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LAS BATALLAS DE LEONA DE ANGELES GONZÁLEZ GAMIO.

PRESENTACIÓN DEL LIBRO. JUEVES 10 DE MARZO.


Las batallas de Leona, es una biografía de una mujer cuya vida fue toda una novela, no podía escoger Ángeles mejor tema que el de Leona Vicario, ni mejor forma de escribirlo que el de una biografía novelada que nos lleva de la mano a ese pasado no tan lejano.

Ángeles nos da un paseo, nos traslada en el tiempo para ponernos en contexto del México de principio del siglo diecinueve y nos pasea por la ciudad de los Palacios, nos muestra sus plazas y rincones, su arquitectura y sus colores, sus flores y sus árboles, al mismo tiempo que escuchamos a los pregoneros, respiramos viejos aires y nos llena de sabores de la gastronomía que no se ha perdido, así como no se ha perdido esa ciudad que desde hace treinta años recrea esta gran cronista de México. Su narrativa es acompañada del más grande rigor histórico, y esa historia cobra vida, nos presente los hechos con veracidad y pasión y los acompaña de los sentimientos, vivencias, la sicología de los personajes, sus afinidades y diferencias. Nos hace recorrer ese México mágico y profundo, mientras saboreamos platillos deliciosos y conocemos las vestimentas y el mobiliario antiguo. Así este texto además de ameno es instructivo, pero por encima de todo es un canto a la mujer mexicana plenamente representada por Leona Vicario quien se distingue porque se forjó a sí misma.

La mujer mexicana jugó un papel relevante en la lucha por la independencia de México. Desempeñando en todo momento un rol clave, muchas fueron las grandes heroínas: Josefa Ortiz de Domínguez, Gertrudis Bocanegra, Carmen Camacho, María Josefa Huerta y Escalante, Rafaela López Aguado de López Rayón, María Josefa Martínez Navarrete, María Josefa Natera, María Ubalda Sánchez, Mariana Rodríguez del Toro, Ana Villegas y muchas otras patriotas que se entregaron a la lucha por la liberación. Una de nuestras heroínas más destacadas es Leona Vicario.

Leona nació el 10 de abril de 1789. Fue una de las impulsoras de la lucha patriótica por la Independencia de México y de la organización revolucionaria de un pueblo cansado de siglos de abusos. Luego de la Independencia continuó la lucha contra los conservadores y hasta su muerte mantuvo en alto su dignidad, como mujer jugó un rol revolucionario. Fue independiente en lo personal y combatió por la independencia de todos en este México que tanto amó.

Ser independiente como mujer hoy es una meta indiscutible, pero en el siglo XIX era algo casi impensable. La mujer estaba sujeta al marido, al padre, al novio, a los hijos. No podía salir sola sin la compañía de un hombre, ah, pero era mal visto que la acompañaran varios hombres. Todas las propiedades estaban al nombre del marido, y las periodistas tenían que firmar con un seudónimo masculino para poder publicar sus textos.

Las niñas “bien nacidas” como Leona, eran educadas para coser y bordar, aprendían a cantar y a bailar en las fiestas de sociedad “para pescar un buen marido”; sabían de repostería, aprendían a leer para estudiar devotamente el catecismo y recitar sus oraciones día y noche. Como niña rica “para lucir en sociedad” pudo aprender latín, inglés y francés, lo que en un espíritu como el de Leona se convirtió en un arma que le abrió paso. La inquieta niña aprendió muy chica a escribir y su papá le puso profesores de matemáticas y filosofía. Además, era muy creativa y estudió dibujo y pintura con un afamado pintor novohispano de apellido Tirado. Desde niña desarrolló un criterio propio. Tomó sus decisiones, se atuvo a sus principios, defendió su autonomía.

