ENTREVISTA A MICHEL WARSCHAWSKI. L’HUMANITÉ. Viento Sur 26 de octubre
Periodista, figura de la izquierda radical y del movimiento pacifista en Israel, autor de numerosos trabajos [entre ellos, Israel-Palestina: la alternativa de la convivencia binacional, publicado por Catarata y viento sur, 2002] denunciando la ocupación y la colonización de Palestina, Michel Warschawski firmaba en 2018 en Syllepse su último libro, titulado “Israel: crónica de una catástrofe anunciada… y quizás evitable”.
El 7 de octubre representa la mayor masacre de personas judías desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo vives la paradoja de un Estado creado para permitir a los judíos amenazados en todo el mundo encontrar refugio que se ha mostrado incapaz de proteger, de asegurar, la seguridad de sus ciudadanos?
Michel Warschawski: Hay una imagen muy pertinente del historiador judío inglés Isaac Deutscher. Un fugitivo es perseguido por alguien que le amenaza con un cuchillo. Entra en la primera casa que pilla. Pero en lugar de decir “perdónenme, ahí afuera corre peligro mi vida, sería preciso que permaneciera en su casa un cierto tiempo”, enseguida empuja a los propietarios de la entrada hacia la sala de estar, luego hacia la cocina, para acabar confinándoles en el trastero. Y al final dice: "Esto siempre ha sido mío".
No fue la opción por buscar asilo o refugio lo que se hizo, sino la opción del retorno y la ideología que se le injertó. Espero que hoy seamos capaces de rehacernos y apostar por el sentido común. Hemos heredado de nuestros antepasados la experiencia legada por siglos de vida diaspórica que implica un cierto sentido común y la capacidad de evitar comportamientos suicidas.
Algunas voces en Israel defienden el principio de un intercambio de los rehenes retenidos en Gaza por Hamás por prisioneros palestinos. ¿Qué opina al respecto?
M.W.: Espero que podamos llegar a un acuerdo de este tipo. Por desgracia, estas voces están aisladas, mientras que la clase política y gran parte de la opinión pública se dejan llevar por la arrogancia, y eso no es nada bueno. Yonatan Ziegen, hijo de la activista por la paz Vivian Silver, desaparecida desde el ataque de Hamás del 7 de octubre, repite que la venganza no es una estrategia. ¿Es esto algo audible hoy en Israel?
Me parece que tiene mucho sentido. Pero el país está al límite. Mucha gente lo piensa, pero de momento calla. No sólo porque tiene miedo a hablar, sino también porque tiene que justificarse, explicar que eso no significa apoyar a Hamás, etc.
Muchas personas activistas del campo de la paz en Israel dicen que nunca han vivido una situación tan catastrófica. ¿Comparte este sentimiento?
M.W.: Los que dicen eso o son jóvenes o tienen poca memoria. Sigo diciendo que, desde este punto de vista, lo peor ya ha pasado. Entre 1967 y la guerra del Kippur, conocimos un periodo de consenso nacional total. Las voces discrepantes eran ultraminoritarias, consideradas como locas, y hubo que esperar a 1973 para que a la gente se le abrieran los ojos y dijera: "Había algo de verdad en lo que decíais". Pero es cierto, hace mucho tiempo que no teníamos tales momentos de aislamiento para las voces del sentido común, ni siquiera voces radicales.
Hoy, esas voces de la razón parecen llevarlas ante todo los familiares y allegados de las y los rehenes, de las víctimas de las masacres perpetradas por Hamás el 7 de octubre.
Para ellas y ellos, no es cuestión de eslóganes, es algo concreto, es la realidad. Netanyahu está en el discurso de la venganza. No es el único: una gran parte de la sociedad israelí suscribe estas posturas belicistas, en plan de "vamos a ganar, los aplastaremos", pero no son ellos los que pagan. Aunque, en mi opinión, Netanyahu acabará por pagar.
