Panorama Mundial 23 de mayo 2022
«Se quedó como novia de pueblo vestida para la boda», decían las abuelas cuando a alguien lo dejaban plantado(a) o cuando sus expectativas quedaban sin cubrir.
Y así parece que quedará Biden el próximo mes, porque, según estimados, de 35 naciones que deberían asistir a la Cumbre de las Américas, unas 25 han anunciado su inasistencia a raíz de la intención de excluir a Cuba, Venezuela, o cuestionan sin medias tintas tal anuncio de la Casa Blanca, o, en general, no comparten sus objetivos y posiciones, sobre todo en torno a la reunión.
Si las matemáticas no fallan, con menos de un 30% de participación realmente proactiva, no puede garantizarse el éxito de ninguna reunión. Y más si, como en este caso, entre sus temas centrales se ubican la democracia, la migración y el desarrollo económico.
Como en una mala novela de suspenso, en el ciberespacio se va anunciando que ya salió de la Casa Blanca una parte de las invitaciones, que si andan reconsiderando, que nadie sabe a ciencia cierta todavía…Pero lo que todos sabemos a ciencia cierta es que Latinoamérica y el Caribe ya no son iguales.
Aun cuando, finalmente, en Washington reconsideren decisiones —bastante poco probable—, ya es un hecho que sus anuncios en cuanto a invitados excluidos constituyen un mayúsculo error estratégico.
El politólogo Matías Bianchi, profesor de la Universidad de Arizona y director de Asuntos del Sur, al respecto comentaba en su cuenta de Twitter: «Biden no estaría teniendo una lectura correcta sobre lo que ha sucedido en los últimos cinco años en la región y lo que está sucediendo ahora. Varios países de la región tienen ahora un gobierno de izquierda y eso va generando también un espacio diferente. Más que un boicot de estos países, parece ser una posición coherente».
Más que solo parecer, los pronunciamientos de tantos líderes de la región hablan a las claras no sólo de coherencia, sino de que, al menos en esta parte del planeta, la correlación de fuerzas se ha vuelto bien interesante, desdibujando la unipolaridad de otros tiempos.
A medida que en este último lustro se escuchan más alto y claro las voces de este pedazo de mundo exigiendo respeto, no injerencismo, clamando por la dignidad de nuestros pueblos y su soberanía; en igual proporción va despintándose esa hegemonía imperial que pretende ponerle sus riendas a todo un continente, aunque aún no deja de ser peligrosa y dañina.
La venidera Cumbre en Los Ángeles, probablemente con muchas sillas vacías y, por tanto, casi una reunión fantasma, será interesante augurio de cómo el fiel de la balanza puede aún inclinarse mucho más. Los preámbulos de esa reunión ya lo están anunciando.
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