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La paradoja de la soberanía alimentaria

Mario Domínguez Gutiérrez, Itzel Moctezuma Pérez

16 de agosto 2022


Como punto de partida expondré de forma sucinta la paradójica situación del maíz en México, como marco para el tema de esta opinión.

El maíz como orgullo patrimonial en México se ha convertido en una parodia tal, como la de encontrar la última coca en la única tiendita en zonas sin agua potable o siquiera entubada de Chiapas.

Veamos unos datos para entrar en contexto; México anualmente se “pelea” el flamante primer o nada desmerecido segundo lugar a nivel mundial en importación de maíz¹. Consumimos directa o indirectamente 45 millones de toneladas al año, el cual 38% es importado. Adicionalmente, cada año en promedio se reduce la producción de este grano básico de 2 a 4 toneladas, esto debido fundamentalmente al poco apoyo al campo que ha derivado a condiciones de subsistencia al productor y cada vez menos presupuesto a las secretarias de agricultura y desarrollo rural en turno, con una reducción progresiva del mismo del 40% en los últimos 3 años². Pero eso sí, con incrementos progresivos en la importación por más de la mitad que lo que estamos dejando de producir año con año. Y si acuñamos un aumento del 50% en su importación sólo este año, con una todavía más cara producción nacional, pero por supuesto, con una aparente y justificada razón del alza de precios de combustibles y fertilizantes derivada de la coyuntura bélica entre Rusia y Ucrania que han generado desabasto y escasez de granos, insumos y gas natural fundamentales para la industria de fertilizantes sintéticos. Como se imaginará “La típica ley” de oferta y demanda.

La actual dependencia de fertilizantes sintéticos

No se trata de competencia, sino de congruencia

¿Pero realmente es un tema de oferta y demanda? En verdad…. ¿Nuestra dependencia y capacidad agrícola es tal? ¿Siempre fue así? Aunque la respuesta fuera un sí a todo lo anterior, la pregunta obligada sería ¿Debería seguir así?


Le puedo garantizar una cosa querido lector, y es que, a pesar de la coyuntura bélica entre los principales proveedores mundiales de fertilizantes y granos, habría otra excusa que seguiría dilapidando la producción de alimentos. Porque el propósito nunca ha sido producir alimentos, sino ganar dinero sin responsabilidad socioambiental.


La situación de precios fertilizantes ya de por sí ha sido agonizante año con año, y la agricultura sostenible está precarizada en nuestro país desde hace más de 50 años, incluso antes del tratado de libre comercio (TLCAN). Que también ha condenado nuestra dependencia al germoplasma nativo o semillas locales, pero es otro tema. El pecado original se patenta desde la revolución verde fundada alrededor de los 60´s que ha disparado, desde entonces, la productividad a más de doble en todo el mundo. Esto gracias a tres factores: 1) Extracción masiva de gas natural, 2) Minerales y 3) Agua. Para beneficio del lector, aprecie la correlación en el consumo global entre estos factores en la última mitad del siglo XX (Figura 1).



Figura 1. Correlación de consumo de los principales fertilizantes para la agricultura (N-nitrógeno y P-fósforo) y su correlación con la demanda de agua (H₂O) (Tilman et al., 2001).

Para ir aterrizando a nuestro país e ir poniendo en perspectiva la coyuntura de suministros agrícolas, en los últimos tiempos el consumo anual en México de fertilizantes sintéticos ha sido alrededor de 5 millones de toneladas, de los cuales el 67% son nitrogenados; el 22% son fosfatados; 8% potásicos y el 3% son mezclas de los tres principales nutrientes³. El 80% es importado con tendencia ascendente cada año y apenas el 20% es producción nacional.


Huella ambiental

El costo ambiental genuino para la actual agroindustria simplemente esta fuera de proporción.

La explotación del gas natural utilizado para la catálisis de fertilizantes nitrogenados y extracción expansiva de roca fosfórica en otras latitudes, simplemente no justifica el fin. Sólo para esquematizar de forma simplificada las implicaciones de la minería para el fosfato (Fotografía 1), por cada kilo de roca mineral extraída, se derribaron por lo menos 1,000 de m³ de recursos maderables y removieron toneladas de suelo orgánico, vital para el sostén de servicios ambientales, como agua y aire limpio, Sin mencionar las gigas toneladas de CO₂ liberadas anualmente durante el ejercicio.



Fotografía 1. Impacto de una explotación de roca fosfórica a cielo abierto (worldatlas.com, 2022).


A pesar de la evidente insostenibilidad del modelo. Se ha proyectado que para final de este siglo alcanzaremos una población de 10 mil millones de personas y que la industria agrícola debe prepararse para producir alimento suficiente.


Sin embargo, en la actualidad ya estamos ocupando cerca del 50% de la superficie terrestre para producción agrícola (Figura 2) y curiosamente, más del 50% de esa producción se pierde, ya sea porque el productor no lo cosechó por caída de los precios (Fotografía 2), porque el super lo dejó pudrir en el anaquel o simplemente lo dejamos en el refri y no es trivial. Como sociedad somos también responsables de esta sobre producción a través de nuestros hábitos de consumo. Pero el punto, es que ya se está produciendo más alimento del que la humanidad puede consumir, el meollo aquí, es por supuesto de distribución y equidad. Desafortunadamente, aunque el modelo de producción y distribución es insostenible tampoco es sencillo de modificar, debido a la escala que opera.



