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BENITA GALEANA, MUJER DEL SIGLO XX.

Pablo Moctezuma

Benita Galeana nació el 10 de septiembre de 1903, en San Jerónimo, en el de Guerrero, fue hija de un agricultor acomodado de nombre Genaro Galeana. Su mamá se murió cuando ella tenía dos años y su papá cuando tenía seis, huérfana se fue a vivir con su hermana mayor Camila.


Benita Galeana

Allá en casa de su hermana fue maltratada, no la dejaron ir a la escuela a aprender a leer y escribir, andaba descalza y la hacían trabajar aun siendo muy pequeña. Ella hacía el quehacer, cuidaba a sus sobrinos. La ponían a moler el nixtamal, a hacer tamales y salir a venderlos.


Su cuñado abusivo Pedro el esposo de su hermana la acosaba y un día que se quiso pasar de listo, se llevó la gran sorpresa, Benita se defendió con un machete y le cortó dos dedos. Rápidamente huyo temerosa con otra hermana a Acapulco, pero ahí tampoco le iba bien. Sufrió mucho en su tierra, por eso la niña huérfana siempre tuvo la meta de salirse del pueblo, e irse a la lejana Ciudad de México, de la que tanto hablaba la gente que a ella la impresionaba.


Tenía que salir de su situación de maltrato, entonces no tuvo de otra que aceptar casarse con un señor Salvador Solano, un modesto escribano, a quien no amaba, a los cinco meses quedó embarazada de su hija Lilia, que moriría de 27 años de una afección cardiaca.

Pero no estaba a gusto con Salvador y menos con su suegra, se decidió y huyó, dio a luz a su hija en casa de unos amigos. Entonces regresó a San Jerónimo y para poder vivir vendía comida en la calle. Al enfermarse su hijita y no tener recursos para curarla, se arriesgó y se fue a vivir con un general que pagó la curación. En cuanto pudo se separó del general quien nunca la pudo dominar.


Ella sentía que necesitaba una protección, por lo menos económica y optó por irse con otro hombre y se casó con un vendedor de mezcal que si bien, la trataba bien la obligó a dejar a su hija en Acapulco con la abuela paterna. Ahí Benita tuvo estabilidad económica, la trataban bien, comía y vestía bien. Pero ella tenía otras aspiraciones, no se conformaba con ser la señora del “ricachón”. Un día que el mezcalero se fue a otro pueblo, ella aprovechó, cobró un dinero que les debía un cliente y emprendió entusiasmada su soñado viaje a la ciudad de México por ahí de 1925 o 1926.


Benita llegó a la ciudad de México a sus 23 años era una joven muy linda, enérgica, vital,  ahí conoció a un comunista Manuel Rodríguez que trabajaba como chofer y militaba en el Partido Comunista Mexicano. Benita que era rebelde por naturaleza rápidamente se identificó con la lucha social de ese partido y con las ideas de sus camaradas.


De inmediato se incorporó a la acción, que por cierto era intensa. En 1927 fue aceptada como militante del Partido Comunista Mexicano donde pronto logró hacerse un lugar. Ahí se convirtió en un torbellino. Ese partido entusiasmado por el triunfo del socialismo en la Unión Soviética veía la Revolución a la vuelta de la esquina y estaba en constante actividad.

Benita había sufrido opresión y pobreza y quería que eso acabara definitivamente en México y en el mundo. Como no sabía leer se educó en las pláticas y discursos con sus compañeros, en los mítines y acciones. Luego, como a los 29 años aprendió a leer.


Pronto tras escuchar los discursos de sus dirigentes, ella misma, fogosa como era se convirtió en una gran oradora. La llamaban “la muchacha de las trenzas”.  Ella participaba en las campañas de solidaridad con los obreros italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, que siendo inocentes fueron condenados injustamente a muerte por los tribunales estadounidenses, tan solo porque eran anarquistas y organizadores del movimiento obrero. También tuvo mucha repercusión y generó gran apoyo la heroica lucha de Augusto César Sandino en Nicaragua, que había sido invadida por los marines de Estados Unidos. Sandino logró que los ocupantes dejaran su país.


