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EMILIANO ZAPATA Y SU EJÉRCITO LLEGAN A LA CIUDAD DE MÉXICO

Teixitiani 415. 11 de marzo de 2021


Valentina Galeana.

El 11 de marzo de 1915 llega el ejército libertador del sur, encabezado por Emiliano Zapata. La entrada de las fuerzas zapatistas era esperada en la ciudad de México con temor y curiosidad, pues la prensa oficial se encargó de mal informar para que se les viera como enemigos de la civilización, Zapata consciente de este problema puso especial cuidado de la disciplina de las tropas y mantener el orden, la ciudad vitorea jubilosamente a los humildes y respetuosos soldados zapatistas.


Al mando de los generales Amador Salazar, Genovevo de la O, Antonio Barona, el general Lázaro García Montoya se hizo cargo de la comandancia militar de la plaza de manera provisional y dictó medidas para mantener el orden. Por Tacuba presenciaron la entrada de las avanzadas zapatistas al mando del general Rafael Castillo.

Desde 1911 los zapatistas se lanzaron a la Revolución, en efecto se encontraron registros de levantamientos armados en diferentes comunidades de los estados de Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero, Tlaxcala, Chiapas y Tabasco. Pueblos de la Ciudad de México como son: Milpa alta, Tlalpan, y Xochimilco, en este mismo año Zapata considerando la traición de Madero, se retira tres días para preparar el Plan de Ayala en compañía de Otilio Montaño, una vez terminado, se empezó a difundir entre la población y con la caída de Madero declara al traidor de Huerta usurpador.

Llegó a reunir más de 20 mil zapatistas en los años de más actividad, en esta etapa de lucha integrado en su gran mayoría por campesinos que habían sido despojados de sus tierras, peones de haciendas, comerciantes, arrieros es decir, un ejército del pueblo, muchos de ellos se unieron por problemas agrarios, habían sido despojados de sus tierras por los poderosos hacendados porque la línea reaccionaria de Carranza por medio de un decreto, otorgando poder al ejecutivo, en varias regiones del país ya se estaban devolviendo las tierras expropiadas a los terratenientes.

Al mismo tiempo en una línea opuesta Emiliano Zapata proclamó el decreto del 8 de septiembre de 1914 donde nacionalizaba las propiedades de los enemigos de la revolución y estimulaba que los fondos derivados de las ventas deberían ser utilizados para formar instituciones bancarias dedicadas a fomentar la agricultura, está claro que Zapata tenía todo un programa; regresar la tierra a los campesinos y también proporcionar créditos para producir las mismas. En todo momento rechazó pagar indemnizaciones por tierras expropiadas en virtud de las grandes sumas de dinero y porque era injusto, ya que la tierra les pertenecía por derecho.

También Zapata decretó la importante ley general de libertades municipales, en esta ley queda plasmado el proyecto democrático de Zapata que reivindicaba la democracia directa y el poder desde abajo, desde los municipios como La Primera y la más importante de las instituciones democráticas, considerada natural y respetable el derecho que tienen los ciudadanos para arreglar por sí mismos los asuntos de la vida en común y para resolver como mejor convenga a sus intereses y necesidades de su localidad, consideró que la libertad municipal resulta irrisoria si no se concede a los ciudadanos la debida participación, según el artículo 7, las sesiones de los ayuntamientos deben ser públicas, el 8, sostiene que todos los asuntos deben expresarse en junta general de todos los ciudadanos de la localidad. En el artículo 9 se sostiene que las discusiones deben ser libres, mientras que las votaciones sean secretas y se considera en el artículo 16, que los municipios deben tener fondos propios para reservar algunos impuestos, como, el ramo de abarrotes y artículos de primera necesidad.

Por otro lado, el 18 de abril de 1916 el gobierno de la convención revolucionaria soberana dirigido por Zapata, público el programa de reformas político–social en Cuernavaca, en este declara que el fin supremo de la revolución es la distribución de tierras entre los campesinos que les habían sido despojadas en la época de la dictadura y que el gobierno sólo intervendría únicamente para extender títulos de propiedad, sin embargo, los gobiernos estatales estaban sujetos a las influencias de los ricos y poderosos de la región y de acuerdo con el Plan de Ayala a entrar y tomar posesión inmediatamente de tierras bosques y aguas que habían sido arrebatadas en el pasado. Sin esperar que las autoridades correspondientes les entregaran legítimamente lo que les pertenecía.

Otro peligro para México era la invasión norteamericana, que Zapata no dejó de lado por las intervenciones militares y la preocupación de los norteamericanos, pues tenían propiedades rústicas en el país superiores a los mil millones de dólares y la política de Estados Unidos desde 1823 “América para los americanos” La amenaza era real y la preocupación de Zapata fundada. La intervención de los Estados Unidos de Norteamérica y su propósito de subordinar a México era un peligro que Zapata supo vislumbrar.

En la foto histórica de Zapata y Villa, Emiliano se encuentra en una actitud seria, quien rechazó la silla presidencial; los críticos de Zapata, como Krauze, encuentran actitudes de aberración hacia la política, rechazo a la autoridad, pero en realidad, Emiliano Zapata rechazaba la concentración de poder en una persona como sucede en las monarquías, las dictaduras, la política sucia, el poder despótico, el autoritarismo, porque en Zapata todavía estaban vivas las raíces del calpulli, donde el poder radicaba en los concejos, donde se resolvían los problemas en asamblea, después de discusiones democráticas a favor del pueblo y no en contra, donde las palabras y los hechos iban juntos, le repugnaba el poder unipersonal, reconocía y respetaba la autoridad cuando ésta representaba legítimamente los intereses del pueblo.

El árbol que sembró Zapata tiene raíces tan fuertes que no dejó de producir frutos, como Rubén Jaramillo y decenas de dirigentes valientes y patriotas inspirados en su ejemplo a nivel internacional, Zapata se convirtió en un símbolo de lo mejor y noble para los mexicanos. La lucha de Zapata es una herencia que los mexicanos sabremos honrar y recuperar nuestra plena independencia, democracia y justicia.

¡ZAPATA VIVE, LA LUCHA SIGUE!


 

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