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Elecciones presidenciales en EE. UU.: tendencias e impacto en América Latina

Silvina Romano, Aníbal García Fernández, Arantxa Tirado y Tamara Lajtman ANÁLISIS GEOPOLÍTICO. 1 DE NOVIEMBRE 2020

Nada parece augurar que existan cambios significativos en la política exterior estadounidense hacia América Latina si Biden gana estas elecciones.

1 NOVIEMBRE, 2020

Las próximas elecciones del 3 de noviembre en EE. UU. se concretan en un escenario con más de 220.000 muertes por la pandemia, una creciente polarización social y política, sumada a dudas e inconsistencias en torno a las propias elecciones. Algunas son de larga data y otras nuevas. Entre ellas:

Es la primera vez que la mayoría de los votos se enviaron por correo. Eso requiere de un plazo mayor para el recuento de las boletas, a diferencia del voto presencial. Se prevén tensiones y judicialización del proceso.


Reiteradas denuncias sobre amenazas de presunta intervención extranjera en las elecciones.

Denuncias sobre campañas de desinformación para engañar al electorado.

Amenazas del actual presidente y candidato por el partido republicano, Donald Trump, de impugnar la votación (sobre todo en swing states) por superpoderes y vía judicial.

Declaraciones de Donald Trump sobre su rechazo a un traspaso normal del Gobierno, en caso de perder las elecciones.

Implementación de estrategias para restar votantes, en particular del electorado afroestadounidense.

Evidente disconformidad en el electorado por el sistema de votación indirecto, a través de Colegio Electoral.

Posible escalada de protestas en las calles debido a la fuerte polarización política y al ambiente de confrontación ya existente por las protestas raciales, de un lado, y la conformación de grupos armados de la ultraderecha, disconformes con la gestión de la pandemia, que apuntan a una militarización de la política estadounidense.

¿Biden o Trump?

El presidente y vicepresidente no se definen por voto directo sino a través de un Colegio Electoral (CE). La gente no elige a Trump o Biden, sino a los representantes demócratas o republicanos que votarán en el CE.

Los delegados se suman a 100 senadores (2 por cada Estado), conformando un total de 538 compromisarios que votan en el CE. Con una mayoría de 270 votos se puede ganar la elección.

Si las elecciones fuesen hoy, votarían por Biden 216 electores, mientras que por Trump lo harían 125. Quedan 197 delegados indecisos. Varios de estos delegados pertenecen a los “swing states”, donde el resultado puede ser muy ajustado y definitivo para la elección en general, e incluyen entre otros a: Carolina del Norte, Florida, Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y Arizona.

Uno de estos Estados es Florida, considerado el más importante: todo aquel que ganó en Florida, ganó la Presidencia.

Todos los Estados han emitido ya su voto por adelantado, el último fue Washington. Se recibieron más de 80 millones de votos, más de 28 millones realizaron su voto de forma presencial y poco más de 52 millones lo hicieron por correo. Se advierte que habrá que esperar más de lo habitual para conocer resultados.

Voto Latino

Por primera vez los latinos serán el grupo minoritario más grande en el electorado, representando aproximadamente el 13% de votantes.

En Florida, el 54% de los ciudadanos naturalizados y habilitados para votar son latinos, la cifra más alta a nivel nacional. Allí, las últimas encuestas muestran una ligera ventaja de Biden, con un 48% de apoyo entre los votantes hispanos, frente a un 43% de respaldo a Trump. Los votantes cubanos continúan apoyando a Trump (71% frente a 23%) mientras que la mayoría de los votantes puertorriqueños apoyan a Biden (66% a 23%).

En Texas, Estado tradicionalmente republicano, Biden tiene una gran ventaja sobre Trump entre los votantes latinos (58% frente a 34%).

Aprobación de gestión y preferencia electoral

Históricamente, los presidentes que se han presentado a la reelección han ganado. No obstante, esta tendencia podría revertirse en las próximas elecciones.

En el mes de octubre hubo un repunte de la aprobación de la gestión Trump por parte de la población en general: 42% mientras que la desaprobación alcanzó un 53%.

Importante: la encuesta Rasmusen marca ventaja a Trump sobre Biden para la última semana de octubre.

Política hacia América Latina y el Caribe con reelección de Trump

En el contexto de pandemia, Trump seguirá insistiendo en que la culpa la tiene China: fricciones porque China es el socio comercial número 1 de la región; la guerra comercial y tecnológica contra China seguirá proyectándose a nivel regional.

La expansión de la Iniciativa América Crece seguirá siendo punta de lanza para contener la “amenaza” china (en aspectos comerciales, infraestructura, energía, etc.), acompañada con el BID.

Trump continuará endureciendo la política migratoria, que en contexto de pandemia adquiere mayor “legitimidad” (migrantes como potenciales portadores de COVID, protección al empleo en contexto de desempleo masivo, etc.). Es probable que persista en proyectos de inversión en el Triángulo Norte de América Central, para diferenciarse de los demócratas que suelen postular proyectos de asistencia para el desarrollo. Completar el muro con México sigue en agenda.

Existen temores de que se revivan las tensiones con México debido a la urgencia de generar mayor empleo en EE. UU., también del intento de imponer tarifas por fuera del T-MEC (como ya sucedió con el aluminio y el acero) y por la política energética de México.

