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10 DE JUNIO NO SE OLVIDA

Actualizado: hace 6 días



Pablo Moctezuma Barragán


Se cumplen 54 años de la Masacre del Jueves de Corpus, diseñada por Washington y la CIA, para reprimir a los jóvenes e inhibir al movimiento popular. La acción represiva fue operada desde el gobierno de México por Luis Echeverría Álvarez, como continuación de la matanza del 2 de octubre de 1968, en la que participó junto con Díaz Ordaz.


Echeverría tenía en la agenda preparar el terreno para atar a nuestro país a las disposiciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, culminó su tarea casi a la salida de su gobierno, en octubre de 1976, pero lo preparó durante su sexenio.


Trabajó con los aparatos de inteligencia del Estado mexicano, en coordinación con los de Estados Unidos. Se sabe que la CIA y la Dirección Federal de Seguridad se encargaron de dar entrenamiento al grupo paramilitar conocido como los “Halcones”, que fueron usados para cometer la masacre en la manifestación que se desarrollaba el 10 de junio para apoyar al movimiento universitario de Nuevo León.


Díaz Ordaz (clave Litempo 2) y Echeverría (Litempo 8), colaboraban con la CIA desde la época de López Mateos, quien también participaba con la agencia extranjera con la clave Litensor, además se han desclasificado documentos que señalan a José López Portillo como operador de la CIA, así infiltraron al Estado mexicano para imponerle el rumbo de dependencia y sometimiento a los dictados de Washington. La historia de la CIA en México entre 1956 y 1968, así como la de su jefe de estación, Winston Scott, se caracteriza por la incorporación a la nómina y el control de la agencia a los más altos funcionarios del gobierno federal mexicano, que actuaron para favorecer los planes de su país contra México.


Como primer paso endeudaron al país, pasando la deuda de 1,600 millones de dólares con López Mateos a 19,000 al salir Echeverría, y luego a 85 mil millones de dólares al terminar el sexenio de José López Portillo.


Así nos volvieron dependientes económicamente. Una vez sujetos al FMI obligaron a México a petrolizar la economía, luego a liberalizar el comercio, privatizar cientos de empresas del sector público, empezar a cobrar el IVA y otros impuestos, etc. Para culminar el sometimiento con la integración económica se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.


Una vez sometidos económicamente, continuaron con la dependencia política, cultural y social, al abrir la alternancia del PRI y PAN, según el modelo bipartidista deseable para Washington, dicha alternancia era mera simulación pues ambos partidos siguieron la misma línea entreguista y favorable a los intereses de la oligarquía mundial y nacional.


Luego de la integración económica y a partir de que Vicente Fox firma la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, siguió la integración militar que continuó su avance con la Iniciativa Mérida y las políticas de Felipe Calderón de abrir puertas y ventanas a las agencias norteamericanas.


Como inicio de este proceso para someter a México, en primer lugar, había que neutralizar al movimiento estudiantil, obrero, campesino y popular que se venía desarrollando a lo largo de 20 años.


El plan era paralizar, mediante el terror, a los jóvenes de México que desde la década de los cincuenta habían desarrollado importantes organizaciones y efectuado numerosas acciones a lo largo y ancho del país. Ejemplar fue la lucha que había desarrollado el movimiento del Politécnico en 1956. También el movimiento obrero y campesino había levantado cabeza. El movimiento ferrocarrilero de 1958-59, el de los médicos en 1964-65, el magisterial, los electricistas y petroleros. Todo esto hacía temer a EU una amenaza “comunista”, así que a sangre y fuego decidieron aplastarla en 1968 y rematarla en 1971.


El funcionario mexicano, Fernando Gutiérrez Barrios que operó la represión en el país durante décadas, también había sido reclutado por Scott con el seudónimo de Litempo 4. El 10 de junio, fueron asesinados más de 120 jóvenes. Muchos otros jóvenes dejaron de creer en la vía pacífica tras las represiones de 1968 y 1971, de modo que optaron por la lucha armada. Echeverría desató la guerra sucia y una feroz represión acompañada de una ola de desapariciones. Aquí en México también se implementó el Plan Cóndor por órdenes de Washington. Aquí en nuestro país desarrollaron los vuelos de la muerte para liquidar opositores. Los más grandes represores como Mario Arturo Acosta Chaparro fueron entrenados en la Escuela de las Américas en Fort Bragg, Carolina del Norte, en EU, donde recibieron formación en técnicas de combate contrainsurgente. Este centro, conocido por su enfoque contrarrevolucionario, ha sido vinculado con la CIA debido a la naturaleza de los entrenamientos proporcionados.


Luis Echeverría Álvarez, para disimular su nefasto papel y su proyecto de sujetar a México a la agenda del FMI y de Washington, anunció reformas de apertura democrática en el país. Inmediatamente permitió el regreso de algunos líderes del movimiento estudiantil de 1968 exiliados en Chile y la excarcelación de muchos otros presos desde hacía dos años, también liberó a luchadores sociales como José Revueltas y Heberto Castillo, encarcelados dos años y medio atrás. Incluso cultivó la amistad de David Alfaro Siqueiros, pintor comunista muy reconocido internacionalmente.


Por otro lado, para neutralizar el movimiento obrero permitió que subieran los salarios en su sexenio, sabiendo que una vez en las garras del FMI los salarios iban a caer en picada. Echeverría tuvo una política progresista, de cara al exterior, en el fondo la CIA quería que sirviera de contrapeso frente a la Revolución cubana y su comandante Fidel Castro Ruz, apoyando a Salvador Allende en Chile y luego a los exiliados chilenos perseguidos por Pinochet, estableció relaciones con países socialistas como China y Albania, e impulsó su admisión en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) etc.