Hubo muchas escritoras en la colonia, escondiéndose tras un nombre masculino y ya en el Diario de México que comenzó a publicarse en 1805 había periodistas mujeres. La más activa y decidida fue Leona, por eso se le reconoce como la primera periodista de México, sus ideas fueron chispas que prendieron en la mente de generaciones enteras de mexicanos, además de ser una actividad de toda su vida, siendo incansable escribió en el “El Correo Americano del Sur”, “El Ilustrador Americano”, “El Ilustrador Nacional” y “El Semanario Patriótico Americano”. Pionera del feminismo combativo en el Seminario Patriótico Americano del mes de noviembre 1812 publicaron dos manifiestos que titulaban “A las damas de México” que las llamaban a jugar su papel en la lucha. Nunca detuvo su labor tras la independencia editaba junto con Quintana Roo El Federalista, y por último el Correo de la Federación. Es necesario reconocer que en esta pareja el motor y la de las ideas más brillantes era Leona, pero tras la independencia solo dejaron a su esposo Andrés participar en la vida pública, aunque ella nunca dejó la pluma ni las tertulias en las que se cocinaban las jugadas políticas del momento.

Leona con autonomía tomó sus decisiones, y emprendió un camino diferente a los de su padre, su tutor, su marido. Mientras ella luchó por la independencia, los monopolios, y organizó redes clandestinas de informantes y de patriotas que apoyaron a Hidalgo, Morelos y los insurgentes. Mientras ella enfrentó a la Inquisición, y generosamente destinó todos sus recursos para apoyar la gesta libertaria, su padre, Gaspar Martín Vicario, fue un rico comerciante. Su origen español, su situación de privilegio y su trabajo tenaz le permitió enriquecerse y ganar posiciones. Se ufanaba de haber alcanzado los cargos de Familiar de Número del Santo Oficio de la Inquisición, regidor honorario de la “nobilísima Ciudad de México”, cónsul del Tribunal de Mercaderes y conjuez de alzadas del Tribunal de Minería y así se convirtió en un prominente potentado. Como español tuvo todas las oportunidades y privilegios que aprovechó al máximo.

Aunque los “honores” que recibió don Gaspar en realidad significaban los de ser delator, informante y partícipe de una red de espionaje al servicio del tétrico Santo Oficio, pues eso era lo que hacían los “familiares de la Inquisición”. Esta actividad además los protegía de ser perseguidos por la temible Inquisición y les traía un beneficio económico, a cambio de servir permanentemente a la siniestra institución.

El padre de Leona, como Cónsul del Tribunal de Mercaderes, participó y fomentó el monopolio del comercio interior y exterior del Virreinato, formaba parte de un cuerpo que daba prioridad a la mercancía importada de España, tenía todo el control y hasta podía recurrir a la fuerza pública para imponer sus decisiones, como también excluir comerciantes que no aprobaban o que no tuviesen la fortuna suficiente para pertenecer a la élite. De hecho, despreciaban a los pequeños comerciantes. Además, muchas veces negociaban entre ellos para mantener los precios altos. Este monopolio español implicaba la prohibición del comercio con Latinoamérica, aunque eran virreinatos españoles, pero la Corona quería que todos fueran dependientes directamente del Imperio Español. Y como Conjuez de Alzadas del Tribunal de Minería, Gaspar Martín pertenecía a la élite minera que sabía de los descubrimientos, propiedades, problemas de las minas y juzgaba los crímenes y las rebeliones de los trabajadores mineros. Los desobedientes podían recibir penas como la mutilación y la cárcel.

Debido a las actividades de su padre, Leona pudo conocer a fondo el funcionamiento de la administración colonial, constatar la enorme explotación de gente y recursos y las artimañas del mal gobierno para dominar la situación. Contempló cómo se favorecía a España y a su gente mientras se impedía un desarrollo sano de nuestra nación. Desde niña tuvo acceso en las pláticas familiares a información privilegiada, lo que en su espíritu sensible la llevó a juzgar a fondo la situación de su país y de su gente, todos esos recursos los utilizó Leona a favor de su patria y de su gente. Ella se atuvo a sus principios y los defendió con autonomía. A la par que vivía su entorno familiar, su madre Camila la relacionó con el pueblo, ella era caritativa y gracias a eso Leona pudo, en contacto con la gente, conocer la situación oprobiosa en que vivían, sujetos a explotación y maltrato y hasta parte de la población víctimas de la esclavitud. Los sentimientos amorosos, de compromiso y bondad que le inculcó su mamá, la colocaron frente a otra realidad y ella generosa optó por colocarse al lado de los pobres de la tierra, del lado de la nación que nacía enfrentando a la corona española.


