Ana Arenas
La comandanta Ramona nació en la comunidad tzotzil de los altos de Chiapas ahora llamada San Andrés Sacamch’en de los pobres, antes San Andrés Larráinzar, fue analfabeta hasta que se incorporó al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y aprendió a leer y a hablar español. En su pueblo era bordadora y lo siguió siendo toda su vida, como muchas mujeres indígenas, continuó hilando su andar rebelde. Durante más de veinte años luchó como parte del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), órgano supremo de la organización zapatista. Fue una de las siete comandantas de la organización.
De niña vivió la opresión y explotación que sufrían los pueblos originarios de Chiapas, una verdadera esclavitud que seguía viva aunque Miguel Hidalgo la abolió desde 1810. La tierra en la que crecían, la tierra que cultivaban, no les pertenecía y trabajaban para sostener la vida de otros, pues los latifundistas eran dueños de todo. Las mujeres fueron sometidas a abusos sexuales por parte de los caciques.
No se reconocían los derechos de los pueblos y menos los de las mujeres, que por serlo eran todavía más marginadas. No se respetaba a la mujer sobre quien mandaba el padre, los hermanos, el marido. No las tomaban en cuenta, en las familias les decían que como mujeres no valían nada. Todo producto del brutal patriarcado que impusieron los invasores españoles. Las mujeres no tenían libertad para salir no podían realizar actividades por sí mismas fuera de su casa. Estaban encerradas en su hogar, cuidando a los hijos, los animales y ocupándose de lavar y cocinar. Ni siquiera les enseñaban a leer o a escribir y menos podían salir a prepararse.
Ramona estaba inconforme con la situación social, las condiciones de los pueblos originarios, el sometimiento de la mujer y se integró en su comunidad al EZLN donde participó durante más de dos décadas. Puso especial empeño en la defensa de los derechos de las mujeres indígenas, en su organización y formación, en la participación femenina a todos los niveles, incluyendo los altos cargos. Especialmente le preocupaba la problemática de la salud, la educación, el pago justo por el trabajo artesanal y comenzó a trabajar en las comunidades de los altos de Chiapas.
Participó en el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) planeando el levantamiento zapatista de 1994, en el que formó parte activa de la toma de San Cristóbal de las Casas. El último día de diciembre de 1993, entre la niebla de la montaña, bajó al mando de una milicia de cerca de mil integrantes para rodear al Palacio Municipal donde encontraron la bandera que se le entregó a la Comandanta Ramona. Ese asentamiento tzotzil fue muy importante desde antes de la invasión española. Fue tomada por la insurgencia zapatista el primero de enero de 1994.
A los ojos de México y del mundo en esa fecha aparece el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, destacándose las numerosas mujeres de pueblos originarios que participaban a los más altos niveles. Varias de ellas estuvieron al frente de la toma de presidencias municipales y los nombres de la Comandanta Ramona, la Comandanta Trini, la Comandanta Andrea, la Teniente Ana María, se convirtieron rápidamente en símbolo de la resistencia, además impactó la inclusión dentro de su plataforma de lucha de demandas de género a través de la Ley Revolucionaria de Mujeres.
Un año antes de este levantamiento armado, la Comandanta Ramona y la Mayor Ana María, habían realizado un trabajo de varios meses en las comunidades bajo el control del EZLN para reflexionar y consensuar con las mujeres la creación de la “Ley Revolucionaria de Mujeres”, aprobada en las comunidades indígenas el 8 de marzo de 1993. Desde su aprobación su función es garantizar los derechos reproductivos, educativos, políticos y laborales de las mujeres.
La Ley Revolucionaria de Mujeres dice así: Primera.- Las mujeres, sin importar su raza, credo o filiación política tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que su voluntad y capacidad determinen. Segunda.- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo. Página 2 de 4 Tercera.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener y cuidar. Cuarta.- Las mujeres tienen derecho a participar en asuntos de la comunidad y tener cargo si son elegidas libre y democráticamente. Quinta.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a atención primaria en su salud y alimentación. Sexta.- Las mujeres tienen derecho a la educación. Séptima.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por la fuerza a contraer matrimonio. Octava.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación serán castigados severamente. Novena.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias. Décima.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señalan las leyes y los reglamentos revolucionarios. Esta Ley es considerada como “el primer levantamiento zapatista”.
