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La contaminación por mascarillas utilizadas en tiempos de COVID 

Rocío Luna

Ante la falta de una vacuna contra la covid-19, el uso de mascarillas se ha convertido en un complemento a las medidas de distanciamiento social en la lucha contra el coronavirus, estás suelen estar compuestas por una o varias capas de materia textil y pueden ser reutilizables o desechables y estas últimas hoy son una fuente de contaminación en nuestro planeta. 


A medida que avanza la pandemia del coronavirus, la Tierra ha experimentado un respiro a causa de las bajas emisiones de CO2 en algunos países del mundo (siendo México una de las excepciones), sin embargo, tras la reincorporación de actividades económicas la demanda de mascarillas se ha incrementado de forma exponencial, en tanto sólo en un mes China exportó más de 4 millones de cubrebocas. Y ahora miles de mascarillas que invaden los vertederos y océanos de todo el mundo, provocando una vez más la alteración de los ecosistemas orientados a su destrucción. 

Ante esto, la asociación francesa Operación Mar Limpio advierte que esta situación de contaminación es nueva para el mundo por tratarse de mascarillas, sin embargo, es reflejo del mismo retroceso donde se acumulan los desechos plásticos, producto de una cultura mundial de “usar y tirar” agravada por una tasa de reciclaje poco significativa. 

Un equipo de la organización OceansAsia reveló haber encontrado una notable cantidad de mascarillas usadas en playas de las islas de Soko, un archipiélago ubicado frente a la costa suroeste de la isla de Lantau en Hong Kong. Cubrebocas probablemente usados en los últimos meses como protección contra el nuevo coronavirus. 

En la Ciudad de México si entregamos este residuo al sistema de limpia llegarán a los rellenos sanitarios a los que se destinan diariamente los residuos que se generan en la ciudad. Si por otro lado no los depositamos adecuadamente, podrán llegar a terrenos baldíos, barrancas, ríos, drenajes y hasta los océanos junto a otros residuos plásticos. En nuestra ciudad, los tapabocas desechables hechos de plástico se suman a las más de 13 mil toneladas de residuos que se generan diariamente en la ciudad y permanecerán en el ambiente por varios años, pues están hechos con fibras sintéticas resistentes que no se degradan fácilmente y generan contaminación.

Tan solo una mascarilla tarda más de 400 años en desintegrarse y si se encuentra en el mar no solo amenaza a las especies como peces, medusas y arrecifes de coral sino a la vida humana. Hasta que la protección del medio ambiente no sea una prioridad y no se mejore el sistema de tratamiento de los desechos, no se podrá garantizar el bienestar humano, la salud ni mucho menos el futuro. 

Hoy los residuos del material que se utiliza para protegernos de la COVID-19 deben ser tomados en cuenta como un elemento adicional a la contaminación de los océanos. Guantes y cubrebocas que ahora son artículos de primera necesidad y en muchos casos de uso obligatorio, se suman a los millones de desechos que, al no tener un manejo adecuado, pueden llegar a mares y costas del planeta. 

El COVID-19 es una advertencia dolorosa en términos de pérdida de vidas humanas, economías trastocadas y problemas sociales en niveles inesperados. Ha obligado a mirar con otros ojos y adquirir mayor conciencia sobre nuestra vulnerabilidad. El efecto boomerang tiene muchas aristas negativas para la sociedad, por lo que esta experiencia debe conducirnos a repensar nuevas formas de relacionarnos con la naturaleza, así lo menciona Raquel Briseño, del ICML de la UNAM, son palabras para reflexionar y hacer entender a todos que hay que hacer acciones prontas para la disminución de la contaminación de nuestro planeta. 


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