Pero Benita necesitaba ingresos, porque con lo que aportaba Manuel apenas alcanzaba y ella quería ahorrar para ir a traer a su hija que estaba con la abuela. Fue entonces cuando Benita empezó a trabajar en un cabaret “El Viejo Jalisco” en la calle de San Juan de Letrán. El trabajo resultó bien pagado; consistía en tomarse unas copas y bailar con los clientes. Benita era muy atractiva y desinhibida, y le llovían propuestas “indecorosas”, pero ella se hacía pasar por virgen. Además, sabía que así la codiciaban más y se portaban más generosos con ella.


Aprendió a tratar con todo tipo de hombres y a imponer su voluntad, a ser fuerte y directa.

Cuando tuvo suficiente dinero se lanzó a Acapulco para traerse a su hija Lilia. La abuela le quería cobrar mucho dinero para devolverle a su criatura, de modo que decidió “robarse “ a su hija y salir huyendo. La persiguió la policía y luego de mil peripecias logró llegar de regreso a la ciudad de México. Una vez cumplido su objetivo de tener a Lilia de regreso, Benita dejó el cabaret.


Por sus actividades políticas fue detenida en 58 ocasiones y golpeadas decenas de veces más. Dos de ellas dejaron huella profunda en su cuerpo: una en su columna vertebral (durante muchísimos años usó diariamente un corsé de madera) y otra en el brazo, por un bayonetazo.


En su lucha cotidiana, levantaban las demandas inmediatas de la clase obrera como el establecimiento efectivo de la jornada de ocho horas de trabajo y el seguro social, el derecho a organizarse en sindicatos, la libertad de expresión y de manifestación.


Y así Benita participó en los grandes movimientos huelguísticos de la época. Al mismo tiempo planteaban que la solución definitiva para la liberación social y nacional era el socialismo. El partido, como es lógico, era muy pequeño, pero su enorme valor no residía en la cantidad de militantes, sino en su calidad.


En ese batallar conoció e hizo amistad con muchos de sus compañeros, hoy muy conocidos, José Revueltas, Juan de la Cabada, David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y muchos otros comunistas que movían el mundo intelectual de la época y eran pioneros de las nuevas ideas y todos muy brillantes.


En la vecindad en la que vivía con Manuel aprendió a defenderse y se metió en varios líos por involucrarse en “pleitos de vecindad”, en alguna ocasión hasta le clavó un tenedor a una vecina y terminó en la delegación. Pero también vivía el machismo con su nueva pareja, quien, muchas veces celoso, porque ella atraía a muchos hombres, la maltrataba, ella se defendía y más de una vez causaron un escándalo en la vecindad donde vivían, en alguna ocasión metió a su galán a la cárcel porque le dio unas cachetadas, él al salir volvió a darle otras más para desquitarse. Era una muy mala relación. De modo que, a la postre habría de romper con esa pareja por el año de 1931. Ella ya no se iba a dejar, y menos con sus nuevas ideas.


Ya había conocido sobre comunistas como Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo que eran pioneras en la lucha por los derechos de la mujer y sabía que entre los comunistas había que combatir las ideas patriarcales. De modo que se convirtió en una pionera del movimiento de mujeres por el derecho al descanso materno, a la igualdad laboral, a decidir sobre su propio cuerpo. En el partido milito al lado de Tina Modotti, Adelina Zendejas, Frida Kahlo y con todas ellas fundó el Frente Único Pro-Derechos de la Mujer.

En 1928 el partido siguió la línea: “Clase contra clase” y se enfrentó al gobierno del PNR y al Maximato, por lo que comenzaron a perseguirlos aún más. En el año 1930 el gobierno de Portes Gil rompió con la Unión Soviética y el partido tuvo que pasar a la clandestinidad, en situaciones de gran peligro Benita repartía El Machete en las fábricas y en cuanto mitin o manifestación se llevaban a cabo.


