Rocío Luna
Los sistemas actuales de producción de alimentos son “ineficientes” e “insostenibles” y son responsables del 60% de la pérdida de biodiversidad a nivel global, y del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero desde su producción hasta que llegan a su comercialización. La deforestación para agricultura, la sobrexplotación de caladeros y la contaminación de suelos y acuíferos son algunas de las causas directas de la pérdida de biodiversidad, a las que hay que sumar el impacto del cambio climático producido por el uso de combustibles fósiles.
También recordemos que la población mundial se ha multiplicado por cuatro en el último siglo, mientras que el uso de los recursos naturales es 34 veces mayor, lo que amenaza con provocar daños irreparables en el medio ambiente.
En este artículo se aborda uno de muchos daños que produce la industria agroalimentaria y es la producción de carne. Sabemos que la cría y comercialización de animales para consumo humano afecta al medio ambiente de forma muy diversa. Aquí planteamos cuatro de los aspectos de mayor importancia: los graves efectos de la ganadería en el medio ambiente en cuanto a contaminación del agua, pérdida de biodiversidad, cambio climático y deforestación.
Según varios estudios, las explotaciones bovinas participan en la producción de gases de efecto invernadero, llegando a constituir el 20-30% de la emisión global es decir la producción de cualquier tipo de carne implica operaciones de alto impacto, como el propio procesado, el transporte, la conservación, la gestión de los desperdicios generados y la deforestación para obtener terreno cultivable sin dejar de mencionar la contaminación del agua con microorganismos, parásitos e incluso restos de medicamentos -como los antibióticos– que se administran de forma masiva a los animales.
Sin duda uno de los problemas ambientales que se enfrenta actualmente el planeta y sus habitantes es la ganadería, en especial, la ganadería intensiva o “industrializada”, los informes publicados durante los últimos años por el Panel Internacional de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por las siglas en inglés) detallan la importancia de las actividades ganaderas en el aumento de temperaturas a escala global.
Hoy aún existen barreras de conocimiento sobre el impacto negativo de la ganadería en el planeta, tan solo si alguien pregunta sobre la responsabilidad en las emisiones de los gases que están cambiando el clima, muy probablemente mencione en primer lugar a los coches que queman gasolina o gas-oíl. Pero, según la FAO el sector ganadero “genera más gases de efecto invernadero (el 18%, medidos en su equivalente en dióxido de carbono (CO2)) que el sector del transporte”.
Para calcular el impacto de la ganadería en las emisiones de efecto invernadero se debe incluir no solo gases como el metano procedente de la digestión de los animales -en especial de los rumiantes- sino también las emisiones provocadas por el cambio del uso de la tierra en favor de la ganadería.
Hoy en día una tercera parte del terreno cultivable se dedica a la producción de alimento para animales de abasto. Para la obtención de una misma cantidad de proteínas se necesita cuatro veces más terreno si estas son de origen animal que si son de origen vegetal, puesto que hay que computar el terreno necesario para producir los alimentos con los que se crían a los animales hasta el momento de su sacrificio, es decir la expansión de los pastos causó la pérdida de al menos un tercio de los bosques en seis de los países con historia ganadera y que México no está lejos de que se replique lo mismo.
La transformación de los bosques en zonas de pastos o en cultivos destinados a la producción de piensos para ganado también afecta gravemente a amplias zonas de África y Asia. Nadie duda, por ejemplo, que los grandes incendios registrados durante los últimos años tanto en la Amazonia como en Borneo tienen relación con los intereses de las industrias cárnicas.
En el período 2000-2010, se registró una pérdida neta de bosques de 7 millones de hectáreas anuales en los países tropicales y un aumento neto de los terrenos ocupados por los humanos de 6 millones de hectáreas al año. La mayor pérdida neta de bosques y el mayor incremento neto de terrenos agrícolas durante este período se produjeron en el grupo de países de ingresos bajos.
La producción de carne ecológica no es la solución, pues necesita aún más terreno respecto a la intensiva. Es verdad que el pastoreo utiliza terreno que no sirve para la agricultura, pero no nos engañemos: más del 95% de los animales son criados intensivamente y alimentados con forraje cultivado en terreno cultivable.
