de la embajada yanqui, coronel Erickson S. Nichols y el mayor Robert Van Horn, promovieron un plan para hacer estallar la refinería de petróleo Ñico López y la planta eléctrica de Tallapiedra, ambas en la rada habanera, así como otros para asesinar a Fidel Castro.
¿Por qué no se habla en ese trabajo periodístico de Miami que pretende acusar a Cuba de hacer espionaje en Estados Unidos, de las acciones que ejecutó la CIA desde 1959 contra la Revolución para afectar la seguridad nacional?
Dos casos que merecen ser llevados al cine, fue la instalación por oficiales de la CIA de micrófonos de última generación, en la sede de la agencia de prensa china SINJUA en 1960 y en los locales que supuestamente ocuparía la nueva embajada soviética en La Habana.
En el primer caso, los técnicos de la CIA fueron sorprendidos in fraganti, cuando barrenaban el piso del apartamento de los altos de la agencia china y pasaban los micrófonos, los que serían accionados remotamente desde otro lugar. La CIA envió a La Habana con visa de turista, al jefe de su división técnica del hemisferio occidental, junto a personal calificado, al que se sumaron otros oficiales ubicados en la embajada. Los supuestos turistas fueron sancionados y encarcelados; los “diplomáticos” expulsados de Cuba.
En el segundo caso, enviaron un equipo técnico que instaló subrepticiamente los micrófonos en el penthouse del Hotel Rosita de Hornedo, hoy corporación CIMEX, que se activarían desde un apartamento del edificio aledaño, propiedad de un cubano reclutado por ellos.
Esa injerencia yanqui pudo afectar la seguridad nacional de Cuba, al pensar la parte extranjera que era una actividad de los órganos de seguridad cubana.
El oficial CIA Philip Agee, en su libro “Inside The Company, CIA Diary”, expone informaciones de las operaciones realizadas por la DTS y la CIA en América Latina y en las embajadas e instalaciones cubanas después del triunfo revolucionario.
Planes de la CIA desclasificados, demuestran su accionar contra Cuba, entre otros:
“Plan para la defección de altos funcionarios gubernamentales cubanos, con el fin de dividir el régimen desde dentro”.
“Acciones encubiertas y de engaño, para ayudar a dividir el régimen comunista en Cuba, con el apoyo de los departamentos de Defensa, de Estado y el FBI”.
“Operaciones para iniciar un movimiento popular contra la Revolución”.
“Desplegar un programa de recolección encubierta de inteligencia, de requerimientos estratégicos de Estados Unidos y de otras necesidades operativas”.
“Acciones de propaganda para estimular sabotajes y otras formas de resistencia pasiva y activa”.
“Estimular la desafección en los centros de poder militar y otros”.
“Apoyar a grupos anticastristas en la ejecución de estas acciones”.
En el material miamense, ni una sola referencia a las operaciones terroristas contra el pueblo cubano, organizadas y financiadas por la CIA, desde la fracasada invasión por Bahía de Cochinos, los vuelos espías con aviones U-2, hasta las ejecutadas por ALFA 66, los Comandos L, el CORU, los incendios en centros comerciales, cines, teatros, escuelas, fábricas y centros de trabajo, los más de 600 planes de asesinato a Fidel Castro, y la introducción de plagas y enfermedades contra personas, la fauna y la flora de la Isla.
Para ilustrar a la opinión pública de Estados Unidos deberían divulgar el informe del Inspector General de la CIA, confeccionado en 1967 y desclasificado en 1994, sobre las conspiraciones para asesinar a Fidel Castro, donde se explica en detalles el reclutamiento del comandante Rolando Cubelas, al que entrenaron para eliminar al líder cubano, hecho mucho más peligroso que la actividad de inteligencia realizada por Ana Belén Montes.
Alzheimer o premeditación del periodista, al obviar la denuncia hecha por Cuba a la CIA en octubre de 1976, cuando sus agentes volaron un avión civil cubano con 73 personas a bordo, y otra en junio de 1987, donde la TV cubana publicó durante semanas el proceso de reclutamiento y orientaciones a 26 funcionarios estatales y un diplomático italiano, para buscar información económica, política y militar, que le permitiera a Estados Unidos sabotear las contrataciones cubanas e impedir la obtención de créditos financieros.
Todos engañaron a experimentados oficiales yanquis, situación que relató el oficial CIA Ronald Kessler, en su libro “Incide The CIA”.
En esa denuncia con filmaciones secretas, Cuba expuso el trabajo ilegal de 38 oficiales CIA, acreditados como diplomáticos en la misión yanqui de La Habana y otros 113 oficiales que actuaban bajo la cobertura de funcionarios en tránsito por un año, donde se observó el abastecimiento de equipos de transmisión de última generación, dinero y medios para cifrar y descifrar las informaciones, a sus supuestos agentes.
Esa es la denuncia más estruendosa hecha a la CIA, pero fue silenciada por la prensa yanqui y la de sus aliados, lo que demuestra que Cuba es víctima y por eso se defiende.
Por eso José Martí afirmó:
“La verdad no es más que una, y quien la dice cuando los demás tienen miedo de decirla, impera”.
La Columna es un espacio libre de opinión personal de autoras y autores amigos de Cuba, que no representa necesariamente la línea editorial de Cubainformación
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