Distribuyendo el periódico y rompiendo numerosos obstáculos se ligó aún más a la clase obrera. A falta de oficinas y para eludir a la policía, Benita narraba que su célula del partido hacía las reuniones en los parques y las plazas. Aun así, la policía solía detectar y perseguir a los comunistas. Cuando en una ocasión Benita y José Revueltas fueron aprehendidos en la calle, la policía los llevó al Palacio Nacional en coche, pero de allí a la cárcel tuvieron que irse a pie. El traslado fue tan aparatoso que los transeúntes se percataron del operativo. Benita recuerda: "Se formó una escolta de treinta hombres, soldados con bayoneta calada y un oficial... ¡Armas al hombro! ¡De frente! ¡Marchen!, ordenó el oficial" La militante que nunca desperdició la oportunidad de hacer un acto de propaganda, gritó mueras al gobierno de Ortiz Rubio y vivas al Partido Comunista de México para llamar la atención de la gente en la calle y tratar de contagiarla del optimismo y entusiasmo revolucionarios. Al fin y al cabo, la crisis capitalista mundial era la demostración de que la revolución estaba a la vuelta de la esquina y que faltaba poco para que la izquierda tomara el poder. (Spencer 2005).


En aquellos años también había conoció a Julio Antonio Mella, joven cubano exiliado de grandes dotes que fue mandado asesinar aquí en México por Gerardo Machado, lo mataron cuando iba del brazo de su novia Tina Modotti. El gobierno tuvo la vileza de acusarla a ella del asesinato. Estos dramas conmovían a Benita y la hacían aún más aguerrida... y firme en sus ideas. No la amedrentaban. Decía que, si la mataban, lo único que podía era ser enterrada con una gran bandera roja con la hoz y el martillo.


Benita aprendió a utilizar la cárcel para seguir combatiendo el sistema desde adentro: organizaba huelgas de hambre, dirigía las voces de las mujeres para que cantaran La Internacional y La Varsovianka cuando no les gustaba la comida o las obligaban a limpiar las celdas. En una ocasión, al saber que a los compañeros se los iban a llevar a las Islas Marías, animó a las otras mujeres en la cárcel para protestar desnudas por la deportación de sus camaradas. En realidad, para el espíritu indomable y audaz de Benita la cárcel era el lugar más apto para expresarse: "¡Yo me sentí en la cárcel como en mi propia casa!” ( Spenser 2005)


Desgraciadamente no todo era miel sobre hojuelas y también Benita vivió dentro del partido injusticias y actitudes elitistas. Los dirigentes estaban demasiado ocupados como para prestar atención a una mujer sencilla y combativa. Benita se quejaba de esa discriminación, por ejemplo, Frida Kahlo era muy considerada y respetada, mientras que a Benita le daban trato de “segunda”. Incluso el dirigente Hernán Laborde no se dignaba saludarla y cuando llego a la organización ni siquiera le enseñaron a leer y escribir. El partido arrastró vicios que provocaron su ulterior degeneración y desaparición. Otro vicio era el seguidismo a lo que indicara cualquier camarada extranjero, sin buscar la formación de los propios cuadros no solo en la acción eran muy comprometidos, sino también en la teoría y en su formación política y humana. Benita criticaba mucho a los hombres que les eran infieles a sus compañeras y que aprovechaban su posición y prestigio dentro del partido para dedicarse a ligar a las jóvenes que los admiraban. Nunca concilió con el machismo.


Luego de separarse de Manuel, se vio en problemas para subsistir pues Benita ya tenía fama de comunista, tuvo que regresar al cabaret y a su hija la internó en un hospicio. En esas condiciones conoció a un gerente estadunidense de la compañía de petróleo El Águila quien la invitó a irse con él a Tampico, con todas las comodidades. Pero no aguantó mucho con el gringo, ni era esa la vida que ella quería de modo que regresó a la Ciudad de México y retomó su vida de lucha “bajo la bandera del Partido Comunista”.


En 1934 llegó a la presidencia Lázaro Cárdenas del Río, y adoptó una política progresista y nacionalista, expropió a los terratenientes, nacionalizó el petróleo, le dio amplia libertad a la clase obrera, que en esos años conformó sindicatos nacionales de industria y se agrupó en una central única, la Confederación de Trabajadores de México que tenía como lema la lucha de clases. El partido comunista se alió al cardenismo. El trabajo se facilitó, Benita veía que su lucha avanzaba.


Ella conoce a otro miembro del partido Humberto Padilla de quien se enamoró. Se fueron a vivir a Chiapas y a Campeche. Cuando regresaron a la capital Humberto se opuso a que Benita reiniciara actividades en el partido y a que se llevara a su hija Lilia a vivir con ellos. La relación terminó. Benita consiguió trabajo en una oficina de correos.