En cuanto a otro recurso muy valioso la extracción de agua para riego y para ganadería se incrementará a medida que la población crezca y el desarrollo económico estimule la demanda de alimentos.
La agricultura utiliza el 70% del agua dulce disponible en el mundo, alrededor del 30% del agua utilizada en la agricultura se dirige a la producción animal (un tercio a la ganadería bovina). Para cubrir la creciente demanda de productos animales, el sector ganadero está intensificando su uso de agua y al hacerlo aumenta la competencia con otros usuarios y servicios ambientales. Además de la escasez de agua, uno de los desafíos centrales que enfrenta el sector ganadero es el manejo y disposición de los residuos, dado que las heses y la orina pueden ser peligrosas para el ambiente.
En los últimos veinte años, ha surgido una nueva clase de contaminantes en forma de fármacos como los antibióticos y las hormonas que se emplean en la ganadería y que también suelen llegar a las fuentes hídricas y los ecosistemas, con riesgo para la salud.
La producción industrial de ganado contamina directamente las napas subterráneas, las aguas superficiales y los ríos a través del manejo de residuos ganaderos, e indirectamente a través del uso de pesticidas y agregados alimentarios (hormonas, antibióticos, etc.) para el ganado.
Existe bastante discrepancia en las cifras exactas de agua que se requieren para efectos de producción cárnica. El profesor David Pimentel, del Departamento de Ecología de la U. de Cornell, ha calculado que para producir 1 kg. De papas se necesitan 500 lt. de agua, 900 lt. para 1 kg. de trigo, 3.500 lt. para 1 kg. de carne de pollo (comestible) y 100.000 lt. para 1 kg.de carne vacuna. Una estimación más conservadora hace Beckett y Oltjen del Dpto.de Ciencias Animales de la U. de California: para producir 1 kg.de trigo se requieren 120 lt. de agua, y para 1 kg. de carne vacuna, 3.700 lt.de agua. Es interesante mirar un poco más de cerca estas cifras: sea en la estimación más radical como la más conservadora, la producción de carne vacuna representa un gasto escandaloso de agua comparada con la producción de vegetales o cereales
Producir 1 kg. de carne requiere 2.800 kcal y 174 g. de proteínas. Producir 1 kg. de trigo requiere 3.300 kcal y 110 g. de proteínas (de los cuales 100 son para el ajuste de digestibilidad para humanos). De acuerdo con Beckett y Oltjen, 1 kg. de carne vacuna requiere 3.700 lt.de agua y 1 kg. de trigo requiere 120 lt. Si miramos en perspectiva estas cifras, vemos que mientras la producción de trigo nos da un promedio 27.5 kcal por cada litro de agua usada, la carne vacuna provee de sólo 0.76 kcal por litro. Esto significa que –basándonos en los datos más conservadores—producir carne vacuna requiere 36 veces más agua por caloría que el trigo. Cuando hacemos el mismo cálculo para la proteína digestible, el trigo es 18 veces más eficiente en el uso de agua que la carne vacuna.
Ahora bien, si vemos el impacto en la salud humana el excesivo consumo de carne aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer. Además, la ganadería industrial también contribuye de forma muy significativa al desarrollo de la resistencia a los antibióticos.
A todo esto, la FAO invita a los gobiernos a optimizar la utilización del terreno cultivable y a proveer asesoramiento nutricional a aquellos adultos que deseen optar por una dieta vegetariana o vegana o simplemente que sean conscientes en el consumo de carne.
Otro aspecto para tener en cuenta es el social: si las personas se alimentasen directamente de los vegetales resultantes del cultivo de vegetales obtendrían 4 veces más nutrientes que aquellos que se obtienen consumiendo la carne del propio animal. La abundancia de carne constituye el menú de una sociedad rica, pues gran parte de los forrajes y cereales que nutren a nuestros animales son cosechados en terrenos fértiles del tercer mundo, mientras las poblaciones locales padecen desnutrición severa.
La intención de este artículo es concientizar el consumo de carne en nuestra dieta, y queda abierta la invitación a explotar nuevas formas de alimentarnos en la cual nuestra huella ecológica disminuya y así dejar un mejor planeta para las generaciones futuras.
Comments