Rocío Luna
Las luces que se vieron durante el sismo de este 7 de septiembre en la CDMX sorprendieron a varios capitalinos que se cuestionaron cuál es el origen.
El fenómeno recibe el nombre de triboluminiscencia y comúnmente se le llama “luces de terremoto”. El término procede del griego τριβείν ("tribeín"), frotar, maltratar, y del latín lumen, luz. Según diversos historiadores, las primeras referencias a las luces sísmicas proceden del terremoto de Módena, en el 89 a.C. Otros se remontan al Antiguo Egipto.
Es un fenómeno óptico que se produce cuando algunas especies químicas y determinados materiales son sometidos a trituración, tensión, agitación, estrés térmico o cualquier otro procedimiento que conlleve ruptura de enlaces químicos. Existen diversas teorías acerca de los fundamentos físicos que dan lugar a la triboluminiscencia, pero parece ser que esta es fruto de la separación y reunificación de cargas eléctricas.
En esta ocasión los destellos que vimos en el cielo se asocian al sismo a partir de la fricción de las partículas presentes en la corteza terrestre que "generan efectos tanto eléctricos como electromagnéticos".
Las rocas de la corteza terrestre tienden a tener ciertas imperfecciones y al ser sometidas a esta fricción sueltan electrones o cargas eléctricas. Estos electrones cargados de "energía cinética" tienden a buscar alguna salida, por lo que, para ello, salen al contacto con la atmósfera. Al impactar contra la atmósfera, la energía se transforma en energía lumínica, provocando este fenómeno que se percibió este martes 7 de septiembre.
Este fenómeno no solo está asociado a los movimientos telúricos, sino que también se puede observar en fenómenos físicos.
En 1629, el erudito inglés Francis Bacon publicó la primera documentación conocida del fenómeno, en la que mencionaba que el azúcar centellea cuando se «tritura o se rompe» en la oscuridad.
El espectro luminoso producido por la triboluminiscencia del azúcar es el mismo que el de los relámpagos. En ambos casos, la energía eléctrica reacciona con las moléculas de nitrógeno del aire. La mayor parte de la luz emitida por el nitrógeno en el aire es del espectro ultravioleta que el ojo humano no puede ver, y solo una pequeña parte se emite en el espectro visible. Al friccionar los cristales de azúcar se acumulan las cargas positivas y negativas, lo que finalmente provoca que se desprendan electrones con la rotura de los cristales y que exciten a los electrones de las moléculas de nitrógeno.
Si despegamos cinta adhesiva en la oscuridad también podríamos ver luz emitida por triboluminiscencia. Pero curiosamente, el proceso de despegar una de esas cintas en el vacío puede producir Rayos X con la suficiente intensidad para hacer una radiografía del dedo.
Pareciera que es un fenómeno que hizo tendencia en las redes sociales la noche del martes, pero ha sido estudiado desde tiempo atrás. De hecho, la primera referencia a la utilización del fenómeno de la triboluminiscencia procede de los indios Ute, pobladores de la región de Colorado Central, quienes desde una remota antigüedad vinieron utilizando sonajeros de cristales de cuarzo para generar luz.
Tales sonajeros, de uso ceremonial, eran fabricados en piel de búfalo (traslúcida) y estaban rellenos de cristales de cuarzo. Cuando eran sacudidos por los chamanes, durante las ceremonias nocturnas, la fricción y tensión mecánica de los cristales de cuarzo producía destellos de luz triboluminiscente.
Este fenómeno llamó la atención de investigadores como lo fue el sacerdote italiano Ignazio Galli quien a finales del siglo XIX y principios del XX enfocó sus investigaciones en la sismología, geofísica, meteorología y óptica, y particularmente investigó las luces que aparecían durante los terremotos.
Su obra cumbre sobre el fenómeno de las luces de los terremotos se publicó en 1910 con el título “Raccolta e classificazione dei fenomeni luminosi osservati nei terremoto”.
Posteriormente, y debido al hecho de que al vivir en una zona con gran actividad sísmica buena parte de los recursos económicos asignados a la investigación científica van destinados al estudio de terremotos, diversos investigadores japoneses han abordado este tema. Uno de los más reconocidos, Musya, clasificó las luces de los terremotos en tres grandes grupos.
Aquellas que producían una iluminación instantánea e indefinida como es el caso de relámpagos, chispas de luz o bandas delgadas de luz.
· Masas móviles luminosas bien definidas en las que incluían bolas de fuego, columnas de fuego verticales, haces de fuego y chimeneas luminosas.
· Flamas y emanaciones brillantes como ocurre en flamas, llamas pequeñas, múltiples chispas y vapor luminoso.
· La fosforescencia de nubes y cielo cuyos representantes más significativos son la luz difusa en el cielo y las nubes luminosas.
A lo largo de la historia son muchas y muy diversas las causas a las que se han atribuido a este fenómeno luminoso que acompañan a menudo a los terremotos.
Ahora ya sabemos la causa un poquito más de esas luces tan hermosas y atemorizantes que se vieron durante el movimiento sísmico este martes 7 de septiembre…
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