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Oiga, los súper soldados yanquis también corren.

Juan Hernández Machado*

PANORAMA MUNDIAL 22 de noviembre 2021

Cuando escuchamos a los personeros del imperio abogar por una intervención militar estadounidense en Cuba, además de la repulsión normal que eso causa, nos da pena realmente. Sí, pena, porque ellos de verdad creen, primero, que les van a hacer caso y van a ejecutar la acción de inmediato y, segundo, porque antes de que los súper Rambos estadounidenses se involucren vendrían muchos títeres y técnica primero. Ellos se cuidan mucho a partir de las experiencias que han adquirido en sus intervenciones por el mundo entero.


La lección fundamental está al alcance de la mano: Vietnam. Centenares de libros, películas, documentales y otros soportes informativos existen para conocer al detalle cómo fue esa guerra que el heroico pueblo vietnamita ganó limpiamente.

Contra nuestros hermanos se empleó la técnica más moderna de la época, pero no pudieron doblegarlos.

Claro, estamos hablando de un pueblo unido, con una bella tradición combativa, dirigido por un partido comunista de prestigio y forjado en la lucha, y con un dirigente de la estatura de Ho Chi Minh. No podía ser otro el resultado.

Sin embargo, hay otros ejemplos de los cuales se habla muy poco y donde los paladines de la libertad, dueños de la técnica de combate más moderna del mundo, también salieron huyendo.

Sí, no es invento nuestro, esa es la realidad histórica.

Durante la llamada Primera Guerra del Golfo en 1991, cuando Saddam Hussein invadió Kuwait, los Estados Unidos aprovecharon el estado de desmoralización que se había producido en las fuerzas progresistas a nivel mundial debido a la situación en la antigua Unión Soviética y los países de la Europa del Este, para imponer su voluntad en el seno de la Organización de Naciones Unidas (ONU), fundamentalmente en su Consejo de Seguridad.

Así logró que se aprobaran las resoluciones necesarias para poder intervenir en Iraq, formaron la coalición aliada y comenzaron con el concepto de supremacía de fuerzas, es decir, movilizar una gran cantidad de efectivos y medios para que la oposición fuera barrida en los primeros momentos. Y lo lograron.

Pero lo que no dijeron cuando hicieron sus marchas triunfales en las ciudades estadounidenses - al estilo de las que hicieron después de la victoria sobre el fascismo en la II Guerra Mundial- fue que se enfrentaron a un enemigo desunido, con divisiones políticas internas graves, con sus fuerzas armadas desmoralizadas, y con la mayoría de sus pilotos que llevaron los aviones de combate a Irán para no tener que combatir, además de muchas otras causas que solo conducen a la derrota.

El concepto de la supremacía de las fuerzas y medios se convirtió en una constante en los diferentes lugares donde los gobiernos estadounidenses enviaron a sus fuerzas armadas a intervenir a partir de ese momento.

Veamos qué sucedió en el caso de Somalia.

Como se puede apreciar, la posición geográfica de Somalia es vital para controlar el Golfo de Adén y la entrada al Mar Rojo, ruta por donde pasan casi todos los tanqueros con petróleo provenientes del Golfo Arábigo- Pérsico hacia Europa y América.

BOLETIN ESPECIAL

La Habana, 22 de noviembre del 2021/Año 63 de la Revolución/RNPS2442

Somalia llega a su independencia el primero de julio de 1960 cuando se termina el Protectorado Británico en el norte (la llamada Somalilandia) y los italianos, que controlaban el sur como parte del África Oriental Italiana, también ceden el mandato. Asumió la presidencia de la República de Somalia

Abdirashid Ali Shermarke.

Durante el gobierno de Shermarke, los Estados Unidos fueron beneficiados con el uso de los puertos de Berbera, al norte, y Kisimayo, al sur, utilizando los mismos con bastante libertad, sobre todo el primero debido a estar situado frente al Golfo de Adén.

