MEXTEKI
Para dar paso a la renovación democrática es necesario eliminar las campañas electorales tal como las conocemos ahora, en las que luego de que las cúpulas partidarias seleccionan candidatos por fama, influencia, amiguismo, se convierten en campañas basadas en el gasto de grandes cantidades de dinero. Compra de espacios en los medios (si no directa, sí disfrazada), impresión, distribución, exhibición, de toneladas de propaganda, compra de ejércitos de bots y algoritmos para inundar las redes sociales con el fin de hacer mucho ruido, todo tipo de regalos para los electores, anuncios publicitarios, donde el que tiene más dinero está en ventaja, repartición de tarjetas con promesas económicas, etc.
En esas campañas se ofrecen toda una serie de promesas, vagas, ambiguas, falsas de origen y hasta dan o prometen dinero. Y pueden mentir descaradamente y sin límite. Los partidos y candidatos detectan los problemas, pero en lugar de plantear alternativas reales y compromisos concretos “venden” soluciones mágicas e instantáneas que no solo no se cumplen, sino que son irrealizables. A donde van, al auditorio que se dirijan prometen a la gente engañosamente lo que les pidan, dicen lo que su público quiere oír, ante demandas reales, sentidas, justas, asumen compromisos engañosos o ambiguos que luego no cumplen, hablan maravillas y generan esperanzas tan grandes como falsas. Con dinero contratan simpatizantes y militantes que actúan con entusiasmo buscando un futuro “hueso”. Para colmo es usual que gasten su dinero en ataques, escándalos, calumnias, guerra sucia, en señalamientos personales y no políticos.
Esas campañas han de ser desechadas ya y para sustituirlas y lograr un cambio hay que usar los procesos electorales para la organización y discusión de un proyecto de gobierno, para la información de la realidad, construir las propuestas, definir los pasos a seguir para la solución de los problemas. Procesos electorales que sean la oportunidad de incitar la más amplia participación, no solamente para el día de las elecciones, sino meses antes de éstas involucrando a todas y todos en determinar la ruta a seguir.
Todos los candidatos por igual deberán contar con tiempos equitativos en televisión, radio, en encuentros de discusión de propuestas, y tener la misma oportunidad en la impresión y divulgación de sus propuestas, cuidando siempre la equidad. Además, estas actividades serán financiadas por un órgano electoral que sustituya al INE y no por partidos o candidatos. De modo que se establezca un método para procesar las propuestas, enriquecerlas y lograr que gane un proyecto en el que la persona ganadora tiene que comprometerse. La discusión puede ser en tres fases, planteamientos, propuestas y proyectos en la que los candidatos por igual expongan sus ideas y las vayan elaborando y mejorando con la más amplia participación de los electores.
Es importante que para seleccionar candidatos y para determinar los compromisos de los candidatos, y definir su programa de gobierno, a partir de propuestas iniciales, se organice la participación desde las comunidades territoriales, laborales, educativas, y que se vote no por un nombre o una imagen sino por un proyecto concreto y que el candidato que gane la representación deba cumplir obligatoriamente. Que estén mandatados, mandar obedeciendo, que permanezcan bajo control de sus electores y sean los operadores de la voluntad popular.
Si el representante quiere realizar, ante una coyuntura no esperada alguna medida que no estuvo, planteada, discutida, avalada, o surjan cuestiones no contemplada en campaña, deberá realizar una consulta o plebiscito de los electores, antes de aplicar la medida. Los electores, el pueblo debe participar desde abajo en el gobierno no solo en período electoral, sino de manera permanente, teniendo el instrumento de la revocación del mandato para quien no cumpla los compromisos.
El gobierno debe ser popular y democrático, lo que implica que todas y todos se involucren, sin dejarlo todo en manos de “especialistas” que supuestamente “saben”, sino confiar en la inteligencia y sentido común de la gente y en su derecho a decidir. Las personas más capacitadas deben presentar propuestas, en términos accesibles para todas y todos para que estas propuestas se enriquezcan por el colectivo, se consensen y se socialicen por medio de una amplia difusión de las ideas y planteamientos, todo para aterrizar en un proyecto.
Las campañas actuales de mentiras, ataques, descalificaciones y derroche de dinero deben terminar y ser prohibidas, definitivamente, para dar pie a procesos serios, participativos de análisis de las mejores formas de resolver los problemas, de alternativas y planteamientos de los candidatos, que de ganar se verían obligados por ley a efectuar las acciones definidas en el proceso electoral. Así se logrará la construcción de la Soberanía Popular y que el pueblo asuma su soberanía, sin firmar “cheques en blanco” el día de las elecciones para que los representantes hagan lo que gusten para bien o para mal.
La renovación democrática exige una transformación profunda y procesos electorales que empoderen al pueblo para que tome su destino en sus propias manos.
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