Aram Aharonian, Álvaro Verzi Rangel*
El régimen de Biden rechazó incluir a todos los países del hemisferio en la Cumbre de las Américas pautada para junio en Los Ángeles
Debería haber sido verdaderamente continental, sin marginaciones ni exclusiones, pero es una decisión que prioriza la situación interna y electoral de EE. UU., de cara a las elecciones parlamentarias de noviembre.
La “cumbre” se realizará entre el 6 y el 10 de junio, bajo el lema “Construyendo un futuro sustentable, resistente y equitativo”. Y su declarada misión es promover, de acuerdo a lo declarado por representantes del país anfitrión, el combate a la pandemia del Covid-19, una recuperación “verde”, un manejo “integral” del fenómeno migratorio y la búsqueda de un consenso hemisférico respecto a los desafíos que enfrenta hoy la democracia, como forma de gobierno, en toda la región.
Esta será la novena de una serie de cumbres que se inauguraron en Miami, en 1994. A la octava, que se llevó a cabo en Chile en 2018, el entonces presidente de EE. UU., Donald Trump, no consideró necesario asistir y se hizo representar por el vicepresidente Mike Pence. La cumbre siguiente, programada para 2021, se pospuso debido a la pandemia.
El menú de la agenda incluye debates sobre transparencia, corrupción, inclusión, equidad, sustentabilidad cambio climático, enfoques humanitarios sobre la migración y respeto a grupos discriminados, incluyendo indígenas y mujeres. Si bien para Biden la tarea central era reparar los daños causados a las relaciones con la región durante la presidencia de Trump, ahora prefiere seguir la misma línea trazada por su antecesor. “América está de vuelta”, dijo Biden, indicando de este modo que se acababa la fase de aislacionismo internacional que lideró Trump y que las alianzas multilaterales, ya sea formales o flexibles serían reconstruidas para enfrentar con mayor éxito a China y a Rusia, los rivales de EE. UU. en el hegemonismo mundial, máxime cuando su participación en la guerra de Ucrania abrió nuevas brechas en lo que considera su “patio trasero”.
Pero las prioridades estuvieron puestas en abandonar el pantano de Afganistán, reafirmar lazos con Europa Occidental a través de la OTAN, enfrentándose a Rusia en el espacio euroasiático, y desplegar la estrategia del denominado Indo-Pacífico, por medio del Quad (EE. UU., Australia, India y Japón), con el fin de dar señales a China que se iniciaba un período de contención activa de su expansión en esa región.
Ese diseño de su política exterior no consideraba a América Latina como, salvo en tres planos menores: frenar la creciente migración de centroamericanos vía México, dar un golpe de timón en la política hacia Venezuela, donde los intentos por derribar a Nicolás Maduro demostraron ser inútiles y multiplicar los diálogos con líderes regionales con el objeto de poner obstáculos al avance de China en el espacio hemisférico.
En diciembre último, Biden convocó a una cumbre global de las democracias, de la que excluyó –además de China y Rusia- a ocho países latinoamericanos: Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia, El Salvador, Honduras, Guatemala y Haití. Pero en nombre de la “democracia” invitó a Filipinas, Pakistán e Irak,
El No al ALCA
La Casa Blanca se limitó a decir, en un comunicado oficial, que “la Cumbre de las Américas es la única reunión, para todo el hemisferio, que convoca a los líderes de los países de América del Norte, del Sur y Central, y del Caribe. El liderazgo de EEUU en el proceso de la Cumbre resalta nuestro profundo compromiso histórico con los pueblos del Hemisferio Occidental, así como nuestra determinación de hacer realidad la iniciativa para Reconstruir un Mundo Mejor”- Amén.
Esta es una oportunidad esperada por Washington para insistir en la constitución del Área de Libre Comercio de las Américas, la recordada ALCA que fue derrotada en la anterior Cumbre de las Américas, en la argentina Mar del Plata en 2005. Ese es, realmente, la finalidad de EE. UU. al convocar estas cumbres, ahora muy preocupado por el avance ruso, pero sobre todo el chino, en la región.
Públicamente, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador había exigido la presencia de todos los países latinoamericanos y caribeños, pero Washington cumplió su amenaza de exclusión: no invitará a la reunión a Cuba, Venezuela y Nicaragua debido a las diferencias políticas e ideológicas que mantiene con esos tres países, afirmó el jefe de la diplomacia estadounidense para la región Brian Nichols.
«En un momento clave en nuestro hemisferio, estamos enfrentando muchos retos para la democracia» y Cuba, Nicaragua y Venezuela «no respetan la Carta Democrática de las Américas y por lo tanto no espero su presencia», declaró Nichols, Nuevamente un gobierno “demócrata” sienta un tóxico precedente de polarización en las relaciones intracontinentales y los analistas temen que encuentros futuros, los países que los hospeden los foros bien podrían dejar fuera de ellos a gobernantes con los que sostienen conflictos económicos o fronterizos, divergencias comerciales o políticas, o simples animadversiones personales.
La persistencia de dejar fuera a esas tres naciones, con la excusa de que sus respectivos gobiernos no son del agrado de Washington, no solo resulta grotesca, sino que atenta contra cualquier posibilidad de construcción de acuerdos regionales de cooperación y entendimiento.