Figura 2: Superficie a nivel global dedicada a la agricultura expansiva (Ilustración a partir de OurWorldinData.org, 2019)



Fotografía de 2 de Mario Domínguez: producción de jitomate abandonada por caída de precios


Biofertilización: un paradigma sostenible

La fertilización orgánica es posible y sobre todo barata

No necesitamos el gas de Rusia en las cantidades que importamos, ni explotar la roca fosfórica de Marruecos y China, o a los sedimentos marinos que empiezan verse como oportunidad. El discurso para alimentar al mundo lo han planteado los intereses comerciales y políticas económicas que poco interés tiene en la nutrición real de la población y menos en la conservación ambiental. Desafortunadamente, para todos los demás quienes formamos el resto del tejido social, es un problema profundamente sistémico que penetra a los hábitos del consumidor e ignora paradójicamente a quienes menos voz tienen en la materia, ya sea por “la lejana distancia en la que están” o por el risible acceso a educación ergo oportunidades del productor agrícola de subsistencia.

Lo que necesitamos para una fertilización efectiva y sostenible está literal frente a nosotros cada día, después de cada juego o café por la mañana, de cada tamal con atol de los fines de semana y tés de media tarde. Y no es otra cosa de los residuos orgánicos generados en el hogar, gestionados a duras penas en la mayoría de municipios de este país y que la agroindustria ni se ocupa en principio por falta de ética, pero sobretodo de la inexistente implementación de la legislación ambiental en materia de gestión de residuos.


Y es que los residuos orgánicos, son una excelente fuente de nitrógeno orgánico y materia orgánica que, con procesos sencillos, pero bien cuidadosos de bioconversión nos generan un sustrato capaz de recuperar el suelo, conservar el agua, y nutrir orgánicamente nuestra milpa y hortalizas.



Figura 3: Bioconversión de residuos orgánicos agroindustriales en biofertilizantes. Fotografías: Itzel Moctezuma Pérez y Mario Domínguez

En nuestro país, diariamente se generan más de 100 mil toneladas de residuos⁵ y al menos el 50% son residuos orgánicos, de los cuales se puede generar 15 mil toneladas de biofertilizante apto para la agricultura. Incluso desde una perspectiva económica, no hay punto de comparación entre pagar al día de hoy 4.5 pesos (M.N.) por litro de turba, otro insumo agrícola utilizado como sustrato de germinación, que es extraído de los ecosistemas boreales a miles de kilómetros, además de costos ambientales implícitos no contemplados en este precio. Cuando localmente, gestionando y bioestabilizando volúmenes considerables de residuos orgánicos, podría lograrse un costo de producción de 3 pesos por kilo.

Una experiencia completa

Independientemente de los datos de producción y la retórica de consumo, el mensaje que se desea transmitir, es en principio sobre la gratificación de atestiguar como de residuos orgánicos simples, pueden neotransformarse en un biofertilizante nutrimentalmente enriquecido y a posteriori contemplar la germinación de una pequeña plántula que se nutre, crece y produce frutos para el alcance propio y del prójimo. Cada uno de nosotros es capaz de generar alimentos de autoconsumo sin recursos sofisticados. Evitemos llegar al día que tengamos que decidir entre regar el paso, la mata de tomate o tomar agua.



Fotografía 3 de Itzel Moctezuma Pérez: Agricultura urbana sin suelo en la azotea.



Fuentes:

¹ Planeación Agrícola Nacional 2017-2030. SAGARPA (2017).

¹ Agricultura llama a bajar importación de maíz amarillo. Por: César Cantú. Visitado (Agosto, 2022). https://www.elfinanciero.com.mx/economia/2022/03/18/agricultura-llama-a-bajar-importacion-de-maiz-amarillo/

² México, primer importador de maíz en el mundo: CNA por: Angélica Encino L. La jornada. Visitado (Agosto, 2022). https://www.jornada.com.mx/notas/2022/02/08/economia/mexico-primer-importador-de-maiz-en-el-mundo-cna/

Tilman et al. (2001) Forecasting Agriculturally Driven Global Environmental Change. SCIENCE. www.sciencemag.org

³ Nota sobre Fertilizantes. CEDRSSA con datos de SIAP-SAGARPA (2015). http://www.cedrssa.gob.mx/post_n-fertilizantes-n.htm

Countries With The Largest Phosphate Reserves. Por: John Misachi. Worldatlas. Visitado (Agosto, 2022) https://www.worldatlas.com/articles/countries-with-the-largest-phosphate-reserves.html

⁴ Half of the world’s habitable land is used for agriculture. Por: Hannah Ritchie. Our World in Data. Visitado (Agosto, 2022). https://ourworldindata.org/global-land-for-agriculture

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