Los pueblos originarios en México tienen una larga historia de explotación, sometimiento y exclusión de la vida política y económica nacional, por lo que a Ramona le interesó reforzar su organización comunitaria, protagonizar la lucha social y política, lograr su autodeterminación, actuando en la zona de la selva y los Altos de Chiapas, trabajar en la politización y movilización de los pueblos y lograr lazos solidarios con el resto de los movimientos en México y en el extranjero.
Con el levantamiento indígena de 1994, los y las zapatistas dicen “Ya Basta” a esa historia de opresión colonial y racista, luego de 12 días de combates, en las que el gobierno salinista comenzó a bombardear la zona, y tras una imponente manifestación en el Zócalo de la Ciudad de México, el gobierno se vio arrinconado y fue obligado a entrar en pláticas con el EZLN. Ramona fue protagonista de los Diálogos de la Catedral que iniciaron el 20 de febrero.
La imagen de Ramona, una mujer pequeña, de baja estatura pues medía 1.40, con su pasamontañas, ataviada con su vestimenta tradicional con su falda de lana color negro, su rojo huipil, es conocida públicamente en febrero de 1994 cuando inician las Jornadas por la Paz y la Reconciliación a cuatro semanas de la toma de San Cristóbal. Se convierte en una de las figuras centrales del movimiento. Su hablar decidido se convirtió en palabras de lucha y de enseñanza para todo México.
Posteriormente fue la vocera de los insurgentes cuando salieron de la montaña. Con valentía, Ramona rompe simbólicamente el cerco militar para dirigirse a la capital del país, en 1996. El 11 de octubre de ese mismo año, entre aplausos y gritos emocionados “No que no, sí que sí, los zapatistas ya están aquí”, la Comandanta Ramona y miembros del EZLN hicieron su aparición en el auditorio abarrotado del Centro Médico de la Ciudad de México para llevar a cabo el Congreso Nacional Indígena. Gran parte de nuestra nación miraba con respeto y admiración a esta mujer aguerrida y a toda la comitiva. En su viaje a la Ciudad de México recibió un trasplante de riñón gracias a la donación de su hermano, a pesar de su delicado estado de salud logró recuperarse y continuar participando activamente como representante pública del EZLN.
Al día siguiente, también con la comandanta Ramona al frente, los miembros del EZLN llegaron a un Zócalo abarrotado en el corazón de México. Era la primera vez que la comandanta veía tanta gente. Ramona dio un conmovedor discurso en español, aun cuando no era su lengua materna y lo hablaba con dificultad. En silencio, la multitud la escuchó conmovida. Ahí pronunció un memorable discurso que dice así:
Pueblo de México, hermanas y hermanos:
Hoy hemos venido hasta aquí, hasta el centro de este país que se llama México, para decirle a todos los mexicanos y mexicanas unas cuantas palabras que tenemos nosotros los zapatistas. De por sí es muy pequeña nuestra palabra de los zapatistas, pero su paso es muy grande y camina muy lejos y entra en muchos corazones. Estos corazones que nos escucharon son de hombres, mujeres, niños y ancianos que quieren un país democrático, libre y justo. Estos corazones son los que nos ayudaron a llegar hasta el Zócalo en la Ciudad de México. Estos corazones quieren lo mismo que los zapatistas queremos y lo que todos queremos. Queremos un México que nos tome en cuenta como seres humanos, que nos respete y reconozca nuestra dignidad. Por eso queremos unir nuestra pequeña voz de zapatistas a la voz grande de todos los que luchan por un México Nuevo. Llegamos hasta aquí para gritar, junto con todos, los que ya no, que nunca más un México sin nosotros. Eso queremos, un México donde todos tengamos un lugar digno. Por eso estamos dispuestos a participar en un gran diálogo nacional con todos. Un diálogo donde nuestra palabra sea una palabra más en muchas palabras y nuestro corazón sea un corazón más dentro de muchos corazones. Por este diálogo nacional vamos a caminar mucho y vamos a dar muchos pasos. Nosotros estamos dispuestos a todo para dar estos pasos. Pero necesitamos que todos ustedes nos ayuden a caminar a todos los zapatistas, así como me ayudaron a mí a caminar hasta aquí. Hermanos y hermanas mexicanos: Yo soy la Comandante Ramona del Ejército de Liberación Nacional. Soy el primero de muchos pasos de los zapatistas al Distrito Federal y a todos los lugares de México. Esperamos que todos ustedes caminen junto a nosotros. Esta es nuestra palabra, hermanos y hermanas mexicanas. Gracias, desde el Zócalo de la Ciudad de México, Distrito Federal.