Shermarke fue derrocado por un golpe militar en 1969 que encabezó el general Mohamed Siad Barre, quien calificó el mismo como “La Gran Revolución socialista de octubre”, obviando que ese hecho histórico ya se había producido en Rusia en 1917; el país comenzó a llamarse República Democrática de Somalia (RDS).

Siad Barre comienza las relaciones con la Unión Soviética, otros países de Europa del Este y con Cuba. La Unión Soviética pasó a disfrutar de las mismas relaciones preferenciales para el uso del puerto de Berbera que habían tenido los Estados Unidos durante el gobierno de Shermarke.

Yo estuve entre los primeros cubanos que trabajamos en la entonces RDS. En nuestro actuar con las autoridades y el pueblo, pudimos conocer, poco a poco, al verdadero Siad Barre. Él no siguió una política de unidad nacional, manteniendo el fraccionamiento de su pueblo en clanes y sub clanes; sostenía la concepción de la Gran Somalia- vieja idea que plantea que el Ogaden etíope, Djibouti y el sur de Kenya, territorios habitados por personas de origen somalí, son parte de Somalia. Basado en esa concepción, Barre agredió a Etiopía luego que el Emperador Haile Selassie fuera depuesto y un gobierno de corte progresista asumiera el poder en ese país, a pesar de la promesa que le había hecho a nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro de que no la atacaría. Como se conoce, esto motivó nuestra ayuda internacionalista a los etíopes.

Tampoco desde el punto de vista económico su gestión fue fructífera. No hubo el desarrollo que él había prometido; las riquezas pesqueras y bananeras existentes en el sur del país continuaban siendo controladas por los intereses italianos. Poco a poco el país fue cayendo en un profundo estado de degradación económica, hambrunas en ciertas partes, ausencia de esperanza y todo eso fue motivando un gran descontento con el gobierno y la agudización de las contradicciones entre los principales clanes somalíes.

En Somalia se pueden definir seis grandes clanes: • El clan Hawiye, el más numeroso, que se encuentra en el centro y sur del país, con predominio en Mogadiscio, la capital.

• El clan Darod, que ocupa el extremo del Cuerno de África, la zona que después del inicio de la guerra civil a manos de los señores de la guerra, fuera declarada como Estado de Puntlandia de Somalia- parte de la Somalia italiana cuando la época colonial- en 1998, pero no fue reconocida por país alguno.

• El clan Ishaq que predomina en la zona norte, lo que anteriormente era la Somalia británica cuando la colonia y que fuera declarada como Somalilandia por el señor de la guerra Mohamed Ibrahim Egal. Esa entidad tampoco fue reconocida por Estado alguno. Este clan también tiene presencia en Djibouti, que antes de su independencia fuera llamada “La tierra de los Affars y los Ishaq”.

• Los clanes Rahanwein y Digil se concentran en las zonas agrícolas del centro y sur del país.

• El clan Dir tiene también presencia en la parte norte del territorio y en la vecina Djibouti.

Esa situación motivó que desde 1987 surgiera una oposición armada por parte del Movimiento Nacional Somalí (MNS) en el norte de Somalia, la cual para 1990 ocupaba casi todo ese territorio y motivó el fraccionamiento del gobierno de Barre, provocando su salida del poder en 1991. Junto al MNS coexistían el Movimiento Patriótico Somalí (MPS) en el sur y el Congreso Unido Somalí (CUS) que finalmente ocupó la capital, Mogadiscio.

A partir de ese momento se inicia una cruenta guerra civil entre las distintas agrupaciones que representaban clanes diferentes.

El Congreso Unido Somalí se dividió en dos, la facción dirigida por Ali Mahdi Muhammad y la dirigida por Mohamed Farah Aidid. Los enfrentamientos entre las facciones se extendieron de la capital al resto del país, causando unas 20 mil bajas para fines de 1991. Ni qué decir que esto empeoró la ya grave situación económica, motivando hambrunas y serios padecimientos a la población civil, sin importar el clan al que pertenecieran.

Se estima que entre 1991- 1992 fallecieran unas 300 mil personas debido al hambre. La comunidad internacional, a través de la Organización de las Naciones Unidas y de diferentes organizaciones no gubernamentales, comenzó a enviar alimentos y otros suministros, los cuales eran interceptados y enviados a líderes locales, quienes los intercambiaban por armas para continuar la lucha inter clanes y la Organización de Naciones Unidas envía 50 observadores para certificar la entrega de alimentos a la población. El nueve de diciembre de 1992 se establece en Somalia la Fuerza de Tarea Unificada (UNITAF), que contaba con 37 mil efectivos procedentes de los 24 países que formaban la coalición convocada por las Naciones Unidas.

Ni corto ni perezoso, el presidente George H. W. Bush, luego del triunfo en Iraq, de la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, declaró la Operación “Consuelo” para apoyar con transportes militares el esfuerzo internacional de asistencia a Somalia. Se entregaron casi 50 mil toneladas de alimentos, pero el esfuerzo no fue suficiente. La UNITAF se retira de Somalia en 1993.

Pero los Estados Unidos no retiraron todo su contingente; dejaron unos 1, 700 efectivos que se unieron a las fuerzas de unos 30 países que integraron la misión de la ONU para Somalia (UNOSOM), la cual, además de la ayuda a la depauperada población civil, ahora tenía como objetivos poner fin a la guerra civil en Somalia, lograr que se adoptara una Constitución y crear instituciones gubernamentales capaces de encaminar esa sociedad.

Para diciembre de 1992, Estados Unidos inició la Operación “Restaurar la Esperanza”, a fin de asumir la jefatura de la UNOSOM y crear un ambiente de seguridad para las actividades humanitarias en Somalia.

La 15 Unidad Expedicionaria del Cuerpo de Marines estadounidenses aseguró un tercio de la capital, incluyendo el puerto y las instalaciones aeroportuarias. Helicópteros de Asalto Ligero del tipo HMLA- 369 pertenecientes al 39 Grupo Aéreo de los Marines con base en Camp Pendleton, fueron enviados para asegurar las rutas desde la capital hacia el norte, centro y sur. Además, tuvieron el apoyo del 3er Batallón de Asalto Anfibio y fuerzas de la 10ma División de Montaña del Ejército estadounidense.

Mientras esto ocurría, ya las facciones somalíes llegaban a 15, pero se logró que las mismas participaran en una reunión de Reconciliación Nacional en Addis Abeba, la capital etíope, el 15 de marzo de 1993, donde se logra un acuerdo de paz, que Mohamed Farah Aidid firmó, pero que no cumplió posteriormente.

A los llamados contra las fuerzas de Estados Unidos y de la ONU a través de Radio Mogadiscio, por considerarlas injerencistas, Aidid organizó varias acciones contra los extranjeros en su país, siendo una de las principales un ataque, en junio, a una fuerza de Paquistán que le ocasionó 24 muertos, más 56 paquistaníes, un italiano y tres estadounidenses heridos.

Aidid se convirtió en un objetivo priorizado; se ofrecieron $25 mil dólares por su captura y se hicieron varias acciones contra lugares donde supuestamente se encontraba. El peor resultado lo tuvieron el 12 de julio de 1993 cuando helicópteros de ataque del tipo Cobra dispararon cohetes y proyectiles de cañón de 20 mm contra una casa de seguridad donde supuestamente estaba Aidid con el resultado de 73 personas muertas, incluyendo mujeres y niños durante los 17 minutos que duró la operación.

En agosto la milicia de Aidid mató a cuatro soldados estadounidenses que iban en un vehículo militar y dos semanas después lesionó a otros siete. Ante esa situación, el presidente William Clinton aprobó la propuesta de los militares de reforzar el ya gigantesco contingente militar estadounidense en Somalia, con unidades élite de las fuerzas especiales del ejército y de la Marina estadounidense.

Entre ellas estaban:

• La Compañía B, 3er Batallón, 75 Regimiento de Rangers

• El Escuadrón C, del Primer Destacamento Operativo de las Fuerzas Especiales Delta

• 16 helicópteros del tipo MH-60 Black Hawk y AH/MH-6 del tipo Little Bird, del 160 Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales

• SEALs de la Marina pertenecientes al Grupo de Desarrollo de Guerra Naval Especial

• Operadores de Rescate de la Fuerza Aérea y Controladores de Combate del 24 Escuadrón de Tácticas Especiales

•Toda esa fuerza élite- que junto a otras unidades similares están previstas para actuar en una agresión militar estadounidense contra Cuba- fue desplegada el 22 de agosto de 1993 bajo el mando del general William F. Garrison, en aquel entonces Jefe del Comando Conjunto de Operaciones Especiales.

A pesar de ese poderío y del renombre de las unidades militares participantes, el 25 de septiembre la milicia de Aidid derribó un helicóptero del tipo Black Hawk con un RPG-7, ocasionando la muerte a sus tres tripulantes. Primer derribo de un helicóptero en Mogadiscio y una victoria psicológica para los somalíes.

La captura de Aidid pasó de objetivo a casi obsesión y es así como el tres de octubre de 1993 se desarrolla lo que pasó a la historia como La batalla de Mogadiscio, la más sangrienta para Estados Unidos hasta ese momento desde la guerra en Vietnam.

Ciento sesenta efectivos en doce vehículos y 19 helicópteros, estos del 160 Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales se lanzaron al interior de la ciudad para capturar a dirigentes de la milicia de Aidid.

Nuestro objetivo no es entrar en los detalles de esta batalla. Los mismos se pueden encontrar en la novela Derribo del Halcón Negro: una historia de guerra moderna, que el periodista Mark Bowden publicara en 1999; en el filme Derribo del Halcón Negro, del Ridley Scott, del año 2001 y basada en el libro anterior, y en el corto metraje Regreso a Mogadiscio: recordando el derribo del Halcón Negro, que Jeff Struecker y Keni Thomas, miembros de los Rangers veinte años atrás, filmaron en Mogadiscio en el año 2013.

Solo queremos mencionar que esa gran fuerza especializada estadounidense fue enfrentada por las milicias de Aidid- que no eran un ejército formal, ni tenían armas pesadas o medios blindados o aéreos, pero sí un alto nivel de improvisación y carencia de disciplina militar- quienes les derribaron dos helicópteros del tipo UH-60 y otros tres sufrieron daños; 19 soldados estadounidenses murieron y otros 79 resultaron heridos durante las 17 horas que duró la batalla.

Al rescate de los estadounidenses estancados en las ruinas de edificios, se envió al día siguiente una “pequeña” fuerza consistente en 60 vehículos blindados, que incluían tanques del contingente paquistaní, así como transportadores del contingente de Malasia, apoyados por helicópteros estadounidenses del tipo AH-1 y UH-60. Un soldado de Malasia y dos de Paquistán murieron, mientras que siete soldados de Malasia resultaron heridos.

Esta fue el arma letal contra los estadounidenses: el RPG-7, un arma antitanque de la antigua Unión Soviética convertida en efectivo instrumento contra los helicópteros yanquis.

Los seguidores de Aidid arrastraron los cadáveres de los soldados estadounidenses por las calles de Mogadiscio. Esas imágenes fueron circuladas por la televisión internacional y posteriormente conservadas en libros, documentales y en el film antes mencionado.

No nos podemos enorgullecer de esa actitud, que no se corresponde con un comportamiento ético entre combatientes, pero sí se puede esperar de personas que se supieron utilizadas y manipuladas primero y luego enfrentadas con todo el poderío de la gran potencia estadounidense.

Pero esas imágenes demostraron que los súper soldados a las órdenes del Tío Sam, a pesar de su gran poderío y especialización, fueron incapaces de vencer a grupos de ciudadanos mal armados, sin una concepción científica del arte militar, mal equipados, en contradicciones fuertes con grupos similares nacionales por el poder en su país, pero desde mucho tiempo determinados a no aceptar que extranjeros los dominaran.

Solo demoró tres días después de terminada esa sangrienta batalla- pues las bajas somalíes se contaron por cientos entre muertos y heridos- para que el presidente William Clinton le indicara al Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor que detuvieran todas las operaciones contra Aidid, a menos que fueran en auto defensa.

Clinton se dirigió a su pueblo el siete de octubre de 1993 e hizo un recuento de la situación en Somalia, de la participación estadounidense ordenada por el presidente anterior y comunicó su decisión de ponerle fin a esa misión y retirar las tropas de ese país.

El fantasma de la guerra en Vietnam volvió a aparecer; la imagen victoriosa de una intervención en un país (Iraq en 1991) con un mínimo de bajas y de pérdidas de material combativo, se comenzó a desvanecer.

Como se aprecia, no solo fueron derrotados en esa batalla, sino que, pese a su gran poderío en efectivos, en especialización y en armamento, también huyeron para no arriesgarse a otro bochorno como el que habían pasado en Vietnam.

En marzo de 1994 se retira el último soldado enviado por las Naciones Unidas a Somalia.

A partir de esa experiencia- obvio fracaso militar estadounidense en Somalia- se comenzaron a buscar alternativas para resolver la crisis humanitaria que ese país tenía.

En cuanto a la actividad militar estadounidense, como se conoce, después de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 comenzó la llamada lucha contra el terror y cambiaron toda una serie de procedimientos para la participación militar, pero, como también se ha visto, las experiencias en Iraq y en Afganistán les salieron muy caras.

Para intervenir en otros lugares más pequeños o en otros conflictos como el de Somalia en 1992 se pensó y se piensa bastante antes de introducir las fuerzas vivas estadounidenses y como parte de la estrategia en la lucha contra el terror se potenció el entrenamiento de fuerzas locales y su suministro con armas para que sean ellas las que asuman el grueso de la lucha, y pongan las bajas que se produzcan, además del uso de los aviones no tripulados (UAV), los que comúnmente conocemos como drones.

Pero ese es un tema para otro análisis.

De todo lo aquí expuesto se derivan dos enseñanzas: una, para quienes pretenden arrasar con todo lo que tenemos e invocan a los súper soldados a venir en su defensa, y la otra para nosotros, el pueblo de Martí y de Fidel.

En el caso de los primeros, deben pensar que sus amigos lo pensarán muy bien antes de introducir sus fuerzas en combate contra nuestro país. Primero, porque ellos tienen sus propios planes y los ejecutan a su forma y conveniencia, no porque un grupo de sus cipayos asalariados se los pidan; nosotros nos parecemos más a un Vietnam que a un Iraq. Además, antes de que los súper lleguen, muchos ilusos de allá y de aquí, de esos asalariados que piensan quedarse solo en el nivel de voceros y agitadores, serán convocados para estar en la primera línea en el combate por la libertad de su país, y serán lanzados al ruedo buscando el enfrentamiento; en resumen, que serán las primeras bajas.

En nuestro caso, siempre ha estado claro que la preparación para nuestra defensa es la mejor forma de evitar la agresión del enemigo. Ante las provocaciones y las agresiones, debemos prepararnos más y mejor, porque, como sabemos, hay una forma y un medio para cada uno de nosotros poder defendernos. Fortalecer la unidad, conocer cada día mejor al enemigo, fortalecer nuestras defensas y eliminar nuestras debilidades e insuficiencias; esas son palabras de orden para cada cubano de vergüenza.

Y acordarnos, basados en las enseñanzas de Maceo en la Protesta de Baraguá y en las de Fidel, que la orden de combate siempre está dada, que al imperialismo no le damos ni un tantito así- como decía el Che- y que al igual que nos hemos mantenido desde el glorioso dos de diciembre de 1956, ¡Aquí no se rinde nadie, c…!

*Miembro de la Asociación de Base de la Unión de Historiadores de Cuba en el Cerro.

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