Pablo Moctezuma Barragán
Tras 200 años de vida Independiente, es necesario contar con una Constitución Política adecuada a la situación presente, que garantice derechos que solo han sido enunciados sin cumplirse y conduzca a la solución de los grandes problemas y retos actuales.
Toda transformación ha generado la necesidad de cambiar la Ley Suprema para ajustarla a los intereses populares, así mismo, también cuando la reacción conservadora ha triunfado redacta una Constitución adecuada al retroceso que quieren imponer o reforma la Constitución haciéndola irreconocible como hicieron los neoliberales. Las constituciones de 1814, las de 1824, 1857 y 1917 se lograron luego de un proceso de profunda organización que generó la fuerza social, las condiciones adecuadas, la correlación de fuerzas necesaria para conquistar su promulgación. Para lograr una nueva constitución es necesaria la educación, organización y movilización amplia y profunda de todas las diversas comunidades a nivel urbano y rural, de trabajo, estudio, vivienda, y de actividades. Un nuevo texto constitucional es fruto de la acción de todos los sectores en los más diversos espacios lo que implica una larga labor para organizarse y luchar desde la base y generar fuerza y unión. Ninguna constitución triunfa por “decreto”, como se demostró con la Constitución de Cádiz de 1812, sino que debe ser obra de un profundo proceso popular y patriótico.
Hoy en México, luchamos contra el neoliberalismo y el neocolonialismo, en esta lucha se va generando la fuerza transformadora. Así se construye el movimiento social y político capaz de priorizar en la agenda nacional la necesidad de convocar un nuevo constituyente. Los diputados constituyentes surgirán de las y los mexicanos comprometidos, y de un proceso de movilización que los lleve a representar y ser voceros de los más profundos intereses del pueblo y de México. Un nuevo constituyente sería producto de la lucha y compromiso popular y de mexicanas y mexicanos con profunda responsabilidad social y compromiso palpable.
Una nueva Nación: México nació como producto de siglos de lucha en nuestro territorio contra el colonialismo español, hubo más de 100 rebeliones de los pueblos originarios, movimientos de los trabajadores mineros y en los obrajes, y esto cristalizó las aspiraciones a un desarrollo político, económico, social en beneficio de los habitantes de nuestro territorio y del combate para que los recursos de nuestro suelo sean disfrutados por su población.
Fueron Hidalgo y Morelos, Josefa Ortiz y Leona Vicario los principales organizadores, inspiradores, e ideólogos del inicio de la Independencia de México. Comenzando el movimiento como una revolución profundamente popular ligada y apoyada por las luchas de las naciones originarias, que tanto habían combatido a lo largo de los siglos al invasor extranjero.
Las naciones originarias resistieron, sufrieron toda clase de violencia, despojo, discriminación, marginación, y de un auténtico genocidio, pero no pudieron destruirlas los colonialistas. Se les robó su tierra, riquezas naturales, el agua, se violentó a mujeres y hombres, familias y comunidades y trataron de destruir su identidad, hasta cambiaron sus nombres a su antojo. Les imponían un nombre cristiano y a lo mucho se les llamaba con el nombre náhuatl que conocían y no en el propio: A los diidzaj les llamaron zapotecos, a los O'de püt zoques, a los ñahñu otomíes, a los purépechas tarascos, Huastecos en vez de Teenek, al wixárika le dijeron Huichol, lacandón al pueblo hach tan, al Yoreme, mayo, Ñuu savi al mixteco. Tarahumara al rará muri, al tu’tu nacu’ lo nombraron totonaca. Al Tinujei le pusieron el apelativo triqui, Winik atel fue sustituido por tzeltal en la época colonial y al batzil k’op lo llamaron tzotzil, así hicieron con el más de 100 naciones originarias. Muchas desaparecieron, la mayoría fueron diezmadas y debilitadas al máximo.