La Masacre del Jueves de Corpus (llamada así porque el 10 de junio de 1971 fue día de Corpus Christi) fue premeditada, se tenían entrenando por parte de la CIA y la Dirección Federal de Seguridad a los “Halcones”. El detonante para la matanza fue el conflicto en la Universidad Autónoma de Nuevo León ya que finales de 1970 profesores y estudiantes de la universidad presentaron una ley orgánica que proponía un gobierno paritario y el 20 de febrero de 1971 llegó Héctor Ulises Leal Flores a la rectoría bajo esta nueva ley. El gobierno estatal se opuso, les negó el presupuesto y obligó al Consejo Universitario a aprobar un nuevo proyecto de ley que prácticamente suprimía la autonomía de la institución. Eso provocó la huelga universitaria y se pidió la solidaridad a los demás estudiantes del país, a la Universidad Nacional Autónoma de México y al Instituto Politécnico Nacional. Así se convocó a la manifestación del 10 de junio en apoyo al movimiento de Nuevo León.


La creciente fuerza del movimiento orilló, el 30 de mayo, a la renuncia del gobernador de Nuevo León, Eduardo A. Elizondo Lozano, y el 5 de junio entró en vigor una nueva ley orgánica que resolvía el conflicto. Los estudiantes capitalinos consideraron conveniente levantar otras demandas y seguir con la movilización.


La marcha comenzaría en el Casco de Santo Tomás y recorrería las avenidas Carpio y de los Maestros para salir a la Calzada México-Tacuba para finalmente dirigirse al Zócalo capitalino. Pero los estudiantes fueron cercados, la Avenida de los Maestros estaba bloqueada por granaderos y agentes policiacos, los cuales impidieron el paso de los estudiantes. También había tanques del ejército en Av. Melchor Ocampo, soldados cerca del Colegio Militar y un impresionante número de granaderos en Melchor Ocampo y San Cosme. A la altura del metro Normal, los Halcones (el antes referido grupo paramilitar), organizados y financiados por el Estado, bajo la dirección del coronel Manuel Díaz Escobar, con la asesoría y auspicio de elementos del Ejército, la policía y los granaderos, agredieron y asesinaron a decenas de asistentes que estaban rodeados y paralizados.


Los Halcones fueron movilizados en transportes de granaderos, penetraron por la avenida de los Maestros, luego que los granaderos les abrieron paso y armados con varas de bambú, palos de kendo y porras, comenzaron la represión, para después atacar con armas de fuego de alto calibre. La policía no intervino y permaneció como espectadora permitiendo la masacre. También había francotiradores que dispararon contra los manifestantes.


Fue una trampa siniestra fríamente preparada.


Los heridos fueron llevados al Hospital Rubén Leñero, pero en el colmo de la barbarie, los Halcones llegaron al nosocomio y allí dieron remate a los jóvenes aún en el quirófano, además de intimidar a los internos y al personal médico. Hubo muchos periodistas y fotógrafos agredidos que capturaron las imágenes del terrible hecho.


Los estudiantes en 1971 demandaban especialmente la democratización de la enseñanza, el control del presupuesto universitario por los alumnos y profesores, mismo que debía representar un 12% del PIB, así como libertad política y de organización para obreros, campesinos, estudiantes e intelectuales.


Las luchas que libramos después de 50 años del hecho son la continuidad de esos movimientos libertadores, que, aunque reprimidos, con zig-zags, avances, retrocesos, siguen desarrollándose con gran fuerza para lograr la liberación nacional y social.


A partir de 1976 se preparó el camino para aplicar abiertamente el neoliberalismo que inició en 1983 en México, cuya estructura y leyes, en gran medida, siguen dominando al país. Las políticas neoliberales, luego de 54 años de la represión de 1971 y el viejo régimen son el blanco actual de nuestras luchas, así como la defensa de todos los derechos de mujeres y hombres. La lucha es larga, pero nos inspiramos en los ideales de aquellos jóvenes que dieron la vida pugnando por un México libre de injusticias y por la transformación de la vida política, económica, social y cultural del país. La lucha de los jóvenes, hace 54 años, no fue en vano, hoy lucharemos hasta conseguir plena soberanía y la renovación democrática. En 2018 se logró una gran victoria con la derrota del PRIAN y la llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador y hoy toca desmontar las (contra) reformas neoliberales que siguen en pie y que impiden el triunfo de importantes demandas populares y nacionales.


Luis Echeverría, principal represor, se convirtió en el primer ex presidente en acudir a declarar en calidad de indiciado ante la Fiscalía Especial por las matanzas de 1968 y 1971, sin embargo, pudo morir a los 100 años sin enfrentar a la justicia ni encontrar una sentencia equiparable al genocidio que cometió en ambas masacres. Es fundamental que en México se esclarezcan los hechos de represión y los crímenes de Estado, que se juzguen y deje de prevalecer la impunidad. No sólo no hubo justicia con las masacres del 2 de octubre y del 10 de junio, sino que los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado han continuado: Acteal (1997), El Charco (1998) y de manera más reciente Ayotzinapa en 2014, por mencionar algunos.


Es necesario revertir las políticas neoliberales y mantener viva la memoria para luchar por justicia y no repetición, como dice la consigna de los pueblos que han enfrentado el terrorismo de Estado: ¡Nunca más!

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