Las niñas “bien nacidas” como Leona, eran educadas para coser y bordar, aprendían a cantar y a bailar en las fiestas de sociedad “para pescar un buen marido”; sabían de repostería, aprendían a leer para estudiar devotamente el catecismo y recitar sus oraciones día y noche. Como niña rica “para lucir en sociedad” pudo aprender latín, inglés y francés, lo que en un espíritu como el de Leona se convirtió en un arma que le abrió paso. La inquieta niña aprendió muy chica a escribir y su papá le puso profesores de matemáticas y filosofía. Además, era muy creativa y estudió dibujo y pintura con un afamado pintor novohispano de apellido Tirado. Toda su dedicada formación la usó para el bien común.

Había nacido el 10 de abril de 1789, año del triunfo de la Revolución Francesa. Nadie se imaginó que esa pequeña bebé iba a ser una revolucionaria activa, de primer orden. Le pusieron Leona sin imaginar que iba a ser una audaz guerrera toda su vida y que no se les podría ocurrir un apelativo mejor para ella. Nadie imaginó que la niña que leía francés e inglés se iba a alimentar de la literatura subversiva de la época. En 1776 en Estados Unidos, país vecino, se había expulsado a los colonizadores ingleses, derrocado la Monarquía y establecido una República. La influencia de la Ilustración francesa y de la Independencia estadunidense llegó hasta estas tierras, dándole ideas de libertad y soberanía a la generación de Leona.

Su tutor don Agustín Pompeo Fernández de San Salvador, era un hombre extremadamente conservador con gran influencia en la Corte del Virrey, pero nunca se sometió a los designios de su tutor. Su tío, rector en tres ocasiones de la Real y Pontificia Universidad de México, colaboró con la Real Audiencia de México, tras el golpe contra Iturrigaray el virrey espurio Pedro de Garibay, por su cercanía lo nombró alcalde de la Corte de la Audiencia, aunque no aceptó y en 1812 fue vocal de la Junta de Censura y teniente de policía. De modo que el señor era uno de los más importantes funcionarios del régimen realista y escribió panfletos contra los Insurgentes, entre ellos destacan: Las fazañas de Hidalgo, Quixote de nuevo cuño, facedor de tuertos, La América en el trono español y Desengaños que a los insurgentes de Nueva España seducidos por los francmasones agentes de Napoleón. Pero con independencia, en sus narices Leona y su primo Manuel fueron decididos opositores de los realistas.

Durante la crisis política de 1808, año en que se declaró la soberanía su futuro suegro, don Ignacio Obregón, apoyó al virrey José de Iturrigaray. En el violento golpe de Estado que orquestó Yermo y los hispanistas el 15 de septiembre de 1808 es asesinado en Guanajuato. Los españoles actuaron como fieras, a traición y eso no la atemorizó ni la detuvo al contrario esto inclinó a Leona, Octaviano y Manuel su primo a apoyar con mayor fuerza la causa de la Soberanía. En esos días tanto en casa de Agustín Pomposo, como en el entorno del novio y sus amigos y familias no se hablaba de otra cosa. Leona escuchó los argumentos de ambos lados y se convenció de que la razón estaba del lado de quienes buscaban libertad e independencia. A pesar de ello nunca rompió con su tío, a quien le tenía gran cariño y respeto, a pesar de la diferencia diametral de ideas.

Su novio Octaviano Obregón, era un rico heredero del minero más rico del Bajío, Ignacio Obregón, por lo que su mamá Camila se aseguró antes de morir que se comprometiera a casarse con tan buen partido, ella creyó que era el marido más adecuado para su hija porque era un hombre de gran prestigio social, Oidor Honorario de la Real Audiencia cuya familia, oriunda de León, Guanajuato, era opulenta. Así su moribunda madre sentía que dejaba a su hija protegida y bien cuidada. Su exitoso novio es electo diputado para la Corte de Cádiz en España. Pero Leona tuvo la independencia de decidir romper con el novio, tan conveniente, luego de tratar, congeniar, encontrar afinidad de ideas y enamorarse de Andrés Quintana Roo jovencillo yucateco de familia subversiva, joven sin dinero y que ni siquiera se había recibido como abogado. Ella enfrento la firme oposición de su tío Pomposo y ató su destino con quien ella decidió libremente ante el escándalo de la sociedad unirse a “un muchacho alocado “que “iba por el mal camino”. Según sus detractores.

