REINALDO ITURRIZA LÓPEZ ALAI 5 DE MARZO DE 2023
¿Qué decir desde el duelo fallido que supuso la desaparición física del comandante Chávez? A diez años de la siembra del comandante, cinco imágenes militantes para invocar su presencia rebelde, inconformista y contestataria.
El cúmulo de sentimientos, pero también de ideas y de planes que se arremolinan en nuestro pecho, cabeza y entrañas por estos días, llevan el signo de lo ambivalente. No tanto porque diez años después de la desaparición física de Chávez permanezcamos en duelo, sino porque hemos sido capaces de reconocernos en la dignidad que supone asumir que el nuestro es un duelo fallido¹. Porque Chávez es un espectro que se niega a abandonarnos, y porque millones de sus compañeros y compañeras de lucha nos negamos a dejarlo ir.
Como no deseamos habituarnos a vivir en un mundo gobernado por las mismas fuerzas empeñadas en eliminar la presencia espectral de Chávez, enumeramos de manera muy sumaria cinco formas de invocarlo para que nos acompañe en las luchas de estos tiempos:
1.
Los relatos reaccionarios sobre la Revolución Bolivariana han creído encontrar una fuente inagotable de inspiración y argumentos en las crecientes privaciones materiales y espirituales de las mayorías populares durante la etapa post-Chávez, para “demostrar” lo que consideran un punto de honor: que la actual “crisis humanitaria” es el desenlace inevitable de un “modelo fracasado”, esto último apenas disimulado por una circunstancia azarosa, como lo fue el significativo aumento de la renta petrolera durante la primera década del siglo, cuyo reparto indiscriminado permitió a Chávez mantenerse en el poder durante catorce años. Según los mismos relatos, la sociedad venezolana se encontraría actualmente padeciendo los rigores propios del “socialismo”.
En realidad, es todo lo contrario: la irrupción de la figura de Chávez en la escena política venezolana, poco después de la rebelión popular de febrero de 1989, y la posterior fragua del chavismo, en la segunda mitad de la década de los 90, es consecuencia directa del agotamiento del pacto de élites que garantizó la gobernabilidad de la clase política tradicional durante cuarenta años de democracia representativa (1958-1998), esto último a su vez consecuencia del fin de la fase de expansión material del ciclo de acumulación del siglo petrolero venezolano,ii hacia finales de los años 70.
Dicho de otra forma: a la crisis profunda del modelo capitalista rentístico petrolero le sucede la crisis terminal del modelo político. Tanto el Sacudón, las intentonas golpistas de los militares bolivarianos en 1992, como la emergencia del chavismo, constituyen la respuesta de las clases populares en franco proceso de politización, en un contexto en que el grueso de las elites intentaban resolver la crisis hegemónica optando por la vía del neoliberalismo.
Chávez y el chavismo son mucho más, pero son también la resultante del fracaso de la vía neoliberal. Son sus sepultureros históricos, hecho que es convenientemente omitido por los relatos reaccionarios. La derrota de la vía neoliberal significó, entre otras cosas, la recuperación del papel del Estado como reglamentador de la vida económica y la consiguiente democratización del mercado, garantizando el acceso a millones de personas. Significó también la democratización en la distribución de la renta para comenzar a saldar la enorme deuda social acumulada durante la democracia puntofijista.
Puede discutirse todo lo que se quiera sobre la magnitud de la renta petrolera a disposición del gobierno de Chávez, y de hecho es lo que casi siempre se hace. El problema es cuando la costumbre nos impide observar lo central, a saber: que la decisión política de Chávez de modificar sustancialmente la política redistributiva en clave progresiva precede a la disponibilidad de recursos abundantes, no a la inversa. Peor aún: aquel ejercicio tiende a impedirnos siquiera elucubrar lo que hubiera sido el destino de esos recursos en el caso de que le hubiera correspondido administrarlos a un gobierno neoliberal.
Ciertamente, las actuales circunstancias parecen propicias para la revancha de los viudos del neoliberalismo, deseosos de sacudirse años de derrotas y fracasos. Son tiempos de confusión. En río revuelto, ganancia de pescadores. Por eso es tan necesario volver sobre las condiciones históricas que hicieron posibles a Chávez y al chavismo.
2.
La consecuencia lógica del razonamiento anterior es que, si bien su decisión política de modificar sustancialmente la política redistributiva en clave progresiva fue una de las virtudes de Chávez, no fue eso lo que distinguió su ejercicio de gobierno, al menos no a partir de cierto momento. Fue más allá: decidió poner en marcha un conjunto de políticas orientadas a introducir cambios estructurales en lo económico, creando paulatinamente las condiciones para pasar de una economía rentista, subordinada y dependiente, a una de tipo productivo, soberano e independiente.
De nuevo, puede y debe discutirse hasta dónde fue capaz de avanzar en tal dirección, y sobre lo correcto o incorrecto de determinadas medidas de política económica. Pero lo que bajo ninguna circunstancia tendría que soslayarse es el hecho de que tal decisión política y estratégica ubica a Chávez como el líder de un gobierno y de un movimiento que supo estar a la altura de los desafíos históricos de la sociedad venezolana, ofreciendo una posible alternativa de solución a uno de sus problemas fundamentales: cómo superar un modelo económico agotado desde finales de los años 70.
Ya sea por mezquindad, ignorancia u oportunismo, muchos de los actuales apologetas del post-rentismo no solo niegan la importancia del gigantesco esfuerzo realizado por Chávez, sino que postulan la supuesta inevitabilidad de medidas que suponen una gravísima regresión en materia de política petrolera, en tanto implican un retroceso a los tiempos de la desnacionalización de la principal industria del país.