Posteriormente Benita conoció en la militancia a un gran hombre, que fue el amor de su vida, comunista, periodista, colaborador de El Machete y La Voz de México. Carlos fue director del periódico La República y autor de una decena de libros sobre crónica histórica. Que son clásicos. Como el que escribió sobre el Sinarquismo en 1942 llamado Década Bárbara, También escribió sobre Maestros rurales. Narró el movimiento de Los Escuderos en Acapulco. Y tiene otros libros “México y la Revolución de octubre 1975, los ferrocarrileros 1971 episodios mexicanos. México en la hoguera 1960 México y la revolución de octubre 1975 los ferrocarrileros 1971, La huelga de Nueva Rosita en 1959. También escribió La Conquista del Valle del Fuerte.


Desde 1939 que comenzó la relación, la pareja se mantuvo unida, trabajando por sus ideales comunes. Lamentablemente Carlos murió en 1973, Benita lo sobrevivió 22 años. Lilia su hija murió en 1952 a los 27 años, lo que sumió en una depresión a su mamá, quien tuvo otra hija Ita-Nduza, además de que la pareja adoptaría a otras seis niñas.


Carlos que admiraba mucho la trayectoria de su compañera, convenció a Benita de que escribiera su propia historia. Benita ya había comenzado a hacer apuntes y a recopilar las anécdotas que había vivido, de modo que la propuesta de Carlos le cayó como “anillo al dedo”.  Ella entusiasmada aprendió a escribir en una maquinita que no se había llevado Humberto su ex y dio a conocer su autobiografía, titulada “Benita”. Carlos murió en 1973 pero dejó la semillita en su pareja que siguió escribiendo y publicando “El peso mocho” en 1979. Todavía luego de su muerte se editó su libro “Actos vividos” que fue su obra póstuma.


En honor a su vida de lucha en noviembre de 1988 recibió un justo reconocimiento público. Diversas organizaciones de mujeres conformadas en coordinadora adoptaron el nombre de la luchadora social: Coordinadora de Mujeres “Benita Galeana”. Ya para entonces Benita era conocida en el país, era un símbolo de lucha y resistencia. Siempre estuvo con la causa de las mujeres, y se convirtió en ejemplo a seguir. A pesar de ello cuando un año antes de morir le preguntaron si era feminista contesto: Me choca esa palabra, no le encuentro chiste. “El feminismo no me convence. Me desagrada ese sello, soy una luchadora social y punto.” (Spencer 2005)


Benita siguió activa hasta su muerte todavía unos días antes presentó el libro “La vida y la lucha de Emiliano Zapata” de Pablo Moctezuma Barragán donde emocionada se comparó a sí misma con Zapata, quien nunca se dobló, también asistió a una marcha, estaba entera. En sus últimos años se ligó mucho al movimiento de las costureras que surgió a raíz del terremoto del 19 de septiembre de 1985, a la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata y otras organizaciones obreras y del Movimiento Urbano Popular.


Estuvo activa hasta su muerte, todavía tomó parte en el último mitin en la explanada de la Procuraduría General de la República para exigir libertad a las presas de Yanga, Cacalomacán Estado de México y D.F, acusadas de pertenecer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional.


Una embolia cerebral acabó con su vida el 17 de abril de 1995, casi cumplía 92 años. Ella era una gran admiradora de Sor Juana Inés de la Cruz. En su casa, a la entrada tenía una imagen de Sor Juana. Cosas de la vida, la poetisa murió el 17 de abril de 1995 y Benita murió exactamente en la fecha en que su admirada Sor Juana cumplía 300 años de su muerte.


Tuve el honor de asistir a su velorio. Entré muy compungido, porque ella era fuera de serie. Hice guardia junto a su féretro. Ella estaba hermosa con un huipil llena de colores. Percibí algo extraordinario Benita emitía una vibra tan fuerte y amorosa que llamaba a la alegría, a celebrar la vida y la lucha. Salí de su casa muy alegre y dispuesto a seguir su ejemplo toda la vida.


La inolvidable guerrerense murió a los 91 años, a causa de una embolia cerebral. Pero vida y ejemplo resuenan aún hoy cada vez que una mujer defiende su derecho a la ciudadanía, a ejercer la libertad de expresión y oponerse a la injusticia.


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