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Ecuador: La sorpresa electoral

Foto del escritor: MextekiMexteki

Pablo Ospina. Plan V. 13 de febrero de 2025


Cuando uno es gobierno, hay que mostrar resultados prácticos. Por esa razón, Noboa perdió abrumadoramente en las zonas más aquejadas por la delincuencia y la criminalidad.


La gran sorpresa de la primera vuelta de 2025 fue sin duda alguna el grado de polarización que alcanzó la votación. No existe una sola elección de primera vuelta en la historia ecuatoriana en la que dos candidatos hayan superado simultáneamente el 40% de los votos válidos. En 1948, cuando no había dos vueltas, Galo Plaza ganó con el 41% y el candidato conservador, Manuel Elicio Flor, obtuvo 39,9%. Más cerca de nosotros, las tres últimas elecciones poscorreístas vieron siempre emerger más de una candidatura con votación respetable: en 2017 Cynthia Viteri tuvo más del 16% de los votos válidos; en 2021 Xavier Hervas y Yaku Pérez le pisaron los talones a Guillermo Lasso; en 2023 Jan Topic pasó del 14% de los votos con un Noboa que lo superó por menos del 10%. Con todo esto en mente, era racional que tuviéramos la mayor cantidad de candidaturas presidenciales de la historia, dieciséis. Los actores políticos apostaron a la sorpresa en un ambiente que prometía la dispersión y alentaba la conjetura de una repetición del fenómeno Noboa 2.0.


Fallaron. ¿Por qué? Una gestión tan inepta y polémica como la de Daniel Noboa sugería que el bando anticorreísta podía dispersarse como había ocurrido en las elecciones anteriores. Pero la verdad es que Noboa fue capaz de capturar prácticamente todo el espectro del anticorreísmo, convencidos de que era la única carta viable para cerrarle el paso al temido expresidente. Por eso Noboa gana en la Sierra y en tradicionales bastiones del centro izquierda, como Cuenca o Quito. El voto ideológico pro empresarial, la derecha, podía aprobar maravillado no solo las valientes decisiones de subir el IVA y eliminar el subsidio a la gasolina, sino la firma de tratados de libre comercio con China o Corea del Sur. Ese voto siempre ha contado por un 20 o 25% del electorado ecuatoriano. Pero subsiste la interrogante sobre la capacidad de Noboa para unificar ese voto, tradicionalmente dividido entre varias opciones simultáneas. La manipulación de las encuestas y encuestadoras, o la tendencia inocultable de la prensa a destacar la existencia de solo dos candidaturas viables y una nube difusa de comparsas intrascendentes, solo vuelve más urgente una respuesta a la pregunta de por qué tuvieron éxito en tal manipulación. Porque resulta que no tuvieron ese éxito en 2021 con Yaku Pérez, sistemáticamente ninguneado por el país oficial y los beneficiarios de la polarización, Andrés Arauz y Guillermo Lasso.


Entonces ¿por qué ahora sí funcionó la polarización en semejante magnitud? Mi hipótesis es que hay una diferencia sustancial entre las administraciones igualmente inútiles de Lenin Moreno y Guillermo Lasso, con la de Daniel Noboa. Moreno y Lasso no solamente demostraron incapacidad ejecutiva e impericia manifiesta para la gestión pública, sino que fueron absolutamente pusilánimes, indecisos y timoratos. Noboa acomete con gestos enérgicos y mano dura todo tipo de atropellos sin la menor vergüenza y sin mediar la más mínima explicación. Su actitud de bravucón de barrio se encuentra con la demanda social de soluciones autoritarias ante el desorden generalizado, ante la amenaza del caos, ante el temor obsesivo, absolutamente paranoico, que sufrimos ante el imperio del crimen organizado. Es por eso que el ambiente social empuja hacia las opciones extremas, porque domina el miedo.


Asaltar la embajada de un país soberano, pisotear las normas de la sucesión presidencial, autorizar el gatillo fácil a pesar de las trágicas muertes colaterales, incluso si son de niños negros, y despreciar cualquier consecuencia política para ninguno de sus funcionarios, son todas las actitudes resueltas que demanda el tiempo nublado de incertidumbre y miedo en que vivimos. Esa actitud decidida se combinó con una hábil maniobra de sacar del escenario electoral al único candidato que parecía una amenaza seria, porque le disputaba el monopolio de la ametralladora, Jan Topic. El resultado final es que nos encontramos en segunda vuelta, obligados a escoger entre dos alternativas autoritarias. El miedo al noboísmo también explica que Luisa González superara con más del 10% de votos su electorado tradicional.


Pero evidentemente el puro gesto no es suficiente. Cuando uno es gobierno, hay que mostrar resultados prácticos. Por esa razón, Noboa perdió abrumadoramente en las zonas más aquejadas por la delincuencia y la criminalidad. En esas comarcas asoladas, está claro que la mano dura, aunque considerada necesaria, no alcanza. Se necesita una decidida y eficiente intervención pública con inversión social y de infraestructura. Hay que quitarle capacidad de reclutamiento a las mafias. En el resto del país, la imagen del pico abismal de caos alcanzado con el asesinato de Fernando Villavicencio y los atentados simultáneos que acompañaron la fuga de Fito en enero de 2024, podían crear el espejismo de que algo mejoró la situación real en este año y medio de incompetencia. Y es precisamente por esa razón por la que Daniel Noboa tiene la segunda vuelta cuesta arriba. No importa lo que prometa, ¿por qué no lo hace? Reemplazar la acción de gobierno por la entrega de regalos, comida, atención médica privada y dádivas asistenciales, la condonación de deudas estatales o regalar graciosamente el pago de la cuenta eléctrica, no hacen olvidar la torpeza monumental del manejo de la emergencia durante los apagones. ¿Se necesita el premio Nobel para saber que había que contratar tres barcazas para la producción de energía de emergencia por un trimestre? ¿Por qué no pudo simplemente hacerlo? Los gobernantes hablan por sus actos.


Las características específicas de la gestión de gobierno de Daniel Noboa son las que imprimen al anticorreísmo su tonalidad particular en 2025. Esta mezcolanza única de enérgica incompetencia hace de esta elección algo diferente a las dos anteriores. El anticorreísmo se presentó en las dos ocasiones anteriores como una opción nueva. Lasso no era Moreno; ni Noboa era Lasso. El correísmo pugnó por asociarlos como si fueran lo mismo. Pero no lo eran. Ahora el candidato anticorreísta es el presidente. Ni siquiera pidió licencia para asegurarse que Verónica Abad no estorbara en el momento de entregar las cocinas de inducción en actos de campaña. Son inseparables. Y así como esa gestión le alcanzó para convertirse en uno de los nodos de la polarización en la primera vuelta, todo hace pensar que será insuficiente para la segunda.

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