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Desestabilización en los países intervenidos por Estados Unidos

Leona Guerrero

En los últimos días hemos oído hablar bastante de la crisis humanitaria en Afganistán, tras el ascenso al poder político del Talibán, la cual ha tenido una serie de postales lamentables de personas que intentan salir del país, con destino incierto, a manera de refugiados.

Para poder comprender esta crisis humanitaria en Oriente Medio es imprescindible analizar el intervencionismo estadounidense en Afganistán. Aunque dada la complejidad del acontecimiento, acompañada de las múltiples crisis provocadas en distintas geografías por la política intervencionista de Estados Unidos, es pertinente centrar nuestra reflexión en torno al papel norteamericano en estos escenarios.


Como latinoamericanos se nos vienen a la mente los tantos casos en nuestro subcontinente de crisis humanitarias que han devenido en migraciones forzadas, golpes de Estado duros y blandos, exacerbación de la violencia del crimen organizado, bloqueos económicos, y una largo etc., de corolarios que ha acarreado la política externa de Estados Unidos en países como México, Chile, Venezuela, Honduras, Colombia, por mencionar sólo algunos; también salta a la vista que el margen geográfico de acción del país norteamericano no se ciñe únicamente a nuestro continente, pues ha tenido presencia en geografías como el Mediterráneo, Oriente Medio, la Asia lejana, etc.

Y esta política exterior de Estados Unidos responde a una política económica propiamente capitalista, desde la cual el Estado norteamericano busca expandir sus mercados en puntos estratégicos de la geopolítica internacional.

En ese sentido, bajo los intereses capitalistas de Estados Unidos, la ética de su política exterior resulta inhumana, ya que al buscar expandir su influencia de mercados a través del mundo ha arrasado con vidas humanas y ecosistemas.

Bajo esta lógica se comprende su método intervencionista en los distintos países en donde ha tenido un marco de acción. Este intervencionismo se ha presentado con distintas caras: desde el intervencionismo de facto con invasiones sin el menor reparo de respetar la soberanía de los pueblos, pasando por la coerción a Estados a través de sus aparatos gubernamentales para adoptar medidas en aras de los intereses económicos capitalistas estadounidenses, llegando hasta subsidiar y armar grupos de golpistas y paramilitares como en el caso de Afganistán con el Talibán.

Asimismo, una constante de este intervencionismo estadounidense es el sacar su maquinaria de operaciones de los países en donde las ganancias capitalistas no resultan redituables para el país norteamericano, dejando una profunda inestabilidad política, social y económica en las regiones intervenidas.

Es importante hacer mención de que esta política exterior intervencionista, emanada de una lógica capitalista, que tanto hemos enfatizado respecto a Estados Unidos, es una constante que se repite en las potencias económicas occidentales, pasando por el Reino Unido, Francia y Alemania, principalmente, quienes han tenido patrones históricos bastante similares a los del país norteamericano.


 




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