¿Podría pagar el precio político de estos atroces sucesos, de la dinámica a la que han llevado? ¿Dónde reside su responsabilidad
M.W.: Su responsabilidad es total. No vio venir nada, no escuchó a quienes le advertían: "Esto va a explotar". Siempre ha sido un arrogante y un ciego. Tiene un mal entorno. Su gobierno de extrema derecha está formado por criminales e iluminados. Este país no está mal dirigido: ya no está dirigido.
Con este gobierno, la extrema derecha religiosa, los milenaristas y los colonos han ganado un peso desmesurado. ¿Tienen ahora el poder en Israel?
M.W.: Los colonos tienen mucho poder, suficiente para orientar la política del gobierno. Dicho esto, el poder en Israel también está en manos de la industria de alta tecnología, cuyos intereses no son los de los colonos. Desde el punto de vista de este capitalismo moderno, la política que representan los colonos no es buena para los negocios. Existe una división en el seno de las fuerzas dirigentes de Israel, que se ven arrastradas en distintas direcciones políticas.
¿Podría esto conducir a cambios políticos en un futuro próximo?
M.W.: Nadie lo sabe. Si damos crédito a las encuestas y a los periódicos, la intención de voto al partido Likud de Benjamin Netanyahu ha caído en picado. Dicho esto, la opinión pública israelí es extremadamente volátil; me guardaré mucho de hacer predicciones.
La opinión pública israelí, incluso cuando está políticamente dividida, se suma mayoritariamente a la guerra contra Gaza. En estas condiciones, ¿cómo pueden hacerse oir las voces de la paz, las que piden una solución política?
M.W.: Sin mencionar siquiera a los colonos, hay más de un Israel. Está Tel Aviv, una ciudad, una sociedad y una cultura que da la espalda al conflicto, mira al mar y se ve a sí misma como una burbuja europea con un alto nivel de vida. Y luego hay un Israel muy diferente, el de las ciudades pobres como Sderot, que lo está pasando mal en estos momentos. Allí es donde han sido estacionadas la mayoría de las personas inmigrantes del norte de África, que son más sensibles a la retórica nacionalista, que creen recuperar ahí la dignidad perdida..., es bastante banal. Es un fenómeno que ha acompañado a Israel casi desde siempre.
¿Estaría esta fracturada sociedad israelí dispuesta a pagar el precio de la gran pérdida de soldados que supondría una ofensiva terrestre en Gaza, y eventualmente el de una conflagración regional?
M.W.: En Tel Aviv, está claro que no. La prueba está en los habitantes de esta ciudad que hoy abandonan el país. Está claro que su principal deseo es deshacerse de Netanyahu. Ya experimentamos este fenómeno de forma limitada en 1967, con la emigración de varios miles de familias acomodadas que sentían un gran temor ante la guerra que estaba a punto de llegar - y llegó.
El Ministro de Comunicación, Schlomo Karhi, ha amenazado con procesar y confiscar los bienes de quienes, por sus declaraciones, sean sospechosos de "hacer el juego al enemigo". El diputado Ofer Cassif ha sido suspendido de la Knesset por su oposición a la guerra de Gaza. ¿Cómo analizas estos nuevos excesos autoritarios?
M.W.: Por poner otro ejemplo, un abogado palestino acaba de ser expulsado del colegio de abogados sin procedimiento alguno, simplemente por colgar una bandera palestina en una red social.
Esta evolución no me sorprende, pero sí me asusta: el deterioro es brutal y muy rápido. No hay una base común de valores. Siempre ha habido una profunda fractura en el seno de la sociedad israelí, pero esto va aún más lejos. A menudo me han preguntado por los riesgos de una guerra civil: siempre he dicho que no era posible.
Hoy estoy mucho menos seguro. Y no tiene nada que ver con Gaza. No hay simplemente dos Israeles sociológicos. Estamos en presencia de dos proyectos de sociedad irreconciliables. Con el gobierno más débil que hemos tenido nunca al frente del país y Netanyahu incapaz de controlar a sus ministros, algunos de los cuales son locos furiosos.
A este respecto, Itamar Ben Gvir, ministro de Seguridad Nacional, ha tomado la iniciativa de distribuir cerca de 15.000 armas entre colonos y civiles en ciudades mixtas. ¿Está buscando una conflagración en Cisjordania y en el propio Israel?
M.W.: Esto refleja el deseo de una parte importante de la opinión pública y de la clase política de completar la Nakba: "No terminamos el trabajo en el 48-49, quizá podamos hacerlo ahora". Las y los palestinos ven lo que está ocurriendo en Gaza como un deseo de expulsar a parte de la población del territorio hacia el Sinaí.
Se trata de un proyecto en la mente de ciertos dirigentes israelíes. Hace uno o dos años, os habría dicho: "Son sueños de locos", pero hoy no se puede descartar nada.
Te voy a decir algo muy duro, pero en lo que creo absolutamente: si una mañana nos despertáramos y descubriéramos que ya no hay palestinos, ni árabes, ni en Gaza, ni en Cisjordania ni en Israel, y no hubiéramos tenido que hacer nada malo, y no hubiéramos tenido que ensuciarnos las manos para hacerlo, el sentimiento de la mayoría de los israelíes sería de alivio. No es una voluntad, es un sueño: es peor. Ni siquiera es un plan, es: "Oh, eso estaría bien...".
También está el estado del movimiento de la paz israelí, que extrajo su fuerza, real, de su carácter judeo-árabe. Teníamos al 20% de la población con nosotros. En 2000, este frente se rompió y los árabes ya no vienen a Tel Aviv a manifestarse. Los judíos eran los portavoces, los árabes eran la masa de estas manifestaciones. Los palestinos de Israel nos dicen: "Si queréis manifestaros, venid a donde estamos nosotros. Ya no iremos a manifestarnos a vuestras ciudades”. Es una dura derrota.
¿Crees que Estados Unidos esté dispuesto a acompañar al gobierno israelí hasta el final, a costa de un enorme desastre humanitario y de una conflagración regional que desemboque en una confrontación directa con Irán?
M.W.: No lo sé. En mi opinión debemos prestar atención a la evolución en la buena dirección de una parte de la comunidad judía estadounidense, que ya no se identifica con Israel. A más largo plazo, creo que se trata de un gran problema para Israel. Estados Unidos ya no es un aliado incondicional. Dice: "Os apoyamos pero tenemos nuestra propia opinión".
En 2001 usted escribió un libro titulado Israel-Palestina: la alternativa de la convivencia binacional. ¿Sigue creyendo en ese horizonte?
M.W.: Es bueno evitar un malentendido al que me enfrento a menudo. Nunca he hablado de una "solución binacional", sino de un desafío. Pase lo que pase, sea cual sea la salida política -un Estado, una federación, dos Estados, cosa que nadie puede predecir-, hay dos entidades, dos comunidades que viven aquí.
Si queremos una solución pacífica, estas dos entidades tendrán que poder existir sea cual sea el marco político. Y esto requerirá igualdad, que es lo más difícil, dado que el punto de partida es una situación de desigualdad total. Este principio de igualdad es esencial si queremos contemplar una verdadera coexistencia.
En cuanto a la forma que adoptará... el Talmud dice: "Desde la destrucción del Templo de Jerusalén, la profecía se ha dado a los niños y a los simples de espíritu". Yo ya no soy un niño, y espero no ser un simplón... Así que me abstendré de hacer profecías. Sobre cuál será la mejor solución, a largo plazo, no tengo ni la más mínima idea.
En Francia, cualquier manifestación de solidaridad con las y los palestinos se equipara a "apología del terrorismo"...
M.W.: Francia es un país lamentable, con un liderazgo lamentable. No sé qué más decir, es realmente lo que siento... Escuchaba a De Villepin con nostalgia: hubo un tiempo en que Francia tenía algo que decir al mundo. Eso ya no es así.
22/10/23
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
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