Pablo Moctezuma Barragán
Este 18 de marzo se cumple el 84 aniversario de la expropiación petrolera. En medio de una crisis mundial de energéticos y de abasto alimentario debido primero a la pandemia de Covid 19 y ahora al conflicto Ucrania-Rusia y las sanciones de Occidente contra esta potencia que ocasionan que se dispare el precio del petróleo.
Lázaro Cárdenas supo ver la importancia estratégica del petróleo para la soberanía nacional ante el asombro mundial expropió nuestro petróleo y resistió las presiones de las corporaciones extranjeras y el bloqueo a nuestro país con el objeto de doblegar a su gobierno. Dejaron las instalaciones en pura chatarra y se llevaron a todos los técnicos, pero los trabajadores mexicanos lograron levantar la industria. Cárdenas apoyó y tuvo el apoyo del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana que reclamaba reivindicaciones estallando una huelga en 1937 que, ante la cerrazón e insolencia de las corporaciones, dio lugar a que el presidente decidiera valientemente, la expropiación.
El decreto de Cárdenas consistió en la expropiación legal de maquinaria, instalaciones, edificios, refinerías, estaciones de distribución, embarcaciones, oleoductos y todos los bienes muebles e inmuebles, de Royal Dutch Shell, la Huasteca Petroleum, la Sinclair Pierce Oil Company, la Mexican Sinclair Petroleum Corporation, la Stanford y Compañía, la Penn Mex Fuel Company, la Richmond Petroleum Company, la California Standard Oil Company of México, y otras más, así como sus filiales o subsidiarias. En total fueron 17 compañías extranjeras las expropiadas.
Así México obtuvo el control total sobre la producción y comercialización del petróleo en territorio nacional, en mar y tierra. A los tres meses el 17 de junio se creó PEMEX. De esta manera se reconoció la soberanía energética de México como pilar fundamental del desarrollo. En 1960 se nacionalizó la energía eléctrica colocándola en manos del Estado. Estas políticas de soberanía energética y de soberanía nacional significaron un impulso al desarrollo que llevó en esa época al crecimiento promedio del país al 6% anual del Producto Interno Bruto. Esto sorprendió al mundo entero que comenzó a hablar con insistencia del “milagro mexicano”.
La política de Lázaro Cárdenas, respetada hasta 1976, era la de usar el petróleo exclusivamente para el desarrollo nacional, México no exportaba una gota de petróleo, la economía crecía y teníamos hasta inicios de los setenta soberanía alimentaria además de que sustituimos muchas importaciones. México defendía su soberanía.
Las corporaciones extranjeras y sus gobiernos no cejaron hasta recuperar pasa su beneficio el petróleo mexicano, ya en la época de Miguel Alemán habían logrado que les diera 16 concesiones a compañías estadunidenses, calificadas como “independientes”, bajo la etiqueta de los contratos riesgo (en los que no había riesgo alguno). Mas posteriormente en la administración de Adolfo López Mateos se modificó la constitución para sin ambigüedades prohibir las concesiones y hacer valer el espíritu de nuestra máxima ley. No solo aprovechábamos el oro negro para el desarrollo de México, sino que además y porque eso es natural y conveniente, para darle más valor al petróleo, con seis refinerías en funcionamiento nos convertimos en un gran productor de petroquímicos. Siendo completamente autosuficientes en gasolina hasta los ochenta.
La táctica de EU y sus organismos financieros para recuperar sus viejas posiciones, fue la de endeudarnos para ponernos la soga al cuello a través de la deuda externa. La deuda se disparó de 1,600 millones de dólares al terminar López Mateos, 3,600 millones de dólares con Díaz Ordaz y se cuadruplicó a 19,000 millones de dólares a finales de 1976. Fue entonces cuando Luis Echeverria firma la primera “carta de intención” y pone la economía mexicana en manos de los intereses extranjeros que defendía el Fondo Monetario Internacional, así dio una puñalada por la espalda a la soberanía económica, lo que comprometió desde luego, la soberanía política del país. Con López Portillo la deuda llegó a los 85,000 millones de dólares y quedamos sujetos al FMI que obligó a petrolizar la economía y a poner nuestro oro negro a disposición de EU y sus socios. Al final del sexenio 1976-1982 ya se exportaba millón y medio de barriles diarios de petróleo.
Mientras guardábamos el petróleo para el desarrollo nacional, tuvimos una época de crecimiento al 6 por ciento anual, pero luego tras de que nos convertimos en un gran exportador del petróleo, lejos de beneficiarnos, la economía se estancó a un 2 por ciento anual promedio, casi al mismo ritmo del crecimiento de la población. Mientras tanto nuestra riqueza era saqueada por las potencias, siendo el oro negro un recurso natural no renovable que hay que cuidar al máximo para nosotros. A partir del gobierno de Miguel de la Madrid se comenzó a desmantelar la industria petroquímica nacional. De ser autosuficientes en gasolina, a partir del gobierno de Salinas De Gortari nos convirtieron en importadores neto. El último año de Peña Nieto importó 30,056 millones de dólares en gasolina.
También se comenzó a desmantelar PEMEX, a endeudarlo al máximo, llegando a un monto de dos billones de pesos al terminar el sexenio de Peña y a distribuir contratos disfrazados o no, a las corporaciones extranjeras y nacionales. Los gobiernos neoliberales de plano querían matar a la gallina de los huevos de oro. Y eso a pesar de las grandes riquezas que significaban para México. Los gobiernos del PRIAN explotaron y exportaron de manera irracional nuestra riqueza de petróleo al grado de que llegó a ser el sexto mayor productor de petróleo en el mundo en 2006, con una producción de 3,71 millones de barriles por día en una extracción desenfrenada que incluso llegó a dañar muchos yacimientos por la prisa en atender la demanda de Estados Unidos en vez de reservar este recurso estratégico para beneficiar al país.
Los gobiernos del PRIAN obtuvieron fabulosas ganancias del petróleo; Fox 337 mil millones de dólares, Calderón 545 mil millones de dólares y Peña Nieto 331 mil millones. Con esos astronómicos ingresos, Calderón pudo haber pagado la deuda total de Petróleos Mexicanos (Pemex) con un sobrante de más de 300 mil millones de dólares. Lo mismo pudieron haber hecho Fox y Peña, pero ellos les hacían el juego a los intereses de Washington de espaldas a México. ¿Dónde quedó esa fortuna?, ¿por qué siguieron endeudando a PEMEX y al mismo tiempo al país entero. Fox dejó la deuda pública de México en 1.7 billones, Calderón en 5.2 billones y Peña en 10.5 billones de pesos.
Con la Reforma Energética aprobada por el PRIAN se les abrieron puertas y ventanas a las corporaciones petroleras y ahí sí no gritaron que es “energía sucia”, también se dio prioridad a las corporaciones eléctricas, acelerando el desmantelamiento de PEMEX y CFE. Dejándolas con una enorme carga, una deuda que rebasa los cien mil millones de dólares y ocupa más de la mitad de la deuda externa de México.
En 2018, tras de que el pueblo de México demandó en las urnas una transformación. El presidente Andrés Manuel López Obrador inició su gobierno con el firme propósito de rescatar la soberanía energética y le apostó a invertir en PEMEX, rehabilitar las refinerías, producir nuestra propia gasolina, rescatar la industria eléctrica y recuperar el control del estado sobre sus recursos estratégicos. Propuso usar el petróleo para satisfacer las necesidades internas y dejar la exportación irracional, comenzar a disminuir las importaciones de gasolina, porque como él dice: no hay que vender baratas nuestras naranjas para luego comprar jugo de naranja caro.
Esto provocó una oleada de críticas acusándolo de fomentar la energía sucia en vez de alentar la supuesta energía limpia que producen corporaciones españolas y otras. A su apuesta por el petróleo se le llegó a calificar como una política obsoleta, irracional y caprichosa. La importante inversión en la industria petroquímica también fue cuestionada y rechazada. La política del actual gobierno federal ha ido a contrapelo de Washington que dice impulsar “energías limpias”, siendo el país que más produce y consume petróleo de todo el planeta, alrededor de 18 millones de barriles diarios en la actualidad, además hoy produce 500 mil barriles más de los que consume. Ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Incluso la administración del presidente Joe Biden, a través de la embajada estadounidense en México en un comunicado oficial del 9 de febrero del presente año, dice “El gobierno de los Estados Unidos ha expresado reiteradamente su preocupación sobre la propuesta actual del sector energético de México. Promover el uso de tecnologías más sucias, anticuadas y caras sobre alternativas renovables eficientes, pondría en desventaja tanto a consumidores como a la economía en general”, señaló la embajada estadounidense en México en un comunicado oficial. La reforma energética que impulsa el Presidente de México es “sucia, anticuada y cara”.
En la coyuntura actual se observa la enorme importancia del petróleo y sus avatares, al subir sus precios a partir del 23 de febrero, debido al conflicto Ucrania-Rusia disparándose a niveles récord de 14 años, llegando a 130 dólares el barril promedio, cuando de pronto la demanda de petróleo fue en aumento. Que no digan que la producción de petróleo ya no es importante por estar en una “transición energética”.
Al mismo tiempo en la pandemia de Covid-19 en 2020, el precio del petróleo cayó de 60 dólares promedio a bajo cero, lo que muestra lo dañino que es depender de los mercados globales tan vacilantes y caprichosos, ahora mismo debido a un rebrote de la pandemia en China el petróleo cae a menos 100 dólares el barril. De modo que depender de las exportaciones del mercado exterior coloca a la economía en una gran vulnerabilidad.
La pandemia de Covid-19, la crisis económica y la crisis actual por la guerra entre los pueblos eslavos orientales que ha tensado las relaciones entre Rusia y el Occidente al máximo han demostrado la justeza de la política de apostar por la soberanía económica, la autosuficiencia alimentaria, la soberanía energética. Y esa es la tarea, aunque se enfrenten grandes y poderosos intereses extranjeros acostumbrados al lucro y el saqueo en detrimento del bienestar de la gente.
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