Pablo Moctezuma Barragán
Uno de los grandes problemas actuales del país es el de la deuda externa, de la forma en que se resuelva depende en gran medida el futuro del desarrollo de México y del bienestar de la población. Para encontrar la solución a los dilemas de hoy, hagamos acopio de la rica experiencia histórica, para sacar conclusiones y buscar alternativas actuales. Estudiemos el problema de raíz, para hacer un diagnóstico certero y proponer soluciones al manejo actual de la deuda externa en México.
La deuda externa surge junto con el Estado Mexicano. Desde los albores de la Independencia Nacional, los gobiernos han recurrido a créditos y empréstitos con el exterior para financiarse. Sin embargo, tanto el monto, como el carácter del endeudamiento en los siglos pasados difieren enormemente del actual. Nunca en la historia nacional y mundial ha adquirido la deuda la peligrosidad y la magnitud que ha alcanzado en los últimos 30 años.
Nuestro país surgió a la vida independiente después de haber sido saqueado durante siglos por la Corona Española que, a través de un sinnúmero de contribuciones, dividendos, intereses, licencias, etc., se apropió de gran parte del plusproducto generado por los trabajadores de la “Nueva España”, como nombraron al Anáhuac. “A la apropiación Real, agreguemos la apropiación privada del plusproducto colonial por parte de comerciantes españoles y funcionarios coloniales” (Zoraida Josefina, 1976:10) que ocupaban las posiciones dominantes, tanto política como económicamente. En 1808, la deuda pública de la Nueva España ascendía por lo menos a 20 millones de pesos, en 1811 se pidió otro millón de pesos. (Bazant Jan, 1968:22)
Después de la Independencia una deuda al exterior que en 1814 ascendía a 33 millones fue desconocida y cancelada. Esta anulación fue correcta, pues se trataba principalmente de sumas que se debían a España y a otras posesiones españolas, y que perdieron su justificación al disolverse el nexo con la metrópoli. (Bazant Jan, 1968:27)
El Estado mexicano surge después de la lucha por la Independencia, que afectó gravemente la economía, “La agricultura se redujo a la mitad, la minería a una tercera parte y la naciente industria y el comercio fueron considerablemente dañados” (Hans Jurgen Harrer, 1976:27) Esta situación agravaba aún más los problemas de México.
La independencia nacional nadie nos la regaló, fue producto de grandes esfuerzos y sacrificios, de la sangre derramada por los mejores hijos de nuestra Patria y del combate intransigente de héroes de la talla de Hidalgo y Morelos. La Nación, exigió sus derechos como dijera Morelos “con la espada en la mano para ser oída.”
La independencia iniciada por Hidalgo en 1810, declarada por Morelos el 6 de noviembre de 1813 y consumada en 1821, logró la creación de un Estado Nacional políticamente independiente, pero mantuvo las difíciles condiciones socioeconómicas creadas durante la etapa colonial, pues fue encabezada por las clases dominantes que finalmente con Agustín Iturbide, Lucas Alamán y Anastasio Bustamante, derrotaron la Revolución Popular.
Rápidamente el nuevo Estado cayó en la dependencia financiera de los bancos europeos, principalmente de los bancos y especuladores británicos. El comercio exterior, que se basaba fundamentalmente en la minería, se derrumbó y afectó gravemente las finanzas estatales, puesto que representaba la fuente más importante del presupuesto. Iturbide comenzó gestiones para obtener empréstitos del exterior, fue derrocado, pero sus gestiones fructificaron dos meses después de su caída.
El Supremo Poder Ejecutivo que sucedió al “emperador” incluyó en el gabinete al conservador Lucas Alamán quien tuvo de 1823 a 1825 el puesto de Ministro del Interior y de Relaciones Exteriores. De inmediato busco, como salida, empréstitos del exterior, imponiendo su postura. Ante la falta de presupuesto, el Congreso autorizó el 1o de mayo de 1823 un préstamo de 8 millones de pesos. En realidad, se contrataron dos préstamos en términos muy desfavorables. De un préstamo contratado con la casa Goldschmidt de Reino Unido se recibieron solo 5 millones 617 mil 157 pesos a cambio de expedir bonos por 16 millones de pesos con una obligación de 960 mil libras anuales a partir de abril de 1825, garantizadas con la tercera parte de los ingresos de las aduanas del Golfo. O sea que se pagaba el doble de lo recibido. El otro empréstito de la casa Barclay, dio al país 8 millones 339 mil 134 pesos de los que solo se recibieron 6 millones 419 mil 780 pesos por deducciones arbitrarias que se impusieron. Los intereses acordados fueron altísimos: 12% anual para el primero y 8% anual para el segundo.” (Zoraida 1976:37)
Ambos créditos contribuyeron de manera decisiva a favorecer la influencia de la Gran Bretaña que comenzaba a ganar una posición dominante en México desde fines de 1823. Este dinero se gastó improductivamente en pagar intereses, amortizaciones, en compra de equipo militar y naval, en pensiones y pagos a la burocracia.