Cuando ella fue detenida y su tío le había conseguido la “gracia” del Virrey para que la perdonara, pero ella tenía que pedir sumisamente ese indulto, lo que jamás haría Leona que odiaba la traición. Se negó terminantemente a indultarse, sabiendo las consecuencias. A los dos días fue detenida y enviada al Convento de Belén de donde escapó audazmente. Durante el proceso nunca lograron doblegarla, no se doblaba ante las autoridades coloniales.

Leona trabajó de las más variadas formas por la causa insurgente. A finales de 1812 convenció a unos armeros vascos que se unieran al bando independentista. Se trasladaron a Tlalpujahua, localidad donde ella tenía una hacienda y en la que estaba instalado el campamento de Ignacio López Rayón, ahí se dedicaron a fabricar cañones financiados con la venta de sus joyas y sus bienes. Además, escondido entre huacales, llevaba material de imprenta para los periódicos insurgentes.

Leona no seguía ciegamente a un líder. Su novio Andrés se integró a la Junta de Zitácuaro que encabezaba Ignacio López Rayón, a quien los guadalupes ayudaron mucho. Cuando Leona fue descubierta por las huestes de Anastasio Bustamante su primer objetivo fue unirse con López Rayón. Lo respetaba y admiraba, pero cuando López Rayón insistió en conservar el viejo régimen y reconocer como Rey a Fernando VII, Leona no estuvo de acuerdo, ella optó por apoyar a Morelos quien fue el primero en proponer la separación de la monarquía española y proclamar la República.

La participación de Leona en el Congreso de Chilpancingo, en la labor periodística, en el establecimiento de imprentas y el abasto de armas, así como la solución de innumerables problemas cotidianos y su absoluta entrega a la causa le valieron que el 22 de diciembre de 1813 el generalísimo José María Morelos y Pavón propusiera y obtuviera del Congreso el nombrarla Benemérita de la Patria. Ya antes, ese mismo año, en Tlalpujahua la habían nombrado: Infanta de la Nación Americana.

Leona nunca fue oportunista, luchó contra los realistas, Anastasio Bustamante, Agustín de Iturbide, denunció sus crímenes durante la lucha. Y luego de la independencia cuando estos se encaramaron en el poder tuvieron en Leona una gran oposición siempre. Aunque para ella hubiese sido más fácil buscar la conciliación.

Tampoco se sometió al marido, no estuvo de acuerdo con la decisión de Andrés de amnistiar a su familia, A la muerte de Morelos, ella y Andrés Quintana Roo continuaron la lucha, rechazando el indulto que les ofreció el Virrey a cambio de abandonar su causa. Entonces tuvieron que vivir a salto de mata, al grado de que su primera hija, Genoveva, nació en 1817 en una cueva de Achipixtla, Tierra Caliente, donde se escondían. El 14 de marzo de 1818, fueron capturados en Tlatlaya. Pensando en las consecuencias que significaba para su hija, su esposo Andrés aceptó el indulto. Al enterarse Leona, montó en furia pues no la había consultado.

Nunca aprobó la decisión de su marido, de trabajar en el Emperador Agustín de Iturbide enemigo mortal de Hidalgo y Morelos y represor de los insurgentes, famoso por sus masacres, fusilamiento y encarcelamiento de mujeres. Andrés le aceptó el puesto de subsecretario de Relaciones Exteriores. Dentro de la pareja ella siempre empujó a Andrés a tomar las mejores decisiones y se oponía a sus vacilaciones. Ante el disgusto de Leona Iturbide se había hecho coronar “emperador” el 21 de julio de 1822 e instala su gobierno “imperial”, Leona, no aguantaba la persecución por parte del Emperador de los diputados liberales, entre ellos su amigo Carlos María Bustamante, ni estaba de acuerdo con el rumbo que tomaba el nuevo país. No luchó tanto para ver empoderarse a tipos de la calaña de Agustín Iturbide o Anastasio Bustamante.

