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BOLIVIA. PROHIBIDO OLVIDAR A “LOS NOVIOS DE LA MUERTE”

María Luisa Ramos Urzagaste 9 de Mayo 2020


Viceministra de Relaciones Exteriores del Estado Plurinacional de Bolivia (2017). Ejerció como Embajadora Extraordinaria y Plenipotenciaria de Bolivia ante la Federación de Rusia (2009−2015), Embajadora ante el Reino de España (2016−2017) y viceministra de Relaciones Económicas exteriores de Bolivia (2006−2007). Fue condecorada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia "Por su aporte a la cooperación internacional". Miembro de la Junta Ejecutiva del Foro de Paises Exportadores de Gas GECF (2009−2012) en representación de Bolivia. Actualmente como columnista de la agencia de noticias rusa Sputniknews en español, aborda distintos temas de política internacional, temas ambientales, históricos, integración regional, entre otros.



Prohibido olvidar a "Los Novios de la Muerte"


Una de las más trágicas consecuencias de la segunda guerra mundial fue que, por decisión de los organismos de contrainteligencia norteamericana, fueron reclutados en estructuras a su servicio, nazis, a quienes se les dio una segunda oportunidad y no la desaprovecharon.

Como lo relata Martin Lee en su libro "La bestia despierta. Resurgimiento del fascismo de agentes de espionaje de Hitler a grupos neonazis de hoy y de extrema derecha", después de la guerra, un número significativo de nazis convencidos se mantuvo en libertad. En 1947 el principio rector de la contrainteligencia norteamericana cambió radicalmente: la cacería de nazis fue cambiada por la actividad anticomunista.

Aunque los agentes del CIC, Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército de los Estados Unidos, continuaron rastreando a los nazis, su objetivo no era el arresto, sino el reclutamiento. Aproximadamente 120 mil personas pertenecían a esta categoría, en su mayoría miembros de las SS y la Gestapo, personal militar de alto rango, así como algunos funcionarios del Tercer Reich.

Esa decisión, como parte de la nueva estrategia por el dominio mundial de parte de EEUU, tuvo consecuencias funestas en la región latinoamericana.


El continente no solo valió de refugio, sino también sirvió como un nuevo espacio geográfico para planificar, entrenar y sostener nefastas dictaduras militares.


Según las investigaciones de Lee, el prominente nazi Reinhard Gehlen, hizo una oferta a los estadounidenses que no pudieron rechazar. Gehlen les informó sobre un enorme archivo de información sobre espías en la URSS que escondía en las montañas. Gehlen no solo conocía el lugar donde estaba escondido el tesoro, sino que, si fuese necesario, podía activar una red subterránea de anticomunistas convencidos.

Así, el jefe de inteligencia del Frente Oriental, el teniente general de la Wehrmacht, Reinhard Gehlen, acordó con los estadounidenses en abril de 1945 ponerse a su servicio. Gelen les contó sobre el enorme archivo de información oculto en las montañas y sobre su red de inteligencia que funcionaba contra la URSS. De ese modo, el nazi estaba listo para compartir información y continuar liderando una red clandestina de anticomunistas convencidos, teniendo en cuenta los intereses y las tareas de los Estados Unidos.

Los funcionarios estadounidenses sabían que estaban haciendo un trato con personas que cometieron crímenes atroces contra la humanidad, sin embargo, la lógica de "el fin justifica los medios" prevaleció en esta decisión de reclutar a los nazis y utilizarlos para nuevas, pero en los hechos, viejas funciones.

Uno de los personajes de esta lista era el jefe de la Gestapo en Lyon, el SS Hauptsturmfuhrer Klaus Barbie. Por su crueldad extrema durante la guerra, recibió el apodo de "El carnicero de Lyon".


En 1947, un tribunal francés lo condenó en ausencia a la pena de muerte, por crímenes de guerra. En el mismo año, Barbie se convirtió en agente del Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército de EE. UU.


Barbie fugó a América Latina en 1951 en lo que se llamó "la ruta de las ratas". Con un nuevo nombre, Klaus Altmann Hansen, se desempeñó como asesor de seguridad en varios regímenes militares sucesivos en Bolivia difundiendo la enseñanza fascista en ejército boliviano.

El carnicero de Lyon confesó a unos periodistas franceses que él trabajaba para Gehlen. Barbie, vivió impune durante más de tres décadas, pero fue el boliviano Gustavo Sánchez Salazar, quien fungía como viceministro del interior en 1983, la persona que entregó a Barbie a Francia para ser juzgado por sus delitos.

"Yo estaba un poco obsesionado con Barbie", confesó el ex viceministro, quien, en los años 70, estando en Chile, junto a Regis Debray y el cazador nazi Serge Klarsfeld, planificaron secuestrar a Barbie, pero el plan les falló. Una década más tarde, durante el gobierno democrático de Hernán Siles Suazo en 1982, Sánchez[1] recibió el encargo del entonces presidente de "cuidar" al Carnicero de Lyon día y noche con el objetivo de entregarlo a las autoridades francesas.

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