Valentina Galeana
El 27 de marzo de 1847, el gobierno estadounidense determina invadir el puerto de Veracruz. Previamente se había puesto de acuerdo con Antonio López de Santa Anna en 1846, quien estando en Cuba acordó con un agente, el almirante Mackenzie del presidente James Polk de EU, entregar medio territorio nacional a cambio de un soborno.
Estando bloqueado el Puerto de Veracruz la armada norteamericana dejó pasar el buque “The Arab” que trajo al traidor a México para hacerse del poder y desde ahí favorecer al Invasor. El general Winfield Scott, quien estaba al mando de las tropas norteamericanas decidió implementar una estrategia tomando la misma ruta que siguió Hernán Cortes.
El puerto se encontraba resguardado por el general de brigada Juan Esteban Morales, alrededor de tres mil hombres estaban repartidos en las tres principales ciudades, Santiago Concepción y San Juan de Ulúa, sin embargo, poco pudieron hacer para enfrentar a la milicia norteamericana.
La derrota militar de México se debió a que quienes detentaban el poder, encabezados por Antonio López de Santa Anna (quien se hizo reelegir 10 veces) nunca quiso armar al pueblo e impulsar la resistencia contra los ocupantes extranjeros, porque tenían miedo de que los mexicanos exigieran sus derechos, ya que en aquella época los hacendados acaparaban la tierra y los campesinos aspiraban a una reforma agraria. Así que los terratenientes, las altas jerarquías eclesiásticas y las camarillas militares que gobernaban al país lejos de fomentar la organización y la resistencia prefirieron que México perdiera la mitad de su territorio antes que perder ellos el poder. No obstante, el pueblo siempre estuvo dispuesto a defender a su patria y a combatir la invasión aun estando desarmado. Esto lo demostró el pueblo de la Ciudad de México.
El gobierno de Santa Anna hizo todo lo contrario a lo que tenía que hacer para defender a México. En la Angostura, se retiró sin rematar al enemigo. En Cerro Gordo dejó abierto un flanco que le permitió al ejército invasor el paso hacia México. Cuando el 22 de agosto se dieron la tregua y las negociaciones, Santa Anna permitió que los ocupantes extranjeros entraran a la Ciudad de México para abastecerse de todo lo que necesitaban.
La población se rebeló y los atacaba, por lo que tenían que ingresar de noche a abastecerse. Al reiniciarse las hostilidades, en Padierna, a pesar de contar con 5 mil soldados, dejó morir solo al general Valencia, contemplando cómo era derrotada y aniquilada la División del Norte; a Churubusco no mandó el parque adecuado y suficiente y finalmente, en el momento clave, dejó abandonada la Ciudad de México a merced de los invasores y se retiró a Querétaro. En lugar de presentar resistencia negoció el Tratado Guadalupe Hidalgo, que se firmó el 2 de febrero de 1848 para entregar nuestro territorio a los invasores perdiendo la mitad de su territorio y se inició el retiro de las tropas invasoras el 15 de junio de 1848.
En los combates sobresalieron muchos héroes dignos de mencionar como los generales Nicolás Bravo, Antonio León, Lucas Balderas, Felipe Santiago Xicoténcatl Margarito Zuazo, desde luego los grandes y heroicos alumnos del colegio militar y los soldados que formaron el batallón de San Patricio, entre otros. Cientos de personas se enfrentaron como pudieron con los invasores, y miles y miles de mexicanos estuvieron dispuestos a resistir, pero ni se les organizó ni se les armó. Fue una de las más grandes traiciones de la clase dominante en México.
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