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EL SENADO DE FRANCIA VOTA EN CONTRA DE LA VACUNACIÓN OBLIGATORIA

262 VOTOS EN CONTRA Y 64 EN FAVOR

Discurso decisivo de la senadora Laurence Muller-Bronn ante el Senado de Francia el 13 de octubre de 2021.


"Vacunar a toda la población parece ser una decisión simple, una decisión dictada por el progreso, que se impondría a todos para hacer retroceder el virus y aquellos que osan dudarlo, reflexionar y, finalmente, elegir otra cosa serán complotistas oscuros. Por lo tanto, entre ellos, podemos encontrar instituciones muy importantes, como la Academia de Medicina, que se pronunció contra una tercera dosis generalizada, como el Profesor Alain Fischer, el “Señor Vacuna del Gobierno”, que se pronuncia contra la vacunación obligatoria, ya que el contexto actual no lo justifica, como el Consejo de la Europa, en su resolución del 27 de enero de 2021 que exige que la vacunación no sea obligatoria y que afirma que ninguna persona debe padecer presiones políticas, sociales o de otra índole para vacunarse. Recientemente, cuatro países: Finlandia, Suecia, Noruega y Dinamarca prohibieron la vacuna de Moderna en hombres jóvenes por los riesgos que representa. Incluso el numeroso colectivo de investigadores y científicos explica su rechazo a la vacunación obligatoria. Por último, Francia consagra en su Constitución el principio de precaución. Es legalmente imposible imponer una vacuna que contiene productos experimentales que exige un consentimiento con conocimiento de causa. Les recuerdo que las inyecciones de ARN mensajero siguen estando en la fase 3 experimental y, esto constituye, hasta 2023, una autorización de comercialización temporal. Queridos colegas, más allá de las instituciones, todos nosotros somos destinatarios de información fundamentada y de publicaciones de calidad de estudios e informes franceses e internacionales. En los documentos que nos han transmitido, nos alertan sobre la insuficiencia de pruebas relativas a la inocuidad y eficacia de las vacunas, sobre la seguridad de las inyecciones, sobre la transmisión del virus o, incluso, sobre los riesgos que pesan sobre la vacunación de jóvenes, de menores, de sujetos que sufren patologías graves o de las mujeres embarazadas. También, nos alertan sobre los daños psíquicos de los mandamientos sanitarios. Por lo tanto, no hay consenso científico respecto a la vacunación obligatoria y masiva. Hay puntos de vista y directrices diferentes de los profesionales de la salud. Cabe destacar entre ellos: adaptar la vacunación a los riesgos; reforzar la orientación de las poblaciones frágiles; rehabilitar la inmunidad natural, respecto a la cual estudios recientes han confirmado su intensidad, globalidad y durabilidad, lo que la hace muy superior a la de las vacunas; dar a los médicos el derecho de curar con ayuda de tratamientos precoces reconocidos, son ellos los que conocen mejor el estado de salud de sus pacientes; poner a disposición de los especialistas de la farmacovigilancia, universitarios, virólogos, genetistas o inmunólogos datos científicos y estadísticos. En virtud de todos estos elementos, nosotros, los parlamentarios, queridos colegas, ¿qué legitimidad tendríamos si permaneciéramos sordos a otros argumentos para garantizar la salud de nuestros ciudadanos? ¿Cómo podríamos darnos por satisfechos de contar con una sola doctrina para la situación? ¿Qué legitimidad tendríamos si instauráramos, de manera autoritaria, una vacunación obligatoria y una tercera dosis, dado que médicos, investigadores, cuidadores, que cuentan con competencias y la experiencia del virus, dudan, al punto de renunciar, algunos de ellos ciertamente, a ejercer su profesión y a su salario? Queridos colegas, necesitamos un debate en el que cada una de las partes pueda expresar su opinión, del que nazcan leyes equilibradas y respetadas. Debemos abrir ese debate y alimentarlo de una información fidedigna, transparente e independiente. Si el gobierno está convencido y seguro de sí mismo sobre todos estos temas, entonces abramos el diálogo. No somos la cámara de registro del Consejo Científico y, ahora, es nuestro deber, en calidad de políticos electos de la República que representan a los franceses, a todos los franceses, de restablecer el derecho común y las libertades públicas, ya que está en juego su confianza. En este instante, cuando la epidemia nos ofrece una tregua, cuando la tasa de vacunación de la población francesa ha alcanzado niveles elevados, es tiempo de renunciar a la vacunación obligatoria, es tiempo de renunciar a la tercera dosis, es tiempo de dejar de suprimir camas en los hospitales, muy al contrario, es tiempo de hacer un balance y de considerar, de manera racional, lo que sigue, saliéndose de la doctrina vacunal absoluta. En lugar de regirse por el miedo y el control, sería bueno actuar con calma y con la razón. Habrán comprendido, mis queridos colegas, yo votaré contra esta proposición de ley".

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