3.
Eventualmente, Chávez concibió la decisión de nacionalizar el control de la industria petrolera como parte fundamental de una estrategia general orientada a la transición al socialismo. Antineoliberal por principio, el fragor de la lucha lo fue persuadiendo de la necesidad histórica de redoblar la apuesta, en la medida en que se hizo evidente la imposibilidad de lograr algo siquiera parecido a una tregua con la oligarquía, que apenas y atemperó sus ánimos luego de sucesivas derrotas en el terreno político y militar. Algo muy similar cabe decir, por supuesto, respecto del imperialismo. Coincidente con tales derrotas de sus enemigos, hacia finales de 2004 y comienzos de 2005, y sorprendiendo a propios y ajenos, sus planteamientos políticos fueron asumiendo un cariz cada vez más expresamente anticapitalista.
La opción de Chávez por el socialismo no es la del tahúr que saca una carta que guardaba bajo la manga, sino lo propio del líder de un movimiento que, dándose de bruces contra lo imposible, reclama su derecho de ir más allá de lo considerado posible. En otras palabras, la opción por el socialismo es la declaración de que la revolución bolivariana ha dejado atrás cualquier opción por el posibilismo: desde entonces, el ejercicio de la política ya no consistirá en aprovechar las posibilidades existentes para conseguir objetivos modestos, sino en crear las condiciones para que sea posible conseguir objetivos más ambiciosos.
“Chávez concibió la decisión de nacionalizar el control de la industria petrolera como parte fundamental de una estrategia general orientada a la transición al socialismo”
4.
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista”. Son palabras del propio Chávez, promediando el año 2012. Si acaso estaríamos entonces en los albores de una larga transición: “el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros”, escribía en la Plan de la Patria³. Pero además, y este es un detalle que suele pasar desapercibido, insistía en que dicha transición debía ser “humanamente gratificante” para las mayorías populares, empleando una expresión de István Mészáros.
Invocar hoy a Chávez significa rendirse a la evidencia: a despecho de los relatos reaccionarios de todo cuño, Venezuela es más capitalista y rentista que hace una década. Más grave aún, estos han sido años de tránsito, o más bien de retorno, al capitalismo más salvaje. A diferencia del tránsito al socialismo, este retorno al peor de los capitalismos ha tenido lugar de espaldas a la voluntad de las mayorías, para las cuales la traumática experiencia raya en lo inhumano y no tiene nada de gratificante. Esto último, solo para un puñado de viejos y nuevos ricos.
“Invocar hoy a Chávez significa rendirse a la evidencia: a despecho de los relatos reaccionarios de todo cuño, Venezuela es más capitalista y rentista que hace una década”
Una vez más, puede y es necesario discutirse sobre las múltiples causas que explican el actual estado de cosas. Pero que se le asocie con el socialismo es sencillamente faltar a la verdad histórica.
5.
Por último, y contrario a lo que muchos de sus adversarios, por derecha y por izquierda, pudieran pensar, el socialismo de Chávez no solo se ubicaba en las antípodas de la retórica vacua, sino que tenía un fuerte anclaje territorial. Es probable que la Comuna constituya la iniciativa más audaz de la revolución bolivariana. Puede que por eso mismo sea también una de las más incomprendidas.
Chávez gustaba hablar del “espíritu de la Comuna”, que resultaba ser “más importante en este momento que la propia Comuna” ⁴. Invocar el espíritu de Chávez significa recordar que todo se conjuga en la Comuna, suerte de espacio síntesis: la idea-fuerza de democracia participativa y protagónica; el protagonismo específico de una fracción de clase: la de los pobres que trabajan, pero cuyo trabajo no les proporciona medios suficientes para asegurar la reproducción normal de su fuerza de trabajo; la cuestión de la organización popular; el problema de la tierra, tanto en el campo como en la ciudad; la tarea de la producción; la necesidad de la planificación estratégica; la apuesta por el control popular del territorio, neutralizando el influjo de los poderes fácticos, como los llamaba el mismo Chávez; el necesario acompañamiento técnico y político del Estado, muy distinto del tradicional tutelaje o de cualquier esfuerzo de cooptación.
De allí la imperiosa necesidad de resistir con firmeza los embates que tienen como propósito reducir las Comunas a vitrinas para el turismo revolucionario, o la tendencia a concebirlas como pequeñas repúblicas aéreas, como pintorescas comunidades autárquicas, desentendidas de lo que ocurre en el país y en el mundo, de las luchas de las clases populares, de la disputa por el rumbo estratégico del proceso bolivariano.
Como todos los días, hoy te invocamos, Chávez, porque no nos resignamos. Hoy te invocamos para que nos acompañes a seguirnos rebelando.
Referencias:
iReinaldo Iturriza López. Con gente como esta es posible comenzar de nuevo. Caracas, Venezuela. 2022. Pág. 37.
iiMalfred Gerig. La Larga Depresión venezolana: economía política del auge y caída del siglo petrolero. Centro de Estudios para la Democracia Socialista y Editorial Trinchera. Caracas, Venezuela. 2022.
iiiHugo Chávez Frías. Plan de la Patria 2013-2019. Caracas, Venezuela. 2012. Pág. 2.
ivHugo Chávez Frías. Golpe de timón. Caracas, Venezuela. 2012. Pág. 18.
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