Quienes lucharon hasta el final en el proceso de independencia fueron las naciones originarias y los afromexicanos, y algunos pocos mexicanos de origen criollo. Pero al consumar la Independencia se impuso la élite que había luchado siempre contra los insurgentes. Luego de años se logró abolir la esclavitud, pero los derechos de las naciones originarias nunca se reconocieron ni por conservadores ni por liberales. Y a 200 años de la separación de México de España, se sigue sin el reconocimiento pleno de sus derechos.
Es tiempo de aceptar claramente que México es un país plurinacional, que la nación mexicana no es la única en nuestras tierras y partiendo de ello lograr la soberanía de los pueblos. Lo que implica una reorganización territorial. También desde luego en el primer nivel de gobierno, lo que ahora son municipios.
Los municipios son tan diversos y heterogéneos que es necesario estudiar profundamente su problemática y su posible reorganización. Toda la futura delimitación territorial debe ser producto de la definición de las comunidades locales. Recordemos que el municipio fue impuesto por los invasores, y el primero fue instituido por Hernán Cortés en Veracruz y aquí en la Cuenca de México en Coyoacán, de origen el municipio tuvo como finalidad atacar las comunidades y los organismos originales de toma de decisiones y de organización territorial, por otro lado, se instituyó la propiedad privada sobre la tierra y se usó la división territorial para dividir y enfrentar a los pueblos, corriendo mucha sangre y multiplicando los conflictos.
De modo que en el nuevo régimen en el que se transformen las instituciones, se tendrá que replantear la división territorial de acuerdo con las decisiones y necesidades de las comunidades desde lo local a lo nacional. Cada asamblea política comunitaria a nivel local debe plantear la reorganización territorial de lo que hoy son municipios, de acuerdo con las necesidades de la población, sus vínculos, orografía, economía, tradiciones, su pertenencia a las diferentes cuencas, los microclimas que definen tanto la vida económica, como la cultura e identidad local. Todo el centro de la reorganización tiene que ubicarse en la forma en que mejor puede lograrse el desarrollo local, la sustentabilidad y autosuficiencia de la comunidad local y fortalecer los vínculos y armonía comunitaria, para llevar al desarrollo regional y nacional.
Así también se ha de definir cómo es que en un nuevo régimen va a transitar del actual municipio a la forma más adecuada y oportuna de organizar los espacios que se vayan a definir como primer nivel de gobierno. Todo llevará un proceso largo. A tal efecto, es preciso considerar que es aquello que nos dota el entorno inmediato de manera natural y partir de contar con las comunidades existentes, organizándonos por zonas y aprovechando los recursos endémicos que son los adecuados para la población local y su entorno y que tienen propiedades propias y únicas.
A partir de la organización comunitaria más profunda y del respeto al medio ambiente y las decisiones soberanas de la población desde las organizaciones de la base, se transitaría del actual municipio a la distribución territorial y división de poderes más adecuada al desarrollo político, económico, social, cultural y de seguridad de las comunidades. El nombre que lleven los municipios es lo de menos, lo importante es que en el nuevo régimen garanticen y permitan desde el primer nivel de poder la decisión de la gente.
Reconociendo los derechos nacionales diversos y la autonomía a nivel comunidad, municipio, estado, región, al mismo tiempo hace falta las formas colectivas de mantener la unidad y de colocar en armonía el interés del país como un todo, con el de Estados, municipios y comunidades, para defender la soberanía nacional formando una unión indestructible que defienda el interés de todos los pueblos. En cuanto a la reorganización de los Estados, es también un tema para desarrollar a futuro bajo los mismos criterios. La unidad es vital pues desarrolla una fuerza mayor y es garantía de que exista un desarrollo pleno, pacífico, que impulse en el país, la ayuda mutua y la complementación de intereses. Las decisiones a nivel de todo el país deben ser consensadas a todos los niveles y permitir que prevalezca el interés general, al servicio del interés individual y de los colectivos.
Hemos de trazar un proyecto de Nación que garantice la soberanía a todos los niveles y darnos a la tarea de organizar desde abajo la fuerza social que permita el triunfo de un nuevo régimen, popular y democrático, donde impere justicia y bienestar. La tarea es grande, el ánimo también.
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