El gobierno de Biden no reconoce a los presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega, y Venezuela, Nicolás Maduro, por considerar que fueron elegidos en elecciones no democráticas, o sea no las ganaron los candidatos aupados por Washington. EE. UU. considera presidente interino a Juan Guaidó desde la reelección del mandatario en 2018.
Guaidó no representa a nadie en Venezuela y poco tiene de demócrata, pero ha sido beneficiado con grandes sumas por parte del gobierno estadounidense en su afán de derrocar por las buenas o las malas al gobierno bolivariano.
El secretario estadounidense Antony Blinken dialogó este lunes con Guaidó y le reiteró el reconocimiento de Washington «como presidente interino de Venezuela», dijo Ned Price, portavoz del departamento de Estado. Aun cuando en Venezuela no lo reconozcan y no ejerza ningún poder, salvo el de malgastar la copiosa ayuda financiera de Washington.
La exclusión de Venezuela parece por demás hipócrita, ya que a raíz de la guerra en Ucrania y de sus implicaciones en materia de abasto energético y petrolero, Washington no tuvo escrúpulos en procurar la reanudación del abastecimiento de hidrocarburos venezolanos a EE. UU., lo que la obliga a dejar sin efecto algunas de las sanciones económicas impuestas de manera arbitraria para ahogar a Venezuela.
Nadie puede poner en duda de que EE.UU. tiene mucho de qué hablar con Cuba, por ejemplo, los asuntos migratorios y económicos que se resuelven por la tozuda actitud de la administración de Joe Biden de proseguir el endurecimiento de las medidas hostiles a La Habana que fueron adoptadas durante la administración de Donald Trump.
Las relaciones entre los dos países se han crispado desde lo que Washington calificó de «ola de opresión» tras las protestas de julio de 2021 en la isla. Cuba culpa a EE. UU. de estar detrás de estas protestas.
No existen contactos bilaterales consistentes entre EE. UU. y Cuba, por lo que la Cumbre de Los Ángeles representaba una ocasión perfecta para retomar el deshielo iniciado por Barack Obama, en época que Biden era su vicepresidente. El canciller cubano, Bruno Rodríguez, aseguró que obviar la presencia de la nación caribeña en esa reunión es un grave retroceso histórico que iría en detrimento de los objetivos de concertación.
En este contexto, López Obrador preguntó a Biden en su reciente conversación telefónica: "¿Cómo es que convocamos a una Cumbre de las Américas, pero no invitamos a todos? Entonces, ¿de dónde son los que no están invitados? ¿De qué continente, de qué galaxia, de qué satélite?"
"Nuestros hermanos migrantes mexicanos nos ayudan con más de 50 mil millones de dólares al año. Esto no tiene que ver con ideologías, ni con partidos, ni con política, esta es ayuda a sus familiares. ¿Por qué negarle esa posibilidad a los cubanos que tienen a sus familias en Cuba? ¿Por qué asfixiar?"
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, subrayó que EEUU no comprende que América Latina y el Caribe cambiaron para siempre y que no hay cabida para reinstaurar la Doctrina Monroe y la visión panamericanista, con las cuales pretende imponer su dominación hegemónica en el Hemisferio Occidental.
Lo mismo había señalado una semana antes el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien, en su reciente diálogo con el gobernante estadounidense, Joe Biden, pidió invitar a “todos los pueblos de América”.
Al censurar el bloqueo a la isla, López Obrador apuntó que, suponiendo, sin conceder que esta política lograra su objetivo de levantar a la sociedad cubana contra su gobierno (que no es factible, dijo, porque la dignidad de ese pueblo ha resistido 60 años) sería un acto ruin. Es como ganar una batalla pírrica, inmoral.
Mientras tanto el Grupo de Puebla (GP, progresista) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) llamaron a celebrar una Cumbre de las Américas sin excluir a ninguna nación, en un mensaje claro a sus organizadores. “Todos los países latinoamericanos requieren de la cooperación internacional e intercambio económico para poder soportar la factura social y atender la reactivación económica derivada de la pandemia.
Algunos de ellos como Cuba podrían inclusive aportar mucho en nuevas experiencias para la prevención y erradicación del virus y sus posibles nuevas variaciones”, indicó el GP. De igual forma, resaltó que esta sería una discriminación por razones ideológicas que afectaría las posibilidades de cooperación regional necesaria para superar las crisis venideras.
Por su parte, la Celac insistió en que “es indispensable que superemos las divisiones ideológicas y nos enfoquemos en la búsqueda de coincidencias”, debido a las graves consecuencias que la pandemia del coronavirus ha dejado en la región. Argentina, presidente pro témpore, instó a los organizadores “a evitar exclusiones que impidan que todas las voces del hemisferio dialoguen y sean escuchadas”.
El gobernante demócrata desaprovechó la oportunidad de dar una señal inequívoca de deslinde con respecto a su predecesor republicano y se sigue comportando como un mero continuador de los caprichos trumpistas. Ahora, teniendo la necesidad de parecer duro ante las elecciones legislativas, pero dando la pauta que el deslinde de las políticas antintegracionistas sigue sin producirse en los ámbitos de la política hemisférica de Washington y en la injustificable cerrazón migratoria.
*Periodistas y analistas españoles.
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