A pesar de que Morelos, ya desde noviembre de 1814 en medio del fragor de la lucha libertaria, había decretado: “Todo americano que deba cualesquiera cantidad a los europeos no está obligada a pagarla”. Sus palabras fueron olvidadas y a los nuevos préstamos se sumó además el reconocimiento de la deuda vieja. En junio de 1824 el Soberano Congreso General Constituyente, “con el propósito de establecer sobre bases sólidas el crédito de la Nación” (Cue Canovas, 1986: 285) reconocía las deudas contraídas por el gobierno virreinal hasta 1810, para echar sobre las espaldas de la nueva nación independiente una carga muy pesada, de la cual no era responsable de ningún modo.
Pronto, en 1826, Guadalupe Victoria suspendió el pago de amortización y al año siguiente México ya no pudo, ni quiso pagar los intereses de los bonos de las deudas inglesas. Después durante su presidencia, Vicente Guerrero se negó a pagar intereses o amortizaciones de la deuda.
Vicente Guerrero, quien durante años mantuvo viva la última chispa insurgente, gobernó para el pueblo, quería consolidar la independencia y la unión de todos los mexicanos, pero el reaccionario y traidor Anastasio Bustamante aprovechó la invasión española comandada por el brigadier Barradas para derrocar a Guerrero, quien se había lanzado al frente para frustrar con éxito este intento de reconquista de México.
Tras el artero fusilamiento de Vicente Guerrero, urdido por Anastasio Bustamante y Lucas Alamán, al asumir el poder una dictadura militar encabezada por Bustamante, éste y su ministro de Relaciones Exteriores Lucas Alamán negociaron la capitalización de los intereses vencidos, reconocieron una deuda de 34 millones de pesos y reemprendieron pagos en 1831 y a finales de 1832. En este año el descontento general contra la administración de Bustamante creció y el movimiento popular provocó su caída iniciando el año de 1833.
Al hacerse cargo del poder ejecutivo, el vicepresidente Valentín Gómez Farías – hombre progresista conocido como el padre de la Reforma- suspendió el pago de la deuda. Hasta 1837, México siguió sin pagar, pero una vez que triunfó el proyecto conservador de Anastasio Bustamante aceptó la capitalización de los intereses vencidos y la deuda acumulada, para 1839 casi alcanzó los 50 millones de pesos. Nuestro país estaba otra vez colocado bajo el imperio del agio y la usura. (Zoraida Vázquez, 1976, 39.43)
Durante la década de los cuarenta del siglo XIX, México invadido por el ejército norteamericano y dividido por las camarillas militares, los hacendados y el clero, sufrió la pérdida de la mitad de su territorio a pesar de que el pueblo, abandonado por el ejército que dirigía Santa Anna, luchó espontáneamente y con las armas que tenía a mano. Durante ese período México no pudo pagar ningún rédito y la deuda se siguió acumulando.
Ya en la década de los cincuenta Santa Anna para congraciarse con los gobiernos extranjeros, reanudó el pago de la deuda durante tres años, hasta que la Revolución de Ayutla lo derrocó y abrió paso a la Reforma, misma que revolucionaría las relaciones económicas y sociales de México para destruir el poder de los terratenientes y el clero que provocaba la ruina nacional.
Al triunfo de Juárez y los liberales el erario estaba en bancarrota. Parte de la deuda que querían cobrar los extranjeros a nuestro país era la contratada por el gobierno usurpador de Miramón y Zuloaga, quienes por unas monedas habían aceptado pagos terriblemente onerosos para el país, tanto que, en 1861 constituían la cuarta parte del presupuesto nacional. Basta un ejemplo, el conservador Miramón obtuvo del banquero suizo Jecker un empréstito en condiciones tan leoninas que por un millón y medio de pesos que recibió, comprometió al país a pagar 17 millones.
El 17 de julio de 1861, durante la presidencia de Benito Juárez, el Congreso suspendió por dos años los pagos de la deuda, pues consideró prioritario atender las necesidades de la Nación. (Miranda Basurto, 1962:215)
En este período podemos observar claramente que la política de Morelos y al triunfo de la Independencia la postura fue de no reconocer deudas. Que fueron los conservadores como Lucas Alamán, Anastasio Bustamante, Miramón y Zuloaga quienes endeudaron al país y que todos los gobiernos progresistas: Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Valentín Gómez Farías y Benito Juárez suspendieron el pago de la deuda para atender las prioridades del país y de su población.
Bibliografía Zoraida, Vázquez Josefina, 1976. Los primeros tropiezos. Historia General de México. Tomo 3. El Colegio de México.
México DF. Hans Jurgen Harrer.1979. 1910-1917. Raíces de la Revolución Mexicana. Editorial Taller Abierto.
Cue Canovas Agustín. (1986) Historia Social y Económica de México. 1521-1854. Editorial Trillas, México, D.F 285 p
Jan Bazant, 1995. Historia de la Deuda Exterior de México. 1823-1946. El Colegio de México, 282 p
Miranda Basurto, Ángel. 1962. La Evolución de México. Editorial Herrero.
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