Probablemente persista una retórica de confrontación, que pase a un segundo plano a la hora de negociar con el Gobierno mexicano, socio clave de EE. UU.

Persistirá la política dura contra Venezuela, Cuba y Nicaragua (que se exacerba en campaña electoral).

En el caso de Venezuela, seguirá insistiendo en el cambio de régimen por diversas vías, reactualizando estrategias de guerra híbrida. Es probable que se deshaga de Guaidó y se apueste por el liderazgo de Leopoldo López.

El recorte en la cooperación para la seguridad no implica una disminución de la presencia militar de EE. UU. sino que, al contrario, podría aumentar en el marco de operaciones antinarcóticos y de “asistencia humanitaria”.

Política hacia América Latina y el Caribe bajo Presidencia de Biden

Promete mayor atención a la región, afirmando que Trump no le prestó atención suficiente y por eso facilitó la entrada de China (uno de los principales desafíos en la región y el mundo).

Centrará su política en más cooperación y menos confrontación: implicaría potenciar la USAID por encima de la cooperación empresarial privatizada vía OPIC, aunque sin dejar de lado el modelo mixto de alianzas público-privadas.

Postula un abordaje positivo de la migración, como aporte cultural y económico, un control “más eficiente” en fronteras y mejorar las políticas de asilo, entre ellas otorgar el Estatus de Protección Temporal (TPS) a los venezolanos, ahora bloqueado por los republicanos en el Senado y retomar el programa de protección a los dreamers de 2012.

Es presumible que abandone la “Ley de Emergencia Nacional” que dedica fondos a construir el muro y opte por una estrategia en la que se construya ahí donde es necesario.

Promete “restaurar la democracia en Venezuela”. Se rumorea que Biden dejará de tratar a Guaidó como el líder de facto del Gobierno venezolano y buscaría establecer negociaciones abiertas con Maduro bajo la lógica de la “presión inteligente”. Resta ver si los demócratas sustituirían a Guaidó por el liderazgo de Leopoldo López o harían una apuesta por la vía Henrique Capriles.

No reeditará la política exterior de Obama en su totalidad, pero:

–Podría recuperar el espíritu panamericano o incluso revivir la Política del Buen Vecino y revisar la política de bloqueo a Cuba y Venezuela. No está claro que esto lleve a modificar la estrategia de “cambio de régimen” hacia estos países.

– Según asesores, revivirá la “campaña anticorrupción que a partir de 2014 provocó varias sacudidas políticas en las Américas”. Esto podría alimentar escenarios de lawfare.

-Podría recuperar la agenda de cooperación para el Triángulo Norte de Centroamérica de la gestión Obama, para la lucha contra la corrupción, reducción de la pobreza y promoción del desarrollo, continuando tendencia del Gobierno de Trump de inversión en infraestructuras, sumando la participación del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

¿Y el Congreso?

Por el momento, demócratas son mayoría en Cámara de Representantes, y los republicanos mayoría en el Senado (habrá elecciones para senadores en noviembre que podrían cambiar la situación actual de 53 republicanos frente a 47 demócratas, a favor de una mayoría demócrata). Con respecto a AL, el Congreso:

Solicita mayor asistencia para el desarrollo (¿es esto positivo para América Latina, considerando la injerencia política que ésta implica?).

Solicita el aumento en asistencia antinarcóticos (numerosos análisis comprueban que esta NO es la solución al narcotráfico).

Advierte la expansión comercial de China como uno de los principales problemas de la región, igual que Trump.

Insiste en liberalización del comercio en relaciones bilaterales a favor de EE. UU., postulando como clave un mayor acercamiento bilateral a Brasil.

Se promueve una gestión de las migraciones que apunte a resolver los problemas que la originan.

La postura frente a Venezuela es la de intervención humanitaria, algo que Trump también viene proponiendo (algo cuestionable considerando intervenciones de ese tipo en escenarios como los de Libia y Siria).

Hay unanimidad respecto al necesario cambio de régimen en Nicaragua.

No hay unanimidad respecto de las sanciones contra Cuba, y esto sí podría cambiar en caso de asumir la Presidencia un demócrata, presionando para flexibilizar las relaciones y fomentar un acercamiento.

Varios senadores se oponen a una intervención militar a Venezuela, y más recientemente proponen terminar el bloqueo (90 días) por el contexto de la pandemia: algunos de ellos son Pramila Jayapal, Raul Grijalva, Adriano Espaillat, Alexandria Ocasio-Cortez, Ayanna Pressley, Richard Blumenthal, Tim Kaine, Ben Cardin, Tom Udall, Sherrod Brown. James McGovern ha solicitado lo mismo para el bloqueo a Cuba.

Gabinete de Biden, algunas apuestas (posibilidades) en puestos clave:

Secretario/a de Estado: Chris Coons, Chris Murphy, Anthony Blinken, Samantha Power, Susan Rice o William Burns (alguno de ellos pudiera ser designado como representante de EE. UU. en la ONU)

Secretario/a de Defensa: Michele Flournoy, Tammy Duckworth, Jeh Johnson o Susan Rice

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