La comandanta Ramona se ocupó de ampliar el movimiento. En 1997, en el marco del Encuentro Nacional de Mujeres Indígenas “Construyendo nuestra Historia”, al que asistieron más de 700 mujeres de diferentes lugares del país, se constituyó la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas. Ella y sus compañeras lograron convocar a la organización a alrededor de 20 pueblos originarios con presencia en los estados de: Chiapas, Michoacán, Morelos, Distrito Federal, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Estado de México, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Veracruz y Oaxaca. En este mismo camino, en la reunión del tercer Congreso Nacional Indígena celebrado en Nurío, Michoacán, en marzo del 2001, con la presencia de la comandancia zapatista, por primera vez se logró negociar la creación de una mesa de mujeres. Cabe decir que la lucha de las mujeres y de Ramona, se enfrentó a todas las formas de dominio patriarcal y con grandes trabajos para ir logrando que las propias mujeres ejercieran sus derechos. Un cambio cultural y social profundo no es mágico ni automático y la lucha porque la mujer juegue su papel en la sociedad, a todos los niveles, la ocupó hasta el final de sus días.
Su compañera, la Comandanta Esther, fue la oradora del EZLN el 28 de marzo de 2001, en el Congreso de la Unión ante diputados y senadores, en el marco de la “Marcha del color de la tierra”, iniciativa del EZLN para que el gobierno cumpliera con una reforma constitucional que retomara los Acuerdos de San Andrés. Sin embargo, se aprobó una contrarreforma que no garantiza los derechos y cultura indígenas en México.
La participación de las comandantas mostró cómo las mujeres se ganaron el derecho a ocupar puestos de dirigencia por su capacidad y compromiso, además de realizar los mismos trabajos organizativos que los hombres. Fue su lucha la que logró que pudiesen participar en las milicias, pues el “machismo” las remitía a labores de enfermería, cocina, y atención a sus familias. Se convirtieron en dirigentes ejerciendo, asumiendo sus derechos, demostrando sus méritos, a través de arduas luchas. Una labor importante de Ramona fue la organización de las mujeres al interior de la comunidad, rompiendo atavismos seculares.
Logró que aumentara la participación de las mujeres de todas las edades y que se involucraran en distintos niveles de organización y toma de decisiones de la vida comunitaria además de ocupar cargos de autoridad en Juntas de Buen Gobierno, en las milicias del Ejército, en su participación en la economía, la producción y el comercio en las cooperativas. Jugando un rol importante en el sistema autónomo de educación y de salud, reivindicando la partería y la medicina tradicional, así como la promoción de la salud sexual y reproductiva.
La participación de las mujeres se construyó al interior de las comunidades y en la generación de diversos movimientos y encuentros combatiendo la desigualdad de género en todas sus manifestaciones y pugnando por una cultura equitativa y una transformación de la vida cotidiana y de las creencias comunitarias. El legado de Ramona ha sido fundamental en la construcción de la autonomía zapatista y en la lucha por la autodeterminación de los pueblos indígenas en México.
El 6 de enero de 2006 murió mientras se dirigía a San Cristóbal, víctima del cáncer, desde muy atrás sufría de falla renal y a pesar de su precaria salud participó en actividades y negociaciones. En 1996 había recibido un trasplante de riñón que le donó su hermano. Se recuperó un tiempo, siguió participando como representante pública del EZLN. Pero el mal retornó, se agudizó y le provocó un fin prematuro.
En su honor se realizó el Encuentro de Mujeres, el 29 de diciembre de 2007 hasta el primero de enero de 2008 en el caracol de La Garrucha “Resistencia hacia un nuevo amanecer”, una de las regiones organizativas de las comunidades autónomas zapatistas ubicado en la selva Tzeltal de Chiapas.
La lucha de Ramona es un gran ejemplo de lo que las mujeres, los pueblos originarios, el pueblo de México, los pueblos del mundo pueden lograr con su organización, unión, resistencia y con la profunda transformación de las estructuras políticas, culturales, sociales y económicas, para que la humanidad disfrute de sus derechos y su soberanía a todos los niveles.
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