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— Kathleen Chandler —TML. No 50. Noviembre 2024
La cuestión central en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que tendrán lugar en menos de una semana, es que no importa qué candidato obtenga la mayor cantidad de votos en el colegio electoral, no traerá el tipo de cambio que la gente quiere. Gane quien gane, la clase obrera y el pueblo de Estados Unidos persistirán en librar su lucha por los derechos de todos, en casa y en el extranjero. A pesar de que la campaña llega a su fin, siguen oponiéndose al genocidio en Gaza y el Líbano y siguen haciendo sus reivindicaciones a la sociedad. El 2 de noviembre se llevarán a cabo manifestaciones militantes en muchas ciudades para gritar: ¡No a los votos por el genocidio!
Ya sea en las universidades, los lugares de trabajo o las comunidades, la gente está intensificando su resistencia organizada y desarrollando un camino popular para lograr el cambio que la sociedad y el gobierno de Estados Unidos requieren. En los próximos meses se planean debates, seminarios, tribunales y manifestaciones para exigir responsabilidades a los funcionarios gubernamentales y universitarios.
El frenesí por encubrir que las elecciones sirven para bloquear el cambio exigido es tal que la última semana de campaña se ha vuelto totalmente irracional. Se trata de la yuxtaposición de la violencia extrema y el racismo extremo promovidos por Donald Trump con el llamamiento desesperado de Kamala Harris para que todo el mundo vote por ella porque no es tan extrema como Trump. Equivale a decirles a los votantes que ella es una mejor opción porque ha matado a menos personas que Trump, lo cual ni siquiera es cierto dado el genocidio del que la administración Biden/Harris es responsable en Gaza.
Cuántas personas asesinadas está bien para calificar para presidente, uno se pregunta. El hecho de que ambos candidatos representen la peor máquina de matar jamás conocida en la era moderna no está en discusión. Tampoco lo es la perspectiva de que ambos aumenten los poderes policiales presidenciales con su impunidad y falta de rendición de cuentas por crímenes de guerra y genocidio en el país y en el extranjero. Si bien los dos candidatos son retratados como uno que defiende la Constitución y otro que quiere destruirla, de hecho, ambos representan la intensificación de los poderes presidenciales para actuar por encima y en contra de la ley en el país y en el extranjero. Harris llama repetidamente a defender la Constitución para defender la democracia, mientras que Trump llama a romper cualquier obstáculo en el camino de "Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande".
Estamos siendo testigos de un frenesí por alinear a la gente detrás de Harris incluso si se oponen a todo lo que ella representa, para evitar el peligro del racismo y la violencia extremos que se considera que Trump representa, y de hecho representa. Sin embargo, pensar que el sistema del que Harris es parte y defiende no se caracteriza por el mismo racismo y violencia extremos, no es racional. También se opone a la posición avanzada adoptada por todos los que se oponen firmemente al genocidio y a todos los responsables del mismo.
Es por eso que un número sin precedentes de personas seguirá rechazando la "elección" entre un candidato y el otro. Muchos lo hacen porque rechazan todo el sistema que representan estos candidatos. Para ellos está claro que Harris, Trump y las instituciones existentes están en contra de la democracia, la paz y la libertad.
La historia está llamando a los pueblos a marchar hacia la creación de una democracia moderna de su propia creación. La conciliación con las instituciones podridas llamadas democráticas, con la Constitución que fue un compromiso con la esclavitud y el oligopolio, contra la democracia y a favor de la esclavitud asalariada y penal, no es una opción.
Este es el tema central de esta elección.
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