De modo que se suscita un conflicto con su marido y ella se regresa a vivir a Toluca. Desde allá contempla cómo Iturbide, ambicioso de poder absoluto, disuelve al Congreso el 31 de octubre y detiene a varios diputados que se le oponían. Quintana Roo, que era liberal, entró en contradicción con Iturbide quien quería imponer a un Congreso Imperial que convocaba a la Monarquía como régimen de gobierno y la intolerancia por parte del Estado a toda religión ajena a la católica. El 27 de febrero de 1823, rompe con el “Imperio”, es destituido por Iturbide y se va a Toluca para alcanzar a Leona.

En su etapa de colaboradora de El Federalista, Vicario se enfrentó a uno de los hombres más poderosos de su época, Lucas Alamán, quien junto con Anastacio Bustamante fraguó el asesinato de Vicente Guerrero. El en una ocasión dijo que las mujeres habían ido a la guerra de Independencia por amor a sus hombres. Le contestó a Lucas Alamán:

“Confiese Sr. Alamán que no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son unos sentimientos extraños; antes bien vale obrar en ellos con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el cual fuere el objeto o causa por quien las hacen, son desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos, que la de que sean aceptadas. Por lo que a mí toca, sé decir que mis acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas, y en este punto he obrado con total independencia y sin atender que las opiniones que han tenido las personas que he estimado. Me persuado de que así serán todas las mujeres, exceptuando a las muy estúpidas, y a las que por efecto de su educación hayan contraído un hábito servil. De ambas clases hay también muchísimos hombres.”

Consumada la Independencia, Leona Vicario continuó su lucha, ahora contra los conservadores, enfrentándose a Iturbide y a Anastasio Bustamante que la persiguió. Usó la poesía y el periodismo como armas de lucha, editó El Federalista, que fue su trinchera hasta el 21 de agosto de 1842 en que su vida pasó a otro plano superior de la existencia.

Pero siempre apoyaba a Andrés en sus buenas decisiones como cuando se enfrentó a Estados Unidos. En efecto, Andrés, participó en las negociaciones para la elaboración del Tratado de Amistad y Comercio México-EU en las cuales el embajador Poinsett se vio obligado a reconocer las fronteras fijadas por el Tratado Adams- Onís en 1819. Leona y Andrés eran conscientes del peligro que significaba el expansionismo de Estados Unidos. Se enfrentó a Washington que ya entonces quería robarnos medio territorio y se opuso al separatismo de Texas, que luego sería anexado por EU. Ambos siempre fueron liberales, anticlericales, antimilitaristas y antiesclavistas. En diciembre de 1832 una revuelta hizo caer a Anastasio Bustamante. Posteriormente Valentín Gómez Farías nombra a Quintana Roo Ministro de Justicia en 1833. Ese mismo año, luego de la clausura de El Federalista Mexicano, publicaron El Correo de la federación.

Leona además tuvo otra faceta, la de labrar su independencia económica, necesaria para la independencia personal. En 1823 el Congreso devolvió a Leona algo de los bienes que los invasores españoles le habían expropiado, iban a darle 100,000 pesos, pero como no tenían efectivo le entregaron la Hacienda de Ocotepec en los llanos de Apan y una casa en Santo Domingo 2 (hoy Brasil 37), donde vivió, además de otras dos casas cercanas.

La hacienda estaba arruinada: el casco se encontraba en pésimas condiciones, las vigas apolilladas, los muros derrumbándose, todo era abandono. Leona tuvo que aplicar mucha energía y recursos para irla levantando. En todo lo que emprendía la mujer, se aplicaba a fondo, con el tiempo logró que la hacienda prestara grandes servicios, incluso abastecía de pulque a la capital. Con sus trabajadores y la población en general fue magnánima y la comunidad aledaña se alegró de tenerla como vecina y amiga.

Nosotros nos alegramos de poder conocer a Leona en el magnífico libro de Ángeles González Gamio, como si fuese nuestra amiga, gracias al estilo, conocimiento y sensibilidad de la autora, mientras comemos bizcochos, empanadas y disfrutamos el olor a café y a puro o disfrutando de unos buenos pulques curados. Gracias Ángeles por el espléndido regalo de conocer a personajes como Leona o Josefa, nuestra ciudad, nuestro patrimonio histórico y cultural de forma tan amena que queda grabada en la mente y en el corazón.

CONGRESO DE LA SOBERANÍA.

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