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Obsolescencia programada, motor del capitalismo y la moderna esclavitud

Emiliano Arango


Imagínense que tuvieran una varita mágica para que todos los objetos que se rompiera no se hicieron viejos instantáneamente se volvieran nuevos como el día que los compraron. Entonces no tendríamos que comprar una nueva lavadora, una nueva licuadora, nueva ropa, nuevos zapatos, nuevas baterías para el celular, nuevo celular, nuevo coche, etcétera. Esto haría que básicamente el mundo no estuviera contaminado, lleno de desechos, de grandes tiraderos de electrodomésticos. Tal vez compraríamos alguna cosa para mejorar pero ya no sería el consumo constante de las cosas y una gran cantidad de basura de aparatos obsoletos.


Uno de las peores males de la actualidad


La Obsolescencia Programada se explica sola por su nombre. Basicamente son productos hechos para romperse, para desgastarse rápidamente y para que dejen de funcionar al cabo de muy poco tiempo de usarse. Las lavadoras, licuadoras, los ventiladores, microondas y otros aparatos eléctricos por el estilo que dejan de funcionar en tan solo unas semanas y ya sea lo mandas a reparar de manera seguida o compras uno nuevo. Las computadoras, teléfonos celulares y otros que se alientan, cuyos puertos ya no conectan, teclas que dejan de funcionar, y baterías que ya no cargan.



Esto no era el caso hace algunas décadas. Todo lo que se hacia estaba hecho para durar y muchas veces duraban toda una vida. Los objetos estaban hechos a mano y con los mejores materiales, usual mente materiales amigables para el ambiente, como el cuero para la ropa, como la madera para los muebles, y el acero, Ahora muchas cosas están echas de plásticos que se rompen fácilmente, se desgastan muy rápido, y son nocivos para nosotros y el medio ambiente. Esto ha llegado a ser una grosería por lo poco que duran las cosas.


La primera víctima de la obsolescencia programada fue el foco. Edison fabricaba con focos que duraban 2500 horas. El cartel Phoebus fue un cartel de, entre otros, Osram, Philips y General Electric firmado el 23 de diciembre de 1924, y que se mantuvo hasta 1939, que existió para controlar la fabricación y ventas de bombillas. Siete principales fabricantes de focos se pusieron de acuerdo para evitar la competencia formando el comité de las 1000 horas de vida. Acordaron que los focos no duraran más de 1000 horas y sus ingenieros tuvieron que ponerse a diseñar focos más débiles para que no sobrepasaran la norma acordada. S. A. Phoebus, compañía suiza fabricante de focos fue la encargada de organizar y controlar meticulosamente la aplicación de sus normas, con multas para quienes no cumplieran las normas. Hasta la fecha, esta mafia sigue en pie y hoy en día se anuncian como larga duración las que duran 1000 horas. En los siguientes años se patentaron focos y filamentos diversos, inclusive una que duraba 100,000 horas. Por supuesto, nunca llegaron a comercializarse. Este fue el Cártel Internacional de Electricidad.


Obsolescencia programada: diseñados para morir. ¿Por qué los productos que producimos duran cada vez menos? ¿Por qué una bombilla fabricada en 1911 puede durar más de 100 años encendida y las que se fabrican actualmente apenas duran 1000 horas? Tiene un nombre, obsolescencia programada.


A otro caso fue el de la mueblería austríaca que fabricaba muebles para toda la vida. Entró o no sé dónde dónde entraron los muebles chinos mucho más baratos y también mucho mucho mucho menos durables Y entonces la gente empezó a comprar eso sin saber que al año o al 22 años iba a tirar los muebles a la basura y terminó todo y que quebró la mueblería y esos muebles duraban para siempre


La obsolescencia programada surge durante los inicios de la revolución industrial en donde se inventaron máquinas de producción en masa que producían los artículos más rápidos en forma más económica pero los clientes no les seguían el ritmo. De este modo se les ocurrió reducir la duración de los productos. Aunado a esto se fomentó la idea de comprar por diversión y la gente salía de compras a comprar cosas que en realidad no les eran necesarias.


Antes las cosas estaban hechas de cuero, de madera, de metal y ahora están hechas de plástico. Ejemplo de ello son los engranes de la lavadora. Un técnico de mi vecindario acostumbraba a arreglar las lavadoras sustituyendo las piezas de plástico por metal y nunca se volvían a descomponer pero en las capacitaciones que daban las empresas fabricantes de lavadoras lo convencieron de que así perdería a sus clientes y así lo hizo. Le faltó la visión de que sus clientes lo recomendaran con nuevos clientes. En sus capacitaciones le dijeron que una lavadora debía durar tres años, no más.


En 1929, tras la crisis de Wall Street, se inicia la gran depresión con un desempleo galopante del 25% y Bernard London, inversionista inmobiliario, sugiere al gobierno norteamericano que la obsolescencia programada sea obligatoria para los fabricantes, saliendo a la luz pública el concepto de obsolescencia programada, la fecha de caducidad, idea que no progresó como ley pero que estuvo en el imaginario de la gente como una salida a la crisis de la depresión.


A partir de estas ideas, en los años 50 resurge la estrategia de “convencer” al cliente o crear él el deseo de comprar algo más nuevo, con mejor imagen o más novedoso. De esta manera se diseñaron productos que no satisfacían al consumidor por completo para que lo pasara a un mercado de segunda mano y comprara uno nuevo. Este ejemplo lo vemos hoy en día por ejemplo, en las cámaras electrónicas de fotografía y video, de las que salen nuevos modelos que carecen de alguna de las habilidades que tenían el modelo anterior y luego surge una nueva que trae esa característica y carece de la innovación del modelo anterior. Esta filosofía diseñada por Brook Stevens no implicaba que el producto se acabara o rompiera, sino solo que produjera insatisfacción en el cliente por su estética o falta de innovación.


Las impresoras y otros electrónicos actuales, dada el rápido avance de la tecnología, son las campeonas en ser rebasadas por un producto mejor, sin embargo, sí tienen elementos o software que fallan al cierto tiempo de uso, inclusive un chip que cuenta las impresiones que hace la impresora y la bloquea cuando llega a cierta cuenta. Luego, el fabricante te dice que es la esponja de limpieza y que hay que cambiarle varias piezas internas y te recomiendan mejor comprar otra más nueva, más rápida y eficiente. Afortunadamente nunca falta un técnico lo suficientemente necio para descifrar el truco y componer la impresora con tan solo un software.


Otro ejemplo icónico de la obsolescencia programada fue la invención del nylon de Dupont con la que se fabricaban medias que duraban para siempre, los ingenieros estaban orgullosos de sus logros pero la empresa hizo que los mismos ingenieros diseñaran fibras más débiles. Hoy en día las medias duran prácticamente una vez.


Créditos bancarios, grilletes modernos


El crédito es un factor que se añade a este círculo que captura al clente para siempre, convirtiéndolo en ”consumidor” al grado que ya no se refiere la sociedad al cliente, sino al consumidor. Cuando terminas de pagar el objeto, ya no sirve y tienes que comprar otro. Los bancos son completamente abusivos con los intereses perpetuando la deuda de las personas que tienen que reponer sus enseres domésticos una y otra vez.

Enfermedades y contaminación producida por los plásticos

Para que los productos tengan obsolescencia programada se les agregan sustancias degradantes, plásticos pulverizados, otro tipo de materiales pulverizados o en partículas pequeñas, para producir un desgaste temprano, por ejemplo a la ropa. Usamos ropa que contiene plásticos y que se degrada y va liberando estos plásticos los absorbemos con nuestra piel y con nuestros pulmones y después tiramos la ropa que va a parar a los océanos, los ríos y la tierra contaminando todo. Esto contamina nuestros alimentos.

Otros objetos que eran de metal, como engranes, han sido sustituidos por elementos de plástico que se rompe fácilmente, liberando partículas o pequeños pedazos de plástico. Microplásticos y otros productos de desecho son liberados en grandes cantidades a nuestro ambiente llegando a ser absorbidos por los animales y vegetales con los que nos alimentamos, causando enfermedades como cáncer, enfermedades vasculares, mentales, etc.


Los empresarios que se consideran “exitosos” miden su éxito con el único parámetro de la obtención de ganancias son cómplices de este gran problema ecológico. Creen que están haciendo algo bueno y en realidad nos están matando a todos. Solo hay que ver la tendencia en el aumento del cáncer y otras enfermedades que vienen con la “modernidad”.


Inclusive en las vacunas y existe obsolescencia programada. Antes las vacunas eran para toda la vida y ahora te tienes que vacunar cada seis meses o hasta cada tres meses y ponerte refuerzos, etc. Todo esto pagado generalmente por los gobiernos lo que representa grandes negocios en donde a veces importan más las ganancias que el bienestar de la gente.


Otro efecto de esta contaminación y de la falta de control de las sustancias que ingerimos o con las que tenemos contacto es una drástica caída en el conteo de espermatozoides en las últimas cuatro décadas y otros efectos adversos sobre la sexualidad de la población mundial uno de los aspectos más íntimos del ser humano, afectado por la desmedida ambición de los empresarios y la complicidad y negligencia de los gobiernos.


Moderna esclavitud


Qué es la obsolescencia además de producir enormes cantidades de desechos, sirve para someter al empleado-consumidor pues los ingenieros que diseñan los productos de baja calidad ueden prolongar o acortar la duración de los productos y esto se utiliza para acortar o aflojar la cadena que tiene el moderno esclavo, quien trabaja de sol a sol para mantener su estilo de vida y jamás obtiene tranquilidad ni seguridad ya que si para de trabajar corre el riesgo de perder su trabajo, su hogar, su estándar de vida, etc. Esto se combina con los precios de los productos y otras estrategias para controlar al esclavo. En tiempos difíciles como los que vivimos ahora alargan la duración de los productos, entregan premios de dinero en los productos y otras estrategias mientras que en tiempos mejores, reducen la duración para mantener al consumidor, eso, consumiendo. De esta manera nunca podemos dejar de tener que seguir comprando y comprando para vivir con más tranquilidad.


Es una pérdida de tiempo tanto para el fabricante como para el cliente. Esto favorece la explotación del obrero quien pierde su tiempo haciendo una camisa mil veces, en realidad toda su vida se la pasa haciendo camisas y en realidad podría hacer algunas cuántas, ya con eso sería suficiente y podría dedicarse a la ciencia, al arte, a la investigación, a crear algún beneficio para la humanidad o simplemente a disfrutar la vida con su familia. El que lo compra pierde su tiempo en trabajar para ganar el dinero para comprarlo, en ir a comprarlo 1000 veces y en tirarlo. Además desperdicia el trabajo de todos los que procesan la basura. En fin, puro desperdicio.


La naturaleza nos brinda lo que necesitamos y debemos de tomar sólo eso no debemos de tomar todo lo que podamos de la naturaleza porque acabaremos con el mundo entero.


Un cáncer para nuestro pequeño planeta


Nos han metido conceptos como el desarrollo y el progreso con una visión de explotación de la naturaleza a ultranza y, por ejemplo, el que se extraiga de la minería todo el oro que se pueda aunque no nos lo paguen y se vaya todo el extranjero. Y así es en todos los campos. Pareciera que se trata de producir más y más y más y quienes atesoran toda la riqueza que genera esta explotación son unos pocos que por alguna razón siempre quieren más y no se dan cuenta de que están acabando con el planeta. Invierten millones en inocular idiosincrasias en las poblaciones para que vivan un estilo de vida impuesto, ilógico, absurdo y que ni siquiera tiene que ver con su propia cultura. Más bien tiene que ver con una imposición de conceptos consumistas. Se maneja la falacia del crecimiento y desarrollo ilimitado lo cual, en un planeta finito, es un absurdo. Pero los “empresarios exitosos” siguen y siguen y no les importa la destrucción del planeta.


El objetivo principal de la obsolescencia programada es garantizar que los consumidores compran los productos en múltiples ocasiones, en lugar de una sola vez. Esta es una de las formas más contaminantes del planeta.


Se ha difundido la idea a nivel Universal de que las cosas se tienen que acabar y romper y este es un concepto nuevo que ya las generaciones nuevas lo traen desde que nacieron pero los viejos todavía podrían acordarse de cuando las cosas no se rompían ni se acababan. Este tema se conoce desde hace mucho tiempo y no se ha hecho nada. No se han tomado las medidas resolutivas tampoco se ha prohibido que exista la obsolescencia programada, cosa que sería el primer paso. Esto desde los gobiernos pero también el consumidor está mal educado porque prefiere comprar una cosa barata que va a durar menos y no una cosa más costosa que le va a durar para siempre, aunque también, como se ha precarizado su trabajo, no le queda más remedio.

Demandas colectivas:


Apple I-pod surge con un reproductor de música al que no se le puede cambiar la batería fue uno de los primeros productos en recibir una demanda colectiva por la obsolescencia programada. Cuando esto ocurrió, en 2003, Apple había vendido cerca de 3 millones de I-pods y se vio obligado a sustituir las baterías y/o compensar con 50 dólares a sus clientes.


En México, en el 2011, durante el gobierno espurio de Felipe Calderón, se eliminan muchos de los beneficios de las acciones o demandas colectivas atando las manos al consumidor y protegiendo a las empresas una vez más.


El monstruo de la ambición


La Obsolescencia programada es el motor secreto de nuestra sociedad de consumo tan nefasta.


La gente no se percata, pero la mancuerna entre gobiernos y empresarios que contaminan el planeta y esclavizan a toda la población hace sus estragos y sin que nadie lo sospeche, por la puerta de atrás nos llegará “el monstruo de la ambición”.







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