Mexteki
En tiempo de pandemia por el coronavirus, en medio de la crisis capitalista que detono el Covid-19, que por cierto ya se esperaba, ha quedado al desnudo la política que impulso el FMI de privatizaciones de la salud, educación y empresas estatales. Vuelve a retomarse la idea de la necesidad de que el Estado juegue su rol y recupere su papel en la economía y la sociedad.
Se plantea cómo algo positivo en sí mismo que se retomen las nacionalizaciones y la intervención estatal. En principio es un paso -aparentemente- pero no es necesariamente la solución. Veamos: el capitalismo, que es el que ha causado todos los problemas llevan hoy al desastre social, económico y político, tiene dos formas: el capitalismo liberal y el capitalismo estatal.
En México tenemos la experiencia de lo que fue el capitalismo estatal pues duró varias décadas. Cuando las empresas quiebran y se ven en bancarrota y sin salida recurren al Estado capitalista para que las rescate. En México vivimos episodios en los que el Estado rescata a la iniciativa privada, para sanear las empresas y luego poderlas reprivatizar con grandes ganancias para la burguesía. El Estado financia a la gran empresa y le da todo tipo de facilidades. Las empresas estatales se colocan al servicio de las empresas privadas. Ese es el capitalismo de Estado, donde a su vez los funcionarios públicos se enriquecen desmedidamente a costa de las empresas estatales.
Ahora que el neoliberalismo y la globalización están en jaque, los grandes capitales, quieren que una vez más el Estado los rescate. Por eso veremos un gran movimiento para fortalecer el sector estatal, veremos nacionalizaciones y un fortalecimiento del poder del Estado al servicio de las corporaciones capitalistas.
De modo que en sí mismo, el que el Estado recupere un papel no es la alternativa real. El capitalismo de Estado no ha sido, ni será la alternativa. El fortalecimiento de las nacionalizaciones para sostener a las corporaciones no es en favor del pueblo, sino de la gran burguesía.
Hoy la gran contradicción se da entre las corporaciones y el pueblo, de modo que el papel que juega el Estado entra en una contradicción entre dos vías. El capitalismo de Estado al servicio de las corporaciones o un Estado democrático popular al servicio de los pueblos, los trabajadores y la soberanía. Y esta contradicción es la que tenemos que resolver a favor del pueblo. La clase obrera y los sectores progresistas y revolucionarios hemos de impulsar esta vía.
Desde luego que el Estado debe tener un papel en la vida del país. Ese papel para que resuelva las contradicciones actuales, debe ser como representante de la sociedad y de la nación y no de un grupo de corporaciones capitalistas y los gobiernos imperiales que las sostienen.
Por otra parte, hay que ser claros que el Estado actual no puede estar al servicio del pueblo mientras domine el sistema de partidos, diseñado por las corporaciones para defender sus propios intereses sobre la sociedad entera, bajo la apariencia de “democracia”. Tiene que haber una renovación democrática para que pueda defenderse a cabalidad la voluntad popular y la soberanía nacional.
Es necesario un Estado en manos del pueblo trabajador al servicio de toda la sociedad. Que implemente las decisiones del propio pueblo e imponga sus intereses sobre los mezquinos intereses de las corporaciones. Un Estado del pueblo organizado, que garantice que las decisiones sobre el rumbo que tome el país se den democráticamente en todos los sectores de la producción, en todos los espacios del país, localidades, municipios, regiones y que todo sostenga la Soberanía Nacional y los intereses generales de la población. Un Estado que imponga los intereses de la mayoría, del pueblo trabajador.
En estos tiempos de pandemia y crisis es el momento de impulsar el nuevo Proyecto de Nación, el nuevo modelo económico, político y social en el que la sociedad resuelva los problemas pasados con soluciones nuevas a partir de la organización y la decisión del pueblo. Es hora de la más profunda transformación de la vida de los países en aras del bienestar de la población.
Es hora de luchar y conquistar por un Estado popular, antiimperialista, democrático que sea el instrumento de los intereses de la clase obrera y del pueblo y de desenmascarar al capitalismo de Estado como una falsa salida.
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