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¿Qué es el Extractivismo?

Pedro Moctezuma


Con la conquista española, la imposición de dinámicas centradas en el saqueo y el atesoramiento colonial, rompió la gestión natural de ciclos y priorizó el dominio militar, la devastación de los ecosistemas y los sistemas productivos de los pueblos originarios, en aras de la sustracción y exportación de recursos a la metrópoli. La riqueza extraída de las colonias dotó a las potencias europeas de metales preciosos, nuevos alimentos baratos y materias primas abundantes que sustentaron el surgimiento de nuevos sistemas productivos sentando las bases de la industria y dieron pie al desarrollo del capitalismo. Mientras que algunas comunidades tradicionales han vivido de modo armonioso su relación con el ambiente, durante las décadas recientes el capitalismo neoliberal ha agudizado el modelo de extracción-desecho, que rompe los ciclos vitales y amenaza la vida y la salud de la humanidad.



La modernidad se ha caracterizado por la pérdida de conexión entre el ser humano y la naturaleza, la ruptura de las comunidades, la globalización económica, la competencia oligopólica trasnacional por ganancias extraordinarias, la contaminación ambiental, el cambio climático y el agotamiento paulatino de los recursos naturales, todo ello de espaldas a la noción de ciclos de gestión sustentable.


El crecimiento exponencial logrado con la escisión tanto entre los sujetos sociales como entre éstos y los ciclos naturales ha provocado la sustracción y exportación de recursos y la explotación de los trabajadores en aras de la acumulación de capital, vía despojo de las comunidades, así como destrucción y contaminación del medio ambiente en el proceso (minería tóxica, fracturación hidráulica, trasvases y pozos profundos, tiraderos a cielo abierto, derrames contaminantes).


En el capitalismo, el paradigma de extracción y desecho ilimitado de recursos naturales, que llamamos “paradigma extractivo” provoca la pérdida de autorregulación de los sistemas ambientales. Las exigencias de la especulación financiera y la rotación acelerada de capitales han precipitado la producción insustentable de bienes e infraestructura, mientras que el modelo consumista dispara la generación de productos desechables, que contribuyen al aumento de contaminantes.


El ciclo económico clásico es de tipo antropogénico: Producción – Circulación – Cambio – Consumo (P-C-C-C), en el capitalismo éste tiene una rotación más rápida que el ciclo vital de reposición de los bienes provenientes de la naturaleza, rompiendo el ciclo de regeneración natural al subordinarlo al objetivo de obtención de ganancias extraordinarias que exigen formas de Extracción (E) y Desecho (D) por encima de la capacidad de recarga de la naturaleza y uso de métodos destructivos. Además, la primera y última fase del ciclo productivo se ocultan y se excluyen de las fórmulas económicas, considerándolos “externalidades”. Para clarificar la verdadera naturaleza y costos reales del ciclo, éste debería incluir todas sus seis fases Extracción – Producción – Circulación – Cambio – Consumo – Desecho (E-P-C-C-C-D).


En el capitalismo neoliberal se impulsa la sustracción y exportación de materias primas y mano de obra, para la producción masiva de mercancías desechables con obsolescencia programada, se propicia la circulación globalizada de alto costo energético, ambiental y social (como evidencia la pandemia de Covid-19), se hace un intercambio de alta rotación de bienes y servicios de corta durabilidad, y formas de consumo inducido despilfarrador, que generan un cúmulo de desechos contaminantes generalmente mal manejados. La extracción y exportación de recursos y la generación de desechos contaminantes tienen un alto costo ambiental y social, invisibilizados, como dijimos, bajo el manto de “externalidades”.


Los métodos de extracción de este modelo dan la espalda a los impactos ambientales y provocan la destrucción de suelos, cuerpos de agua, bosques y comunidades humanas para obtener agua, energía, alimentos y materias primas. Regido por el consumo, el extractivismo desarrolla la producción masiva de mercancías y la circulación globalizada entre ámbitos cada vez más lejanos. La alta rotación del intercambio de bienes y servicios de corta durabilidad y formas de consumo inducido por un modelo despilfarrador generan una masa de desechos líquidos y residuos sólidos contaminantes provenientes de desperdicios orgánicos, residuos inorgánicos, envases, embalajes etc. Todo ello en tiempos más y más cortos, para obtener ganancias extraordinarias con cada ciclo de rotación de capital,

Además de romper la autorregulación de la naturaleza, profundiza la división campo ciudad generando la saturación de sistemas urbanos, lo que provoca deforestación pérdida de suelos agrícolas y áreas naturales; la segregación espacial, entre polos cada vez más desiguales de riqueza y lujo por un lado y marginación y miseria por el otro, así como falta de acceso al agua y saneamiento e islas de calor.


La “escisión metabólica” de estas formas de producción sobrepasa la capacidad de carga ambiental y los desequilibrios en los ecosistemas y su biodiversidad, con la saturación con contaminantes de suelos, bosques, selvas, mares, lagos, aire y acuíferos, que al traspasar los umbrales del equilibrio ecológico planetario socavan la capacidad de resiliencia y evolución de los ecosistemas y formas de convivencia humana a escala mundial causando una “Crisis Civilizatoria”


Resultado de esta Crisis Civilizatoria son las abismales inequidades sociales, el cambio climático, las crisis financieras, las crisis alimentarias, la crisis de energía, la acidificación de los océanos y su invasión de basura, la primera verdadera pandemia